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Las mariposas de Cărtărescu

Las mariposas de Cărtărescu

La irrupción de Mircea Cărtărescu en el panorama internacional sirvió para dejar constancia, yo así lo consideré entonces, de la tradición literaria inherente a algunos países donde los usos y las costumbres tienen una presencia preponderante. Ello da lugar a un fenómeno por el que se lleva la palma mi querida Irlanda. Me refiero al hecho de que en un país pequeño y poco poblado —guardián de una riquísima tradición cultural, tercamente asentada— emerja un aluvión de escritores del máximo nivel y contemporaneidad. Características que, por detrás de Irlanda, uno atisba igualmente en otras literaturas «nacionales», tal es el caso de la checa, la húngara o la rumana. Las literaturas irlandesa, checa, húngara o rumana configuran imprescindibles hitos en el acervo cultural de Occidente. Sobra sacar aquí nombres, méritos, títulos… que están en la mente de todos.

De modo que al poco de dar por leída buena parte de la literatura rumana contemporánea (Ionesco, Eliade, Petrescu, Tzara, Sorescu…), y cuando uno pensaba que debería pasar a otras esferas, surge Cărtărescu.

De inicio, Mircea Cărtărescu es, sin duda, un escritor completo, de los que a uno más le interesan, pues ha optado por probar en todos los géneros, destacando por igual tanto en la poesía como en la narrativa, el ensayo o los diarios.

El libro que nos convoca, titulado Los conocedores, reúne tres relatos (cuya extensión nos permitiría hablar de nouvelles) pertenecientes a la trilogía (uno por cada título) Cegador. Estos tres relatos son Los Badislav, El circo y La boda.

Los Badislav.

La historia comienza con siete trineos, en medio de un paisaje gélido, que transportan, entre hermosas metáforas y apabullantes descripciones, los restos de un pueblo arrasado bajo un nuevo Apocalipsis difícil de asimilar al margen de su naturaleza descaradamente onírica y espectral, a partir de una suerte de venganza de los muertos, la indeseable visita de ángeles malignos o la extraña amapola que dejaron los gitanos a su paso por el pueblo y cuya semilla provoca la risa a las mujeres que la siegan ya que sus cápsulas les recuerdan a la zarzamora del miembro de sus maridos. De dicha amapola, ellas, las mujeres, extraen lo que dieron en llamar «la simiente del gitano», cuyos efectos provocan el desvarío en todo el pueblo, a excepción del pope, pues todo el mundo allí se vio arremetido por los efectos nefandos de la alucinación. Paralelamente los muertos del cementerio construyen su pueblo alternativo y subterráneo. Un mundo demoníaco, pesadillesco.

"Asistimos a un exceso de imaginación cuya innecesaria, a nuestro entender, justificación final nos parece perfectamente prescindible, apresurada y un punto infantil"

Un ejército de ángeles llega a la aldea para derrotar a los muertos del cementerio, cuyo pasaje nos hace rememorar el Evangelio de Juan de Patmos; es decir, la lucha seráfica del bien contra el mal.

Cuando los Badislav alcanzan el Danubio, el río es puro hielo. Bajo esa capa transparente habitan enormes mariposas (recurrente presencia en la obra de Cărtărescu) de las que los Badislav llegan a probar su carne.

Todo sucede en el año 1845, lo que confirma una información dada, al principio del relato, un tanto a vuela pluma: allí se encontraba el abuelo del abuelo del narrador (soñador)

Asistimos a un exceso de imaginación —incluso nos indujo a pensar en una recuperación a la europea del realismo mágico— cuya innecesaria, a nuestro entender, justificación final nos parece perfectamente prescindible, apresurada y un punto infantil. Como ocurre siempre que en literatura se pretende justificar lo injustificable a través del sueño. Endeble recurso.

El circo.

¿Pero las orugas también van al Cielo?… Esta y un millón de preguntas más, igual de arbitrarias, nos hacemos al leer a Cărtărescu. Concretamente la relativa a las orugas es una pregunta que me asaltó al poco de iniciar la lectura de El circo. Por otro lado, resulta que en la metamorfosis de las orugas de este cuento, cuando pasan a ser escarabajos, no podemos evitar la evocación de un tal Gregorio Samsa, hasta el punto de intuir que estos párrafos iniciales bien podrían hallar cobijo en la celebrada historia de Kafka, agrandándola y hasta enriqueciéndola. Pero enseguida dejamos a un lado a los molestos escarabajos para adentrarnos —junto al pequeño Mircea— en el Circo Estatal, y allí, en la pista, antes de que comience el deslumbrante espectáculo, asistimos a una caricaturesca reunión ordenada por la Securitate. A la asamblea concurren miembros del elenco circense y, dado que no tienen tiempo para otras distracciones, acuden ataviados con sus vitolas de trabajo: unos visten de payasos, otras de trapecistas, otros de ilusionistas, y así.

"La imaginación desbordada de Cărtărescu nos atrapa en una constante sucesión de anécdotas agazapadas en un riquísimo lenguaje metafórico que agranda los límites de la insalvable imaginación"

En un recorrido pormenorizado por la variopinta galería de artistas, nos detenemos —me detuve— en la enana Katarina, que es malabarista y bailarina y entrega su cuerpecito a todo aquel que desee hacerlo con ella. A modo de receso, se nos informa de la historia personal de Katarina, quien nació en la Georgia de su idolatrado Stalin, y llegó a este mundo dotada de un cuerpo robusto y grande, hasta que a los siete años dejó de crecer para siempre. La enana Katarina recorrió el mundo como parte de las «liliputienses del Gran Circo de Moscú».

En la desbordante descripción de personajes y hazañas nos acompañan los agudos del dixieland sonando de fondo, y entonces se nos escapa un uy de melancolía y añoranza por la incomprensible ausencia, en los tiempos presentes, del Mayor Espectáculo del Mundo. Y es que la imaginación desbordada de Cărtărescu nos atrapa en una constante sucesión de anécdotas agazapadas en un riquísimo lenguaje metafórico —marca del autor— que agranda los límites de la insalvable imaginación.

El caso es que salimos del circo. Sale el niño Mircea con sus papás. Es de noche en Bucarest. Ahí fuera siguen molestando los escarabajos. Quedamos a la espera de que el Hombre Serpiente se decante por nosotros, como le sucedió al pequeño Mircea,

La boda.

Un joven príncipe polaco en el lago Como. En tan idílico entorno tendrá lugar su boda. La narración, como es habitual en este autor, resulta morosa y disgregadora. De nuevo las mariposas: la Familia del joven Witold fue víctima de la «pesadilla de la mariposa y la bola de cristal», aquella que su padre le regaló cuando Witold tenía ocho años. Y cómo no, la boda resultará onírica en un claro contraste entre la ceremonia del convencionalismo propio de la vigilia y la interpretación surgida a partir del tamiz de los sueños traducidos a palabras. Hasta el embarazo de Miriam se escapa a toda lógica, pues no ha sido fruto del desenfreno, sino de un «sueño maravilloso».

"En definitiva, Los conocedores es un libro que muestra a las claras la condición de Cărtărescu en tanto escritor tardíamente posmoderno y, desde luego, claro ejemplo de lo que por ahí vienen llamando la literatura fractal"

El estilo del rumano se vuelve recursivo y disipador, cuando no cansino, por su obsesión por la tautología, el exceso descriptivo y retórico, el gusto por la desmesurada eventualidad de las palabras y la anécdota acotada sin límites —encerrada en un laberinto que ciertamente oprime y es de costosa salida—, la obsesiva presencia simbólica, aquí y allá, de las mariposas y su acelerada metamorfosis, los capullos de amapola, etcétera.

En definitiva, Los conocedores es un libro que muestra a las claras la condición de Cărtărescu en tanto escritor tardíamente posmoderno y, desde luego, claro ejemplo de lo que por ahí vienen llamando la literatura fractal. Como en toda su obra, en este libro —al fin y al cabo, selección de relatos incluidos en otros libros— nos topamos con el resto de los títulos del autor, en una suerte de círculo vicioso y casi agobiante recurrencia, desde luego, no exenta de encomiable propuesta literaria.

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Autor: Mircea Cărtărescu. Título: Los conocedores. Editorial: Impedimenta. Venta: Todos tus libros.

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