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Los siete magníficos

No era el Palacio de la Música, ni siquiera el Cine Azul; no se apagaron las luces ni se encendió la pantalla; no olía a palomitas ni rugía el león de la Metro, pero cuando hicieron su entrada los Siete Magníficos, la sala del edificio de Telefónica se levantó en un solo aplauso. Eran las doce del mediodía y allí estaban los Cowboys de Medianoche: Torres-Dulce, Luis Herrero, Luis Alberto de Cuenca y José Luis Garci, acompañados por el periodista deportivo Joseba Larrañaga, además de Chema Alonso y Arturo Pérez-Reverte, estos últimos ejerciendo de regidores de honor en un acto organizado entre amigos para celebrar tantas cosas: los 40 años de Volver a empezar, el cine, el primer Oscar a una película española… Pero, sobre todo, para homenajear a Garci, que comenzó a hablar y obró el milagro, como si por primera vez en su vida hubiese gritado: «¡Luces, Cámara, Acción!». Nunca lo hizo como director; prefería invitar al actor diciéndole algo así como: “Tómate la acción, estamos rodando ya”.

Aquella mañana José Luis Garci comenzaba a hablar frente al público como en un plató mientras afuera la Gran Vía se tornaba fabulosa: volvían a iluminarse los catorce cines de su infancia y un poco más abajo, en Callao, Spencer Tracy y Liz Taylor ocupaban el gran cartel del Capitol; brillaban a la luz de los recuerdos el cabaret Pasapoga, los billares, Zapatos Segarra y hasta el bostoniano hotel Florida.

"Y efectivamente, John Sturges nunca fue Kurosawa, pero con permiso de John Ford, Howard Hawks y Garci, ellos en el escenario eran siete y yo ya tenía mi metáfora"

Desde mi butaca miraba a aquellos Siete Magníficos, y a diferencia del director, que besó por primera vez a una chica en el Retiro echando de menos la banda sonora, yo podía escuchar perfectamente la música de Bernstein recortada sobre el fondo de Morelos. Y efectivamente, John Sturges nunca fue Kurosawa, pero con permiso de John Ford, Howard Hawks y Garci, ellos en el escenario eran siete y yo ya tenía mi metáfora.

Cada uno desarrolló (de pie o sentado) el tema asignado (literatura, deporte, medios de comunicación, cine) ante un Garci que sonreía, hacía alguna observación (“esa frase es buena”) y recibía el cariño y la admiración de sus compañeros como hace cuarenta años recibió el Oscar: con una humildad que sólo poseen los grandes.

Por todo eso, esta crónica debe tener hoy una obligada forma de guion. Por orden de aparición:

Comienza Pérez-Reverte: “El cine que Garci nos ha ido contando es el cine que hemos sido”, afirmó rotundo. Y luego siguió con la fe: “El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo en la religión de Garci y en la de muchos de nosotros es John Ford”. Para terminar con la cita de un clásico grecolatino, o tal vez se tratase de uno de los personajes de sus novelas. Sea como sea, era frase revertiana: “Para conocer a un hombre basta con observar a quienes lo quieren y lo respetan. Vamos a escuchar a Garci, y así sabremos por qué lo queremos tanto.”

"La azafata le acercó el micrófono a un conmovido Enrique Herreros que, en un hilo de voz, sólo alcanzó a decir unas pocas frases"

El público aplaudió. Entre los presentes: el gran Cuartango, Cowboy legendario y hoy triste recordando a Sánchez Dragó; José Peláez, articulista duro de ABC con su inconfundible camiseta de Los Ramones; Guillermo Garabito, unos de los mejores columnistas del panorama, que aún no sabemos cómo consiguió que le reservaran una butaca a su nombre; el viñetista Puebla, que acaba de publicar libro con prólogo de Garci en la bella editorial Reino de Cordelia; Jesús Calero tomando notas a mano, con la elegancia anacrónica de un periodista de raza; David Summers haciendo temblar a todas las chicas de la sala; Jabois, moreno de las playas del norte; Paula Torres, nuestra Enid Blyton rubia, y el mítico Enrique Herreros en silla de ruedas, del que Garci dijo, interrumpiendo un momento el curso del acto: “Él es mi amigo, mi hermano de cine y de llamadas y de viajes y de aventuras. Me siento como un impostor celebrando hoy este Oscar y esta película, porque ya no queda nadie. Solo mi querido Enrique Herreros y yo, y la luz gris de Asturias. Hablamos, aquella noche del Oscar, de muchas cosas, ¿te acuerdas, Enrique? Del cine, de tu padre, del mío. Nos bajamos y vimos a Pilar Miró vestida de amarillo (Dios mío). Tomamos una copa y nos fuimos al Pavillion. Echamos la meadilla del miedo y nos encontramos allí, en los baños, con Paul Newman y Jack Lemmon. Después fuimos al baile del Gobernador, ya con el Oscar, y allí me encontré con un jovencísimo Spielberg y le dije en inglés que era el mejor director del mundo y que en el futuro iba a tener muchas de esas en su chimenea. Enrique esa noche durmió con la figurilla. Cuando regresé a España me dijeron: “Prepárate, porque tú no eras el hombre indicado para ganar esto”.

Joseba Larrañaga, David Summers, José Luis Garci, Arturo Pérez-Reverte, Luis Alberto de Cuenca y Chema Alonso.

La azafata le acercó el micrófono a un conmovido Herreros que, en un hilo de voz, sólo alcanzó a decir unas pocas frases, las más hermosas de la mañana: «No puedo hablar. Estoy emocionado. Adiós». Todos pudimos ver por primera vez a Garci con los ojos húmedos. Se parecía mucho a John Wayne en La legión invencible, calándose las gafas (¡el centauro del desierto con vista cansada!) para leer la dedicatoria que sus hombres le habían grabado en el reloj de oro de su despedida.

Es el turno de Chema Alonso, que cuenta cómo se conocieron: “En 2017 El Mundo nos juntó para hablar de tecnología. Y efectivamente, con el tiempo comprobé que Garci ama la tecnología a su manera; es un gran podcaster y lo demuestra en la radio cada día y además ha reinventado el wasap: en un tarjetón de Nickleodeon escribe lo que me quiere decir, se lo da a Josito para que le haga una foto y luego éste me lo envía a mí por wasap.

"Luis Alberto de Cuenca habla de la literatura en Garci: es un buen escritor de guiones"

Luis Alberto de Cuenca habla de la literatura en Garci: “Es un buen escritor de guiones”, dice mientras echa una mirada al reloj y se excusa: “Sé que no me puedo pasar de 10 minutos porque si no, Arturo Pérez-Reverte me echa de aquí”. Y sigue con Garci: “Aficionado a las tetralogías, Beber de cine, con prólogo de Manuel Alcántara, es de mis favoritos. Lo devoré como devoraba los tebeos y los cómics (ambos venimos de los tebeos y el cine de barrio; somos niños de posguerra). Y en otro de sus libros, Morir de cine, la dedicatoria a sus padres nos dice mucho más de José Luis que muchas de las biografías que le han hecho. Autorizadas o no». Continúa enumerando: “A Garci le encantan las listas; algo que nos ha contagiado a los Cowboys y que son como confesiones caóticas (como diríamos los retóricos). Los títulos de las películas, los libros o los artículos de Garci son sorprendentes y sorpresivos. Y no solo para él; los va regalando también a sus amigos. Y qué decir de su memoria, ¡Dios mío! Es milagrosa”.

Garci contesta: «A estas alturas no sé si tengo buena memoria o la maldición de no olvidar, como decía un personaje de El Crack Cero. Yo aprendí el cine de Hollywood viendo cine de Hollywood. Y no me complicaba poniendo la cámara en el suelo con el punto de vista de perro, porque en la escena no había perro. Creo que he sido nominado cuatro veces a los Oscar porque hablo el lenguaje cinematográfico norteamericano. O me acerco mucho a él».

José Luis Garci y Luis Alberto de Cuenca

Luis Herrero se pone de pie para evitar las consecuencias de un asiento electrificado por Arturo, “quien nos ha persuadido de esta manera para que nos ajustemos a los diez minutos de rigor”. Y comienza: “Tengo que hablar de Garci y los medios de comunicación. Y bueno. Uno puede pisar un Cavia, un González-Ruano o un Oscar en el jardín de Garci, por lo que hay que andar con cuidado, como Reverte en sus guerras, porque es un campo minado de premios. Hablar de Garci y de los medios de comunicación es, sencillamente, hablar de Garci».

"A continuación, el periodista deportivo Joseba Larrañaga, tiene que hablar del homenajeado y de su tríada deportiva: boxeo, fútbol y atletismo"

Cuenta Herrero aquella anécdota de la radio en un lejano año de 1982, cuando trataban de decidir un horario adecuado del programa que se ajustara a la audiencia, acostumbrada a que éstos comenzaran a una hora fija. Sin embargo, Garci se mostró inflexible: “El programa de radio empezará cuando acabe la película del sábado”. “Garci es Garci en cualquier medio; es bueno en todos, porque es el mejor narrador oral que conozco. De todo, destaco su independencia, como la del recientemente desaparecido Sánchez Dragó. Rindo un homenaje aquí también a Arturo, cortado por el mismo patrón de libertad e independencia que tienen los grandes. Y finalizaré señalando algunas de las aficiones de Garci que son bisílabas, como su apellido: no-che, li-bros, mu-jer, char-la, cóc-tel, pú-gil, Os-car…VI-DA».

Garci sonríe a su amigo y confiesa que el medio que más le gusta es la radio, “porque es mi infancia recuperada” y porque la radio “nos afilaba cada día la imaginación”.

A continuación, el periodista deportivo Joseba Larrañaga tiene que hablar del homenajeado y de su tríada deportiva: boxeo, fútbol y atletismo. Le pide al director que cuente la anécdota de la pista de atletismo y Garci no se hace esperar, narrando como siempre, como si estuviese localizando exteriores: “Pista de ceniza de 300 metros de la Ciudad Universitaria. El encargado de las duchas era Teodoro (solo una vez bajé de 5 minutos en 1.500 metros; yo era un desastre), y una tarde después de entrenar estaba duchándome y el tal Teodoro me miró y me dijo una frase que entonces se decía mucho: Chaval, dedícate al cine”.

El público ríe, divertido y Joseba aprovecha para poner el dedo en la llaga: “¿Por qué es usted del Atleti?”. Garci reconoce que para él el Atleti es un misterio, algo difícil de clasificar, aunque finalmente confiesa: «La época de posguerra era tan gris que el Atleti nos daba el color que nos faltaba (todos los demás equipos importantes iban vestidos de blanco)».

El periodista deportivo cierra, con el boxeo, la trilogía deportiva de Garci: “¿Hay belleza en un cuadrilátero?”. Garci suspira: “El boxeo es una lucha; una pelea. Nadie juega a boxear. A nivel filosófico, mi amigo Cuartango podría sacarle mucho jugo: el tiempo, la vida, la medida de las fuerzas… Cine y literatura se nutren igualmente del boxeo. Garci cierra los ojos y sonríe: “Y además, vinculado a mis recuerdos del boxeo está el ambigú del Bibi, del madrileño Campo del Gas. En esas noches de verano solo había dos baldes de hielo y las bebidas se calentaban. Sin embargo, te acercabas con Alfredo Landa al ambigú y eso era un seguro de vida, porque con él siempre te ponían un hielo de más”.

"Para terminar, cumpliendo con los revertianos diez minutos, Torres-Dulce recuerda aquella noche de Hollywood en la que había muchos fantasmas vivos a la manera de Henry James"

Ahora el turno es para Torres-Dulce, que habla, finalmente, de cine: “Como soy de la tropa del Capitán Alatriste y John Ford, voy a hablar de pie (Howard Hawks siempre lo hacía sentado), y así dejo claro, por si había alguna duda, de que mi fordianismo sigue intacto”.

Y sentencia: “El cine es una vida de repuesto, y esa frase que siempre me ha parecido magnífica, quizás valga para el resto de nosotros; no así para Garci, que ha demostrado que para él cine y vida se confunden. Incluso aún diría más, y tratándose de Garci es mucho: el cine es para él un cóctel perfecto donde todo se mezcla con resultados sorprendentes: sueños, ideales, directores, amor, belleza, libros, amigos, música, infancia”.

Para terminar, cumpliendo con los revertianos diez minutos, Torres-Dulce recuerda aquella noche de Hollywood en la que “había muchos fantasmas vivos a la manera de Henry James”, donde un chico de Narváez que amaba el cine y creció en una sala oscura, aquella noche de los Oscar fue de nuevo (o también) ese niño asombrado en la inmensa sala vacía del Palacio de la Música mientras sus padres buscaban el bolso perdido. Y concluye, conmovido: “Por eso nunca nunca necesitó mirar a la cámara; porque ya miraba a la vida”.

Enrique Herreros, Eduardo Torres-Dulce, Joseba Larrañaga, David Summers, José Luis Garci, Arturo Pérez-Reverte, Luis Alberto de Cuenca, Chema Alonso y Luis Herrero.

El acto, como una buena película, nos condujo al The End sin que nos diéramos cuenta, mientras los espectadores mirábamos a aquellos Siete Magníficos sabiendo que sí, que tenían razón, que el cine de Garci perdura porque está hecho del material de las historias universales, y yo no podía dejar de observar a aquel hombre octogenario de treinta años, cuatro veces nominado a los Oscar, miembro de la Academia de Hollywood, productor, crítico, presentador de televisión, autor literario, guionista, que sonreía emocionado entre los Siete teniendo la certeza de que las mejores amistades son las de los westerns: algunas pocas palabras, mucho whisky y la seguridad de que te cubrirán la espalda con el  último cartucho del rifle.

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Josey Wales
Josey Wales
1 año hace

Muy bien. Escuchar a los Cowboys de Medianoche es, con perdón de la pedantería, vivir una vida anterior a mi fecha de nacimiento. Esas voces ya quebradas, esa música maravillosa, esas historias y personajes consiguen algo insólito: que muchos sintamos nostalgia de un mundo que no hemos vivido. El verdadero lujo oriental es hacerlo junto a personajes, que lo son, tan encantadores como ese tiempo desaparecido. ¡Dios quiera que por muchos años!