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Los solitarios. Zona cero

Los solitarios. Zona cero

Voy tras la idea, no tras el género. Voy tras la mejor novela que sea capaz de escribir. Eso es lo primero y no existe nada más. Intento regirme bajo las reglas de cada novela y no del mercado o de la industria editorial. De modo que mi intención es ir allá donde haya una gran historia por contar. Algo poderoso que me llame, que me coja con tan desmesurada fuerza que durante dos o tres años sea incapaz de dejarlo. El género, el tono, el estilo, los escenarios, la época, solo son instrumentos, piezas con las que jugar en el inagotable tablero de lo literario. Desconozco lo que haré en el futuro, a dónde me llevará esta aventura de los libros, si volveré a la arquitectura o a cualquier otra labor, pero ahora mismo no cierro las puertas a ninguna historia.

No digo que el mundo de otros sea como el mío, no lo pretendo ni lo espero, pero en mi mundo no existe una literatura por géneros. O al menos, mis libros jamás serán de un género. Sobre el papel, ayer fue novela histórica, hoy, thriller contemporáneo, mañana quién sabe. Entiendo que tenemos que clasificar las cosas. Pero en mi librería mental no hay libros policiacos, históricos, literarios, eróticos, cómicos o de espionaje. Simplemente hay libros con historias diferentes. Y sí, Los solitarios lleva el cartel de policiaco, lleva la piel del color de la sangre, será distribuido en las librerías junto a otros de su género, pero hay en él algo inequívoco: no existe un solo libro igual.

"Los personajes de esta historia tenían que estar desnudos. Tenían que ser como somos todos de puertas hacia dentro"

Los solitarios me ha requerido mucho trabajo de documentación. Casi más que una novela histórica. No he estudiado sobre otras épocas, pero sí lo he hecho sobre personas y sobre tendencias sociales, sobre filosofía, ciencias, arte o cualquier cosa que forme parte de la historia. Los solitarios es un thriller sobre personajes que proceden de realidades muy diferentes. Psicologías, culturas, vidas, formas de ver el mundo muy dispares. Hay un inmigrante senegalés. Hay un político ruso y narcisista. Un matrimonio neoyorkino. Una mujer inglesa con un trastorno de la memoria. Un veterano alcohólico de la guerra de Afganistán. Una mujer mexicana con un coeficiente intelectual superior a la media. Y la singular pareja de inspectores, la vasca y joven Emeli Urquiza y el misterioso Francis Thurmond. Los personajes de esta historia tenían que estar desnudos. Tenían que ser como somos todos de puertas hacia dentro. Con todas esas rarezas y peculiaridades de eso que llamamos normalidad. Esto parece una obviedad, pero hacerlo realmente bien requiere un grandísimo trabajo. De serie, yo no llevo a diez personas dentro. Y sin embargo, este libro me lo ha exigido. Me ha dicho: «Si quieres escribirme, antes métete dentro a otras diez personas. Métetelas de verdad. Conócelas a fondo». Esto me ha resultado muy exigente. He hecho uso de todas las herramientas disponibles de documentación. A veces se necesita más creatividad para pensar en cómo escribir la novela que para escribirla en sí.

"Creo que deambulo por esta zona cero de la literatura. Es un lugar incómodo. Soplan vientos fuertes. Nadie sabe dónde situarte"

Soy joven para el mundo de las letras. Estoy en pleno descubrimiento. Tengo explosiones de lucidez y frescura y también tengo enormes lagunas. Con el tiempo menguarán las dos. Me volveré más plano y más seguro. Más completo y menos brillante. O tal vez no. Tal vez tenga suerte y me equivoque por completo y lo que me espera en realidad es un fantástico misterio. La verdad, procuro no pensar demasiado en ello. Pero si pienso en mi lugar en el presente, me preocupa el lugar en el que se sitúa ahora mismo lo que escribo. Creo que hemos construido una gran brecha entre el libro “comercial” y el libro de “calidad” o “literario”. Hemos inventado dos nombres con el cometido de agrupar y definir. Hemos marcado líneas. Hemos traído el orden siempre tranquilizador para nuestras inseguras mentes. Es algo natural. Autores, editoriales, críticos y lectores, nos hemos ido agolpando, o nos han ido agolpando, a un lado o a otro. Industria o artesanía. Y en medio ha quedado esta enorme brecha por donde la literatura se desangra. Esta definición que se oxida, que se indefine.

Creo que deambulo por esta zona cero de la literatura. Es un lugar incómodo. Soplan vientos fuertes. Nadie sabe dónde situarte. Me siento un artesano pero estoy en la industria, que es la que me da de comer. Unos me obvian y me dan por simple o efectista y otros me toman por demasiado pretencioso. Pero lo han hecho muchos escritores antes que yo, desde Cervantes, que fue el primero. Veo sus huellas. Veo siluetas de compañeros que también lo intentan en la distancia. Busco historias que conecten con las personas y que las obliguen a moverse y no a quedarse en el sitio. Hay mil variables que lo hacen posible. Solo hay que entrar en la zona cero, tomarse algo más de tiempo, quitarse de encima miedos y prejuicios, e incomodarse en buscar.

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Autor: Álvaro Arbina. Título: Los solitarios. Editorial: Ediciones B. Venta: Amazon

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