Ana Lena Rivera ha escrito una novela que es una crónica social que, estando ambientada a mediados del siglo XX, da voz a una generación de mujeres que hoy son nuestras abuelas, bisabuelas e incluso madres.
En este making of Ana Lena Rivera explica cómo escribió La casa de huéspedes (Grijalbo).
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La casa de huéspedes nace de mis recuerdos en el hostal de mis tíos, en la Gran Vía de Madrid. Todos los años veníamos a visitarlos desde Asturias y pasábamos un par de semanas con ellos. Allí descubrí la sensación más parecida a cruzar al otro lado del espejo, pues mi gran entretenimiento infantil era abrir un resquicio de la puerta de la zona privada —reservada a la familia— y espiar por él lo que ocurría en la recepción.
Ahora, desde la mirada adulta, me doy cuenta de que no era más que lo que cualquiera de nosotros hacemos cuando llega alguien nuevo a nuestras vidas: antes de confiar y dejarlo entrar, buscamos todos los indicios posibles para adivinar si la mejorará o si nos pondrá el corazón patas arriba. Si esta es una defensa crucial para nosotros, mucho más lo fue para nuestros antepasados más próximos, los que nacieron antes de la guerra o durante la posguerra, a los que confiar en la persona equivocada podía costarles incluso la vida.
Esas generaciones —la de nuestras abuelas, madres o bisabuelas— son las que se alojan en esta casa de huéspedes.
En la novela se entremezclan hechos de la pequeña historia con la Historia, la de los libros de texto, y con el costumbrismo de la época, desde los remedios para combatir las chinches a la vestimenta o las canciones del momento. ¿Lo más sencillo de documentar? La gran Historia, fácil de encontrar, aunque sean hechos desconocidos para el gran público. ¿Lo más ameno? La parte costumbrista, los programas de radio, los bares y restaurantes, las bebidas más sofisticadas o la moda del momento. ¿Lo más difícil? Contrastar los recuerdos con los hechos históricos documentados, porque cuesta descartar los que no consigo contrastar, cuando encajarían perfectamente en la trama. Pero, para mí, incluir hechos no verificados no es admisible, pues en mi alma escritora se ha colado algo de cronista y necesito que mis novelas se desarrollen totalmente pegadas a la realidad. Quizá por eso, los lectores reconozcan a los personajes como propios, como familia.
Las cinco protagonistas de esta casa de huéspedes y los personajes secundarios que las acompañan nunca existieron, pero sí sus vivencias. Cada pequeño hecho que encuentres en la historia es reflejo de lo que le sucedió a una o a muchas mujeres reales, mujeres a las que no les quedó más remedio que actuar como heroínas sin desearlo para poder sacar adelante a los suyos: viudas, madres solteras, casadas con hombres enfermos o mutilados, que vivieron en una sociedad en la que su trabajo valía menos, pero lo que necesitaban para alimentar a sus hijos les costaba lo mismo. Además, cargaban con las tareas de la casa en una época en la que todo se hacía a mano, atendían a los hijos, a los familiares enfermos y a sus mayores. Ni siquiera disfrutaron del calor que da el reconocimiento de los héroes; al contrario, su esfuerzo solo mereció lástima y desprecio. En una estructura social férrea que asignaba roles innegociables a hombres y a mujeres, los primeros como cabezas de familia, las segundas como cuidadoras del hogar, ellas no encajaban en aquella foto de la familia idílica que se vendía a los ciudadanos. Después, fue la Historia oficial la que las dejó atrás.
Aquí sí vas a encontrarlas. Sus enseñanzas de resiliencia, aceptación y su forma de transformar el dolor en fuerza, merecen ser huéspedes de honor de nuestra memoria. Por eso son ellas las que habitan esta Casa de huéspedes, en la que confío encuentres a tus antepasadas en alguno de sus rincones.
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Autora: Ana Lena Rivera. Título: La casa de huéspedes. Editorial: Grijalbo. Venta: Todos tus libros.


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