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Un camión de esperanza

Un camión de esperanza. Imagen de Pexels en Pixabay.

Hola a todos. Me llamo Lea, en la carretera y en alguna red Lea de la Mancha, y soy una mujer que va de frente por la vida. Que no se come el tarro, directa, y cuando mi casi tocayo Leandro Pérez, después de cotillear mis redes sociales cosa mala, me abrió las puertas de este castillo de Zenda y me dijo que podía aparcar aquí el camión, porque había sitio de sobra para el tres ejes que manejo, no me lo pensé dos veces.

—¿Puedo poner lo que quiera?

—De eso se trata —me dijo, aunque sin decir ni que sí ni que no, ¿no os parece?—. Escribe como en tu Instagram. O como quieras, aquí dispones de todo el espacio que quieras. Lo único es que luego te editaremos los textos, si no te importa.

—¿Cómo? ¿Es que sois una editorial?

—No, no. Bueno, sacamos libros de aventuras, pero no voy por ahí. Que luego pondremos tildes, comas, haremos correcciones…

Lo pillé. En el Insta cuido más las fotos que los textos, Leandro me fichó por las palabras, no por mi cara bonita —eso me dijo, aunque igual además de leerme quiere hacer otras cosas conmigo—, pero lo pillé, aquí no podía jugar a que en el móvil cuesta poner los acentos.

Vale. Dije que sí, pero puse una condición.

—Dispara —me respondió.

"Fue una putada enorme que miles de compañeros se pasaran las Navidades fuera de casa, congelados y sin ayuda de nadie, días y más días esperando a que los franchutes abrieran la frontera con Inglaterra"

—Quiero poner a parir a mucha gente. Sin cortarme. Tú pon los acentos y lo que quieras, pero si digo que fue una putada enorme que miles de compañeros se pasaran las Navidades fuera de casa, congelados y sin ayuda de nadie, días y más días esperando a que los franchutes abrieran la frontera con Inglaterra, casi sin agua, sin comida, sin nada, sin ayuda, y aquí todo el mundo de fiesta, aquí muchos aplausos al principio, y no éramos héroes como los médicos pero casi, la gente del transporte y las cajeras éramos casi héroes, todo el día jodidos pero el apoyo se notaba. ¡Y ahora nada de nada! Y nos putean, los compañeros en Inglaterra en medio de la nada se quedaban sin agua, se buscaban la vida de cualquier manera, y después de comerse un marronazo así, al volver malas caras otra vez y malos rollos. Y yo soy feliz con el camión, como Loquillo, lo mío es vocacional, lo he mamado, pero si escribo aquí no va a ser para ir de guay. Voy a ser directa desde ya, ¿vale? No trago a mucha gentuza, ¿vale? A los políticos, por ejemplo. No puedo con ellos. Nos putean y nos putean y nos siguen puteando y no puedo con ellos…

En fin, me dijo que no me cortara, y aquí estoy.

No puedo, ya que hemos llegado a este punto, con los cerdos machirulos que alucinan cuando me ven en la cabina. Pero eso casi que lo dejo para otro día. Sigo con la pandemia. Currar en un camión, aunque sea vocacional, es duro. Mucho. Hay que ser fuerte física y mentalmente. En la carretera vives aventuras, claro, pero también desventuras. Como el Quijote, mucho hablar de las aventuras del Caballero de la Triste Figura pero son desventuras, las pasa canutas casi siempre. Y desde marzo, se dice pronto, desde el año que llevamos ya enmierdados y asustados por el virus, conducir un camión es todavía más duro. Estamos todavía más solos.

Bueno, cambio de tercio. El otro día aparqué mi Rocinante en un área de descanso, calenté el túper y, como la tarde estaba soleada, salí a comer fuera, en un banco de piedra. Y me puse a charlar con un par de compañeros que transportaban un cargamento de material sanitario.

—Llevamos toneladas de esperanza —me dijo el mayor—. Miles de mascarillas. De las FFP2 y de las azules. Y batas médicas, y gafas, y calzas. Y qué quieres que te diga, esto es un horror, terrible es esto del coronavirus, pero mira cómo estamos. Yo ya veo la luz, pronto nos vacunarán por lo menos a todos los que ya tenemos una edad. Y no paramos de quejarnos, pero nos podría ir mucho peor. Mirad cómo estuvimos en primavera, todos encerrados en casa. Y mirad todas las vacunas que ya han aprobado, y los millones y millones de mascarillas que hay. Si lo pensáis bien, es impresionante lo que estamos haciendo.

Eran dos, decía. El joven, creo que era su hijo, fumaba y le dejaba hablar. Tampoco dije nada. Yo la botella la veo bastante más vacía que llena. Han muerto demasiados.

____________

«No soy así pero pude ser así», escribió Miguel Delibes. No soy así pero puedo ser como Lea Pérez, una escritora desesperada; como Lander, el fontanero de la Moncloa; como Leo Pérez, el Joputa; y como la camionera andante Lea de la Mancha, que se presenta hoy. Pasarán por Zenda, si les apetece, los miércoles.

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