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La resurrección de los bisontes

La resurrección de los bisontes

Resulta meritorio que, siendo ya un escritor consolidado, que lleva años en la difusa frontera que separa lo masivo y lo independiente, Jon Bilbao haya decidido dar un giro en forma y fondo a su trayectoria. Salvo gloriosas excepciones todos los creadores deberían hacerlo. Quienes durante la madurez continúan instalados en la misma fórmula de los primeros años corren el riesgo de que sus últimas obras sean una parodia de sus inicios. En su nuevo giro no ha abandonado Estados Unidos, pero mira hacia otra tradición. La posmodernidad siempre le había interesado —prueba de ello es, por ejemplo, su prólogo y traducción de La pata del escarabajo, de John Hawkes— pero no tenía tanto peso en su obra como el realismo sucio. Este nuevo giro comenzó con su anterior obra, titulada Basilisco, también protagonizada por el buscavidas John Dumbar. En ambas novelas arriesga al máximo y explora territorios muy poco frecuentes en la literatura española. Quien no escribe, o no ha entrado hasta el fondo en los lodos de la técnica literaria, no es consciente de la dificultad que suponen la estructura y la escritura de una obra como Araña, no tanto por la superposición de géneros, tiempos, estilos y espacios diferentes, tampoco por los vínculos fluidos entre ficción y realidad, sino por cómo evita la saturación y la sobreescritura, vicios bastante frecuentes en la literatura posmoderna que alejan, irremediablemente, al lector. Así ha ocurrido con tantos experimentos, que pueden apasionar durante diez, 20, 30 páginas pero acaban en la estantería, con un buen recuerdo, pero olvidados para siempre. Jon Bilbao, sin embargo, es consciente de la importancia del lector y de la necesidad de que no cierre el libro entre bostezos, harto de tanto giro y tanta referencia.

"Esta sobriedad se combina con alardes de libertad formal, de coordinación entre el salvajismo de lo narrado y el ritmo elegido que dotan a su obra de una insólita riqueza"

En Araña y en su predecesor, Basilisco, encontramos, por un lado, a un personaje llamado Jon, trasunto del propio autor, y sus peripecias familiares y laborales, a veces envueltas en brumas e irrealidades, y por otro a una de sus creaciones, John Dumbar, un buscavidas que habita en un territorio legendario, situado en un oeste crepuscular, próximo al creado por Cormac McCarthy. Allí vive aventuras entre lo alucinado y lo macabro, con toques lisérgicos que lo aproximan al cómic —el teniente Blueberry es una referencia indiscutible—, a cineastas underground como Alejandro Jodorowsky o al spaghetti western de Sergio Leone quienes, no en vano, ya mezclaron la estética clásica del western con elementos psicodélicos y heredados de la cultura europea.

El cambio también afecta a la forma. Bilbao sigue siendo capaz de mostrar contención y matices en las emociones. Así lo hace, por ejemplo, cuando describe con sutileza los vericuetos de Jon y de su exmujer: “Poco a poco se iba convirtiendo en un desconocido, bien porque estaba cambiando, bien porque gradualmente iba aumentando la parte de su vida sobre la que no le hablaba y sobre la que no tenía derecho a compartir”. Esta sobriedad se combina con alardes de libertad formal, de coordinación entre el salvajismo de lo narrado y el ritmo elegido que dotan a su obra de una insólita riqueza: “El caudal de fango arrojaba animales a la isleta de piedra, la mayoría muertos, aunque algunos, aparentemente cadáveres, volvían a la vida al notar suelo firme bajo las patas, transformados, al margen de su especie y de su calibre, en monstruos”. Pocos escritores, y no solo en lengua española, son capaces de utilizar el lenguaje con tanto criterio y con un doble objetivo: su propio brillo y los fines de la obra.

"No es Araña una novela fragmentada o, lo que es lo mismo, no hay que forzar la definición del género para llamarla novela. Lo es por pleno derecho"

Por supuesto, como ocurre siempre en la obra de Bilbao, cuente lo que cuente, y adopte la perspectiva que adopte, mantiene el punto de vista, el control sobre lo que está narrando. Ese dominio permite que no caiga en la inverosimilitud, pese a la cercanía continua a lo fantástico. También continúan referencias clásicas de su narrativa, como es la presencia de animales de todo tipo y condición, que hacen de contrapunto salvaje a lo humano. Aunque, al menos en la zona del oeste, en ocasiones los animales sean más moderados en su comportamiento que los humanos. Tanto en Basilisco como en Araña utiliza capítulos autoconclusivos, que sitúan a ambos libros en el límite entre el libro de relatos y la novela. Sin embargo, por su notable pericia técnica, consigue que la aparente independencia de los distintos capítulos-relatos no afecte a la totalidad. No es Araña, por lo tanto, una novela fragmentada o, lo que es lo mismo, no hay que forzar la definición del género para llamarla novela. Lo es por pleno derecho.

En este tiempo de minidramas reconforta encontrar a un escritor como Jon Bilbao, que posee un mundo propio, arriesga en fondo y forma y, además, entretiene.

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Autor: Jon Bilbao. Título: Araña. Editorial: Impedimenta. Venta: Todos tus librosAmazon, Fnac y Casa del Libro.

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