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Lepisma y el contexto

—Quiero creer que siendo daltónica tú no serás racista, ¿verdad?

—Por supuesto que no —me aclaró—. Yo no tengo nada contra vosotros los azules… Eso sí, no os juntéis con nosotros los amarillos, que luego nacen hijos verdes.

Rio porque, por supuesto, Margarita, directora de la obra teatral que íbamos a representar en el psiquiátrico de San Humbértigo, pero paciente del mismo centro al igual que yo, se estaba riendo de su propia y distinta capacidad de percibir los colores. Eso, sin embargo, llegó a oídos de Sergio, correveidile de la institución, y presto acudió al equipo directivo para denunciar que en los pabellones se realizaban mofas sobre el daltonismo. Por una vez creo que las autoridades del centro actuaron de modo correcto y le dijeron que no había ningún problema en la broma, puesto que lo importante y lo que había que entender era el contexto.

—¿Contexto? —el semblante de Sergi reflejó una total extrañeza—. ¿Qué cojones es eso?

Y se marchó, para volver al cuarto de hora portando un grueso volumen que rezaba en portada Diccionario enciclopédico: Edición revisada para el siglo XXI, y también una acusación: la de que se estaban inventando palabras raras para así justificar la opresión que sufrían las personas que percibían los colores de un modo distinto.

—¿Lo ven? —abrió el libro por la página que tenía marcada y señaló una columna—. De la definición de «contestar» se pasa directamente a la de «contienda». No existe, por tanto, eso de «contexto». O, como mucho, será un término en desuso que hoy en día nadie conoce.

El gabinete presidido por el doctor Tovar fue inflexible: Margarita no sería sancionada y seguiría dirigiendo Parchís: El musical más loco. Aún recordaban cuando el año anterior, para no molestar a los pacientes mexicanos, cancelaron una obra basada en los dibujos de Speedy Gonzales y lo único que consiguieron fue un motín en el psiquiátrico por parte de los supuestos ofendidos que arrasaron el hospital al grito de: “¡Que no nos toquen a nuestro Speedy! ¡Ándale, ándale, arriba, arriba! ¡Yiiiiiija!”.

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