Cinthya García Leyva (Ciudad de México, 1985) es investigadora y gestora cultural. Su trabajo se enfoca en prácticas interdisciplinarias e intermediales. Es directora de Casa del Lago y conductora de la serie Islas resonantes para Radio UNAM. Presentamos una muestra de La materia del sonido, proyecto en el que es la editora invitada y la autora del prólogo. El libro forma parte de la colección Disertaciones de Gris Tormenta: antologías alrededor de un tema debatido por un grupo heterogéneo de voces o alrededor de una pregunta que sugiere una disertación colectiva. Participan Xenia Benivolski, Guillermo Canek García, Brandon LaBelle, Jota Mombaça, Aki Onda, Daphne Oram, Bárbara Perea, Eva Posas, Pascal Quignard, Éliane Radigue y Youmna Saba. La propuesta se estructura alrededor de varias preguntas como ¿Dónde están los límites sensoriales, filosóficos y sociales de lo sonoro? ¿Y cómo ese flujo de vibraciones compone la armonía, el suspenso, la singularidad de una lengua, de un sonido? Los once autores que participan han centrado su actividad creativa en la música, la literatura o el arte contemporáneo, y en sus obras conviven continuamente la escritura sonora y la escritura literaria, interactuando entre ellas y en ocasiones incluso solapándose. Estos textos, escritos en tan distintos años y desde tan diversos contextos, pueden coincidir en un libro como este porque, como dice García Leyva, casi todos apelan «a la escucha como modo en el que ese cuerpo legible y lector se introduce en el mundo. El cuerpo vivo que escucha y entonces respira: una demanda que es tanto física como erótica». A continuación, compartimos un extracto del ensayo «La voz más hermosa del mundo», de la artista, compositora y musicóloga Youmna Saba, traducido por Patricio Cevallos Ovalle.
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La voz más hermosa del mundo (fragmento)
Con frecuencia, para divertirme, juego reconstruyendo tu voz en mi mente: te imagino pronunciando palabras en distintos idiomas; murmurando mi nombre, por ejemplo, con su acento en la segunda sílaba. Me niego a corregirte. Hablas en un firme y valeroso tono —una interpretación fluida, que deja pasar, ocasionalmente, algunos tics lingüísticos, clics linguales e inhalaciones que tratan de aspirar los pensamientos que se te escapan (una forma de estimular la imperfección que me conforta difuminando las fronteras entre lo que soy y lo que parezco ser).
El trazo de tu voz se refleja en los muros interiores de mi cráneo, un espacio cerrado y sin embargo vibrante; sonidos en bucle.
Ya es tarde, y estoy empezando a perder tu voz en mí, a confundir sus sonidos con cansancio y, quizá, también con hastío. Dejo ir una exhalación para llenar el silencio; de acuerdo con al-Kindī (Kufa, 801 – Bagdad, 873), esta exhalación, az-safīr, constituye «la sustancia de la voz».
Un día de verano de finales de los ochenta en Bayyāda (Líbano), mi tía nos introdujo a mi hermano, a mi hermana y a mí a la música de Georges Brassens (Chanson pour l’Auvergnat, volumen 3, 1974). Yo tenía tres años.
Recuerdo que después de haber escuchado una y otra vez el tema principal le pregunté si Brassens tenía la voz más hermosa del mundo. Para mi sorpresa, ella simplemente respondió que no, que no la tenía, y que ese no era el criterio para apreciar su música. Debo admitir que me tomó algo de tiempo (casi treinta años, de hecho) entender por qué había hecho esa pregunta, entender esa necesidad de estar escuchando «la voz más hermosa del mundo». Era como si hubiera escuchado un sonido por primera vez y hubiera sentido la necesidad de atraparlo para que no se diluyera, de encuadrarlo y modelarlo con adjetivos y superlativos; era mi manera de darle una forma con la que fuera posible percibirlo, para que pudiera reconocerlo y recordarlo.
La palabra árabe ṣawt significa al mismo tiempo «voz» y «sonido». Para diferenciarlas, es necesario determinar la fuente que emite el sonido: entonces puedes decir «ṣawt alinsān», literalmente «sonido del humano», para distinguirla, por ejemplo, de una voz de un llanto animal: ṣawt al-ḥayawān. Ṣawt nos permite imaginar una perspectiva centrada en el sonido no antropocéntrico, un objeto que existe en sí mismo y le concierne a todo lo que esté en movimiento; una «materia» aún no circunscrita, modelada y delineada hacia un fenómeno específico; una «materia» en movimiento; un movimiento que atraviesa un espacio, hace de ese espacio su fuente emisora y se convierte en el sonido que se le ha atribuido. Desde este punto de vista, la voz es un sonido que ha cobrado forma gracias al espacio humano hecho de huesos, cartílago, músculos y dientes.
Ya es tarde, y el lenguaje con que escribo y el lenguaje con que me hablo empiezan a fusionarse. Malabareo ambos; sustituciones lingüísticas creando espacios de significado; quimeras con voces enredadas, a veces revelando ramales secretos, a veces caminos sin salida.
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Autor: Varios autores. Edición y prólogo: Cinthya García Leyva. Título: La materia del sonido. Editorial: Gris tormenta. Venta: Todos tus libros.



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