La mascarilla

La mascarilla callejera. Foto: Leandro Pérez .

Vale, voy a soltar quién soy. Me llamo Leo Pérez. También hay gente que me llama el Joputa, aunque ya sólo tres colegas son capaces de decírmelo a la cara. Bueno, desde hace poco nada más que dos. El Pelos ya no dice nada a nadie, la palmó en noviembre por el puto corona.

Ayer me metí demasiadas mierdas. No sé cómo volví. Ni puta idea. Igual hasta fue antes del toque de queda. Ni zorra. Abro los ojos y estoy en pelotas y me revienta la cabeza. Resacón. Voy del colchón al baño. Meo, bebo del grifo y al alzar el cuerpo, zas, en mi careto hay una brecha. En la sien, pegada a una ceja, una brecha fea, retorcida, diría que no parece un navajazo pero tampoco voy a ir de forense, no me acuerdo de nada. ¿Me han hostiado? ¿Me caí? Ni puta idea, pero esta vez no tengo más golpes ni moratones. Al secarme las manos caigo en que la toalla está pringada de sangre. Me limpié malamente antes de meterme en el sobre, pues vale, no recuerdo una mierda pero tan colgado se ve que no iba.

"Paso de él y paso de todo, y de todas, tengo treinta y siete inviernos y vivo mi puta vida como me sale, y ya está"

Me llamo Leo Pérez, me llamaban el Joputa pero no sé quién soy.  No es que esté amnésico, qué va, lo de ayer fue un ciego, nada más. Otro más. No será el primero ni todavía el último. Cerveza aquí, roncola sin burbujas fuera. Digo no sé quién soy porque no sé qué cojones hago en este mundo tan asqueroso. No pinto nada. Vivo solo desde hace demasiado. Tuve mis rollos y mis historias, no te creas que no. Ahora no me aguanta ni mi viejo, que anda peor que yo. Paso de él y paso de todo, y de todas, tengo treinta y siete inviernos y vivo mi puta vida como me sale, y ya está, rebusco en el cajón de las medicinas y encuentro agua oxigenada y la cago, la brecha escuece y el agua y la sangre bajan a la boca, qué asco, hasta que pillo papel higiénico y lo dejo pegado, como cuando me cortaba con la maquinilla de afeitar.

Salgo a la calle por la tarde. Solo. Después de dos tercios de Mahou, unos cachos de pizza resecos y una siestorra en el sofá, la puta resaca se ha pirado hasta mañana. Salgo y voy a ninguna parte, bueno, primero al cajero, todavía queda algo, luego pillo más cerveza donde los chinos, me caen de puta madre los chinos, curran y curran y respetan, nunca me han mirado mal, no como otros. La china se fija en la brecha, como para no, mete los tercios en la bolsa y dice tles euros y tiro un billete, me da las vueltas y ya está, ella a lo suyo y yo a lo mío, y, a lo que iba, voy a contar por fin qué cojones pinto aquí:

Cuando salgo de donde los chinos veo una mascarilla en el suelo.

Es una azul de esas. Sucia. Junto a una farola.

"La esquivo, como si fuera la cagada de un perro, qué ascazo, babas pegadas, saliva seca, qué mierda, peor que la de un perro, pero cuando la dejo atrás me lo pienso mejor..."

No será la primera ni la última, cuánto cerdo y cuánta guarra hay sueltos. La esquivo, como si fuera la cagada de un perro, qué ascazo, babas pegadas, saliva seca, qué mierda, peor que la de un perro, pero cuando la dejo atrás me lo pienso mejor. Sí, lo pienso. No lo hago sin pensar, para qué colarte una trola. Me lo pienso y saco un cacho de papel higiénico que llevaba enrollado en el vaquero por la puta brecha, y lo extiendo con cuidado en la mano izquierda y retrocedo, no hay nadie cerca, ya está oscuro, y me agacho y la recojo, pillo con dos dedos la mascarilla y tiro para el portal y cojo malamente las llaves, porque la bolsa con las cervezas la mantengo en la mano derecha, y abro el portal y como no hay nadie ya me lo tomo con más calma y dejo la priva en el suelo y cuelo del todo la puta mascarilla en el buzón de la cabrona del segundo derecha, y que se joda, va a flipar cuando coja las cartas del banco o la mierda publicitaria que tenga ahí dentro, y subo las escaleras descojonándome y ya está, el día tampoco ha estado tan mal, hoy por lo menos me voy a acordar de esto, y que se joda y ya está, ya está bien por hoy, mañana veremos.

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«No soy así pero pude ser así», escribió Miguel Delibes. No soy así pero puedo ser como Lea Pérez, una escritora desesperada; como la camionera andante Lea de la Mancha; como Lander, el fontanero de la Moncloa; y como Leo Pérez, el Joputa, que se presenta hoy. Pasarán por Zenda, si les apetece, los miércoles.

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