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Leer y releer

Leo y releo, pero ahora sobre todo releo. El cuerpo me pide releer, mucho más que antes. Es una necesidad, pero también una apetencia grande. Una nueva etapa, una nueva pasión. Pero también una inquietud, una intranquilidad, espero que muy productiva.

Me debato entre leer lo nuevo y releer lo que ya he leído, que compruebo que casi he olvidado, que casi es nuevo para mí, pero que al mismo tiempo puedo decir que recupero en la lectura, aprendo doblemente con ello.

Recibo por ejemplo los libros de Apuleyo Soto, maestro del verso y de la prosa: Estación Términi (Vitrubio), Sonetos celestiales y terrenales (Vitrubio) y Mi hermosa librería (Oportet). Libros en este caso para leer, no para releer, aunque Apuleyo suena en ocasiones a lo ya leído, es decir, a buena literatura, muy buena literatura. Un estilo fácil y grácil. A veces pienso que la literatura es una y la misma, única, y que toma distintas formas a través de nosotros, los autores, que somos los medios que utiliza para darse a conocer. Pero la literatura sería una y la misma, como una bella e interesante mujer que se viste de distintas maneras.

Son muchos libros, podría poner muchos ejemplos. Pero hoy no se trata de eso, el lector puede imaginarlos: muchos han dado lugar a algunos de los artículos que he escrito en Zenda. Constituyen una sensación contradictoria: por una parte uno siente que no avanza, o que avanza menos, al mirar con tanta fuerza al pasado, pero al mismo tiempo uno siente, siento, que aprende, que aprende mucho, más que nunca, y que incluso las nuevas lecturas que pueda hacer se apoyan en estas relecturas que me enseñan a leer y escribir el presente. Y el futuro.

Releyendo vemos cómo ha cambiado el libro mientras nos hemos dedicado a otros, y no sólo a leer, también a vivir, algo tan importante a lo que solemos prestar, en ocasiones, poca atención. Tan concentrados estamos en el vivir que nos olvidamos del propio vivir, de paladearlo.

Releyendo el lector, el relector, también puede ver cómo ha cambiado él mismo.

¿Significa esto que me he hecho mayor, o por lo menos que he entrado en una madurez? ¿Significa que estoy en una nueva etapa?

Releo libros que ya he leído, pongamos que hace veinte años, o hace más de veinte años. También vuelvo a autores que leí hace mucho, con libros que ya había leído, y que apenas recuerdo, u otros libros suyos que aún no había leído.

¿Esto es bueno, es malo? ¿Me favorece como escritor, que es lo que más me interesaría? ¿Me favorece como lector? ¿Como persona? Me doy cuenta de que releer estos libros y estos autores supone también releer la vida, mi propia vida. Yo siento que he cruzado, por lo menos, la mitad de la singladura.

Pero aprendo mucho en estos libros viejos. Ya digo que en buena parte los he olvidado, aunque sospecho que viven en lo más profundo de mi ser y de mi memoria, disfrutando una vida propia que se me antoja inmortal, y que va surgiendo en todo lo que digo y en todo lo que escribo, en todo lo que vivo. Releyéndolos los despierto. Siento que yo soy esos libros, y que ellos forman parte indisoluble de lo que soy, y forman parte decisiva de mi vida y de mi proceso creativo. Pienso ahora que leer una novela es meterla dentro, llevarla de fuera adentro, mientras que escribirla es llevarla de dentro afuera, aunque tal vez antes estuvo fuera también, en forma de vida, también de libros, de películas, de historias.

Llamo a Arturo Pérez-Reverte. Lo encuentro, por teléfono, en su barco, cerca de Cartagena, porque me dice que necesitaba un descanso. Me dice que está leyendo, en esos momentos, a Agatha Christie, un volumen que tiene cinco novelas de Agatha Christie. Sé lo mucho que le gusta la escritora y lo mucho que la frecuenta, que la relee.

“Uno relee más que lee cuando ha leído mucho —me dice—. Representa la madurez del lector. Yo ahora releo mucho más de lo que leo. Vuelvo a Aristóteles, a Platón, a Marco Aurelio. Releyendo puedes ver si lo que te gustó te sigue gustando, si te parece mejor, o te parece peor. Y actualmente lo que más me apetece es lo policíaco. Yo desde hace mucho releo más que leo. Ahora sólo releo, y leer leo los libros de los amigos, como tú”.

Yo sé que lee, por ejemplo, los libros de Juan Eslava Galán.

“Las relecturas se pueden deber a dos factores” —me dice—, “a que las novelas de ahora son menos potentes que las de antes, o a la madurez del lector”.

Aproveché para preguntarle por qué no hacía ya el tipo de libro de sus primeras novelas, cultural, policíaco, de misterio… el tipo de La tabla de Flandes y El club Dumas, libros, por cierto, que forman parte de mis relecturas y que en su momento leí con entusiasmo. Es una cuestión que me rondaba en la cabeza. Me respondió que quizá ahora, en estos momentos, lo estuviera haciendo con la novela en la que trabaja, aunque había que tener en cuenta, me dijo, y es muy cierto, que sus libros son muy variados.

En el fondo Arturo ha seguido siendo siempre Arturo aunque haya tomado otros caminos, buscando la novedad de géneros que ya no se hacían, como el folletín en el Capitán Alatriste. Arturo busca ya desde esos primeros libros divertirse, de ahí también que vaya cambiando de género, como buen lector que es, y buen relector, por cierto.

Al novelista Ignacio del Valle, autor por ejemplo de El tiempo de los emperadores extraños y Cuando giran los muertos, le ocurre este fenómeno desde hace tiempo. Pero él ya tiene una forma peculiar de leer. Lee muchos libros a la vez, “como todos los escritores”, me dice.

Hace unos años, cuando tenía 45, sintió que se quedaba “en página en blanco” para escribir. Entonces decidió organizarse las lecturas, algo que le ha funcionado: tiene en su casa varias “torres” de libros, según temas y géneros, más de veinte “torres”. “Yo creo que de este modo el inconsciente relaciona unas cosas con otras y es mucho mejor.”

También me dijo Ignacio del Valle que él, desde hace tiempo, siempre está leyendo a los clásicos grecolatinos; siempre tiene en su mesa a un autor romano o griego. Es curioso, o no tanto, cómo Arturo Pérez-Reverte también mencionó sus frecuentes lecturas de los clásicos de Grecia y Roma, y es muy conocida la afición de Raúl del Pozo por estos clásicos, cimientos de nuestra cultura.

Raúl del Pozo lee fundamentalmente para escribir, ahora para escribir sus artículos. Dice que escribir un artículo diario es muy duro y que no le da tiempo para leer apenas, dejando fuera lo que lee para documentarse. A un libro de unas 400 páginas le tiene que dedicar diez días y eso es mucho tiempo para él. Lo lee si va a escribir sobre él.

Me gusta mucho una idea que da sobre las relecturas en la edad madura: “Haces tu síntesis, releyendo lo que más te ha gustado de lo que has leído realizas tu síntesis personal.”

Yo siempre pienso en el tiempo que lleva leer, siendo algo tan fundamental para un escritor. Sólo en leer se van muchas horas. ¿De dónde salen esas horas? Yo creo que sólo una dedicación muy grande a la literatura puede proporcionar el tiempo y las ganas que requieren leer y escribir. Quizá sólo la vocación pueda explicar este fenómeno.

Marina Casado, profesora, periodista y escritora, que acaba de publicar la novela negra La manzana de Eris (Cuadernos del Laberinto) y que yo creo que es una gran vocacional, me dice que ahora apenas tiene tiempo ni siquiera para leer otros libros que los que le mandan leer en la Universidad, y menos todavía en tiempo de exámenes.

Marina Casado es licenciada en Periodismo y doctora en Literatura Española. Ahora está estudiando la carrera de Filología Hispánica. Pero ella es muy joven tal vez para iniciar la fase de las relecturas, pues nació en 1989. Yo calculo que esa fase empieza a los 40 o 45 años aproximadamente y, como decía Pérez-Reverte, cuando uno ha leído mucho, como suele ser el caso de los escritores o como era el caso antes, quizá, porque ahora hay muchos escritores jóvenes tengo entendido, que proclaman que escriben sin leer, algo que sinceramente no entiendo muy bien.

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Ricarrob
Ricarrob
1 año hace

Quizás son temporadas. La situación de nuestro ánimo siempre es importante. Algunas temporadas releemos más que otras. Quizás cuanto más nos embarga la nostalgia. Quizás buscamos releernos a nosotros mismos cuando releemos. Quizàs evocamos no solamente una lectura, una trama, que nos gustó sino también el momento, el lugar y la compañía que conformaron aquella lectura. Quizás estamos rememorando… muchas cosas. Quizás algunos siempre estamos releyéndonos…