José F. Peláez
Un día me hice viejo y me puse a escribir. No, espera, fue al revés, un día me puse a escribir y entonces me hice viejo. Mira, en realidad no sé qué paso antes y qué pasó después, no sé cuál es la causa y cuál la consecuencia, pero exactamente así es como sucedieron las cosas y colaboro en ABC, El Norte de Castilla y Onda Cero. El resto del tiempo, trabajo.
Publicaciones del autor
Los olvidados
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La bondad de estas tierras es, como mucho, timidez y honradez, es decir, conceptos defensivos, casi jurídicos. La timidez para no relacionarse con los...
La novia
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—Esto es imposible, Chris. Va a salir mal. Anna y yo somos como el día y la noche, como el agua y el aceite,...
1816
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La pulcritud de la mesa, el mantel de aquel blanco imposible, las ofrendas en la iglesia los domingos, la familia junta para rezar cada...
El maestro de la escena
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Me había sentado en el lugar perfecto, uno lo suficientemente oscuro como para pasar desapercibido pero lo suficientemente cercano como para dominar la visión...
Cierto aire beatnik
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Pero la realidad es que Hackney te quita la soberbia en cuanto te pones a escribir en la realidad del fin de semana y...
San Francisco Blues
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Había alquilado una platea en el bar más oscuro de California, entre Powel y Geary. Ese día había una fiesta grotesque y decidí que...
Retrato de Adele Bloch-Bauer I
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— «Piénselo, por favor, señor Klimt. Algo me dice que, si lo medita profundamente, finalmente accederá a mis deseos por ser los más adecuados»....
El amante
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Pero esta vez fue diferente. Esta vez a Tom le invadió la curiosidad. Necesitaba saber quién era el amante de su mujer. Necesitaba conocerle...
Dos gotas de agua
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—Veinte libras por la de la derecha. —¿Veinte libras a qué? ¿Y qué derecha? ¿De qué me hablas, Henry? —Te estoy diciendo que apuesto...