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La realidad sospechosa

El noir, del que es además profundo conocedor y fino analista, estuvo ya presente en la primera obra de ficción del granadino Justo Navarro, El doble del doble. Bastantes y diversas peripecias han salido de su pluma desde entonces, treinta años atrás. Pero esa querencia es tan fuerte que ha llegado a ocupar un espacio específico en fechas recientes, en que ha alumbrado su propio policía, el comisario Polo, del Cuerpo General de Policía, a cuyo cargo corre descubrir malandanzas en Gran Granada y Petit París. Formando, por ahora, una trilogía, añade nuevas pesquisas del veterano detective en Bologna Boogie. Que forman una saga acerca del personaje destartalado (dos metros de escepticismo andante) y escrupuloso profesional (“Tengo menos ideología que un destornillador”) lo sugieren los muy intencionados títulos de los libros, en cada uno de los cuales campea el nombre de una ciudad distinta: Granada, París y, ahora, Bolonia.

"Justo Navarro utiliza la trama policiaco-criminal para desarrollar ese gran asunto suyo, la apariencia engañosa del mundo"

Mas el autor no pretende recrear estampas de una misma época, los años cuarenta de la pasada centuria, aunque el rigor descriptivo sí cumpla con notaciones veristas de valioso costumbrismo y se adorne con un rasgo característico del momento, en este caso el baile de moda, el boogie o woogie, que funciona como hilo ambiental del relato. Se trata de plasmar lo que bulle bajo la realidad aparente. Se trata, recalco, de ahondar en la realidad sospechosa. Y es que en estas novelas Justo Navarro utiliza la trama policiaco-criminal para desarrollar ese gran asunto suyo, la apariencia engañosa del mundo.

Polo viaja a Italia con la encomienda de esclarecer la desaparición del joven profesor de Derecho Guillermo Sola, residente en el Colegio de España, sospechoso de un asesinato. Primero entra en contacto con un viejo conocido de anteguerras, su orwelliano y tenebroso colega italiano Bernagozzi, que permite al autor un vivaz e ingenioso retrato de relaciones de pícaro a pícaro. Y acto seguido amplía sus averiguaciones a un amplio círculo de posibles relaciones de Sola. Polo no consigue ningún fruto durante la mayor parte de la novela porque se ve envuelto en una maraña de hipótesis, sospechas y mentiras. El nuevo gobernador granadino le insta el retorno, pero se hace el loco hasta resolver el enigma y regresar. Misión cumplida: aunque no aclararé el desenlace porque en esa incertidumbre reside un primer aliciente del libro, un intenso gancho argumental.

Justo Navarro utiliza la horma genérica de la narración policial y le aporta signos distintivos: la envoltura un punto pintoresca y otro punto expresionista de los personajes, el énfasis en su incierta personalidad (el doble, tema recurrente del granadino), la insistencia reiterativa en tramas sospechosas, una visión de los sucesos entre behaviorista y especulativa que supera la dificultad de conciliar ambas perspectivas y un sabroso jugueteo irónico humorístico. A ello se añade, quizás como nota anecdótica más pronunciada que las otras, la condición gafe de Polo, quien convierte en víctimas a aquellas personas a las que se acerca.

"¿Qué mejor manera de revelar los interrogantes que suscita el mundo que encadenando interrogaciones gramaticales?"

Esa horma vale en sí misma como atractiva novela criminal alimentada con asuntos sensibles de ayer, de la Italia posterior a la derrota del fascismo, y de fácil proyección en la actualidad. Por una parte, las cloacas del poder (“el Estado consiente a sus servidores actos que jamás permitiría si no los considerara necesarios para la conservación del Estado”, sostiene Polo). Por otra, forzadas conspiraciones político religiosas (una extravagante red neofascista-monárquico-católica americana) que subrayan la inestable situación italiana después de la reconquista de la península por las fuerzas aliadas. No acaba en ello, sin embargo, el alcance de Bologna Boogie porque no es lectura de entretenimiento, aunque también se lo proporcione a un lector atento, no al husmeador corriente de best sellers. La novela va más allá. Va a lo dicho, a señalar la incertidumbre de lo real. Lo real es un conjetura o un continuado interrogante. De ahí una marca estilística fundamental. Incluso en una lectura apresurada —algo contra natura, porque el texto exige calma, y hasta resulta conveniente la relectura del comienzo— llamará la atención la abundancia de oraciones interrogativas, que se encadenan sin cesar y que constituyen una especie de hebra narrativa. No recuerdo una sola novela tan generosa en enunciados interrogativos. El acierto expresivo es notable. ¿Qué mejor manera de revelar los interrogantes que suscita el mundo que encadenando interrogaciones gramaticales? Así se da respuesta estilística a la casi filosófica afirmación de Bernagozzi: “Si nos empeñamos en imponer una coherencia falsa a las cosas, deformamos la realidad”.

El fondo de pensamiento de Bologna Boogie no tiene la densidad aparente de relato especulativo porque antes la percibimos como una atractiva novela de suspense. Al igual que ocurre en sus últimos libros, Justo Navarro practica el gusto por contar una historia y se aprecia lo mucho que disfruta en presentar una peripecia compleja que, además, monta con sofisticada pericia. También disfruta, y se nota, en la escritura de una prosa personalísima. Esa lectura absorbente por causa de lo que ocurre, tanto por el interés de las anécdotas como por la singularidad de los personajes, no opaca un sutil mensaje: no podemos fiarnos de la realidad aparente, el mundo es un auténtico trampantojo.

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Autor: Justo Navarro. Título: Bologna Boogie. Editorial: Anagrama. Venta: Todostuslibros y Amazon.

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