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Mamen Monsoriu: «La vulnerabilidad y la fortaleza caminan de la mano en la maternidad»

Mamen Monsoriu: «La vulnerabilidad y la fortaleza caminan de la mano en la maternidad»

¿Ser madre o renunciar a la maternidad? ¿Cuál es el mejor momento para engendrar un hijo sin que ello afecte a mi carrera profesional? ¿Seré capaz de ser una buena madre y asumir todas las responsabilidades vitalicias que ello supone? Son dilemas que hoy se plantea una inmensa mayoría de mujeres en la treintena, conscientes de que sus posibilidades de procrear de forma natural tienen fecha de caducidad. Unas dudas con impacto directo en la sociedad, como demuestra la notable reducción de los índices de natalidad en España.

La poeta y librera valenciana Mamen Monsoriu, de 30 años y madre de una niña que pronto cumplirá tres, entra a trapo en este tema acuciante en su primera novela, Justicia poética (Espasa, 2024), con el conocimiento que le proporciona su propia experiencia y el bagaje que aporta una reflexión sosegada sobre esta encrucijada vital. Lejos de un libro de autoayuda o autoficción, se trata de un relato psicológico e intimista que se hibrida con el ensayo al incluir numerosas digresiones sobre el proceso creativo y el hecho de escribir en torno a una pregunta que angustia a la narradora protagonista: ¿la creatividad termina donde la maternidad empieza?

Raquel Ortiz Dos Santos, más conocida como Rey, es psicóloga en el Hospital Clínico de Valencia, pero por encima de todo se siente poeta. Acaba de recibir un importante premio literario por su poemario Madrid, pero cuando se dispone a emprender una gira triunfal para difundir su obra descubre que está embarazada de Biel, su amigo y amante, con el que acaba de reiniciar una relación, y se ve obligada a replantear los objetivos de su existencia.

Mamen Monsoriu (Valencia, 1994) estudió Biotecnología en la Universidad Politécnica de Valencia. Hace cinco años creó la librería El Imperio en el barrio de Russafa y es miembro de la asociación CLAVE, como voz de los autores jóvenes. Ha publicado dos poemarios: Escalofríame (2018) e Imperatriz (2021). «Los libros son como imperios, territorios mentales que se expanden a medida que son leídos por más y más gente», dice Monsoriu, que empezó a escribir en la adolescencia al enfrentarse a ciertos aspectos ásperos de la vida, prefiriendo confesarse ante el papel que ante otro ser humano.

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—¿Qué ha sido lo más difícil en este salto a la narrativa tras dos libros de poemas?

"La poesía y la narrativa tienen procesos de escritura radicalmente opuestos. En la poesía la inspiración te visita y te marca los tiempos, en la narrativa sales a buscarla"

—Diría que lo más complicado ha sido salir de la experiencia personal y saltar a la invención, pero no sería verdad. La poesía y la narrativa tienen procesos de escritura radicalmente opuestos. En la poesía la inspiración te visita y te marca los tiempos, en la narrativa sales a buscarla. A veces aparece en quince minutos y otras necesitas permanecer tres horas y media en la misma posición para que se digne a asomar la cabeza. Y esta incertidumbre se reproduce día tras día. La narrativa no puede salir adelante sin la ayuda de la disciplina y la constancia. La escritura, la buena escritura —esto también lo cuento en la novela— requiere una concentración total y absoluta, difícil de compaginar con la vida, pero no imposible. Todo radica en esta pregunta: «¿cuánto quieres lo que quieres?».

—Tu novela también incluye poesía. De hecho, la protagonista es poeta y acaba de ganar un importante premio literario. Supongo que habrás disfrutado poniéndote en su piel.

—Los poetas somos observadores natos y empáticos por defecto. Escribimos desde la sensibilidad, entendiéndose esta como la capacidad de percibir con más claridad lo que sucede a nuestro alrededor. Si tenemos, además, la osadía de compartir con el mundo lo que hacemos, nos exponemos a que sucedan cosas, buenas o malas. Imaginar que sucede la suerte ha sido muy divertido. Tener éxito por algo que te viene de serie: el sueño de cualquiera.

—Tengo la impresión de que tanto el título como el desenlace alude a ese sentimiento de culpa que angustia a la mujer de hoy en todo lo relacionado con la maternidad. El miedo a no estar a la altura, a no ser una buena madre.

"La vida tiene una forma especial —especialmente poética— de sorprender, así como de golpear. Lo que al principio parece duro de encajar, con el tiempo puede convertirse en belleza"

—Es más amplio que eso: significa que la vida siempre va un paso por delante de nosotros. Da igual cuánto nos empeñemos en elegir el camino, siempre hay un factor externo que se escapa de nuestro control, y decide cuál es la ‘justicia’ que merecemos. Además, la vida tiene una forma especial  —especialmente poética— de sorprender, así como de golpear. Lo que al principio parece duro de encajar, con el tiempo puede convertirse en belleza.

—¿Apuestas, como tu protagonista, Rey (Raquel Ortiz), por un tipo de madre más egoísta porque «el egoísmo a veces es más una necesidad que un pecado»?

—¡Sí! Me gustaría reivindicar el egoísmo como un derecho. Soy consciente de que no existe el ideal de madre, sino que cada una lo hace lo mejor que puede con los recursos que tiene en ese momento. No obstante, mi posición al respecto es clara: considero que para ganar en calidad de madre debemos tener calidad de vida: libertad, salud, ocio, ambición profesional y retos personales.

—Por el relato desfilan diferentes modelos maternos, desde la súper mamá a la que recurre a la inseminación artificial para formar una familia monoparental. ¿Cuál crees que se impone hoy día en nuestra sociedad?

—Afortunadamente, hoy en día conviven todos los tipos de madres. Sigue predominando el modelo de madre tradicional —supermamá—, concepto que se cuestiona en la novela, pero cada vez son más las que no renuncian —renunciamos— a nuestra felicidad.

—Además de la maternidad, la historia habla de las relaciones de pareja, de la familia y especialmente de la creación literaria. Aunque no sea autoficción, supongo que has recurrido a elementos de tu biografía.

"No creo que un escritor tenga que escribir sobre lo que conoce, pero sí que es un buen punto de partida"

—Creo que, como yo, cualquier escritor incluye elementos autobiográficos en sus historias, sea o no sea a propósito. Al tratarse de una primera novela, he querido jugar en casa, escogiendo un conflicto y una ambientación donde me sentía cómoda. No creo que un escritor tenga que escribir sobre lo que conoce, pero sí que es un buen punto de partida.

—«Ser madre no es dar vida (…). Si solo fuera eso cualquiera podría serlo». ¿Qué significa ser madre para ti?

—El espectro del término es tan amplio que le he dedicado un capítulo entero de la novela, y aun así no he logrado más que una aproximación. Había leído mucho sobre que la maternidad era la llegada de la plenitud, y nada más lejos. Una buena relación con tu hija sí que puede ser la plenitud, pero la maternidad no. La maternidad nos despoja de tantas cosas que es difícil acoger el cambio. Si tuviera que definirla en una frase diría que es la vulnerabilidad y la fortaleza caminando de la mano.

—Lo que a Rey le da más miedo de ser madre es perder la creatividad. ¿También lo tuviste tú?

—Lo tuve y lo tengo. Aparentemente es una batalla ganada —prueba de esto es la novela— pero supone mucho esfuerzo. Es curioso que la propia publicación de la novela responda a la pregunta dramática del libro.

—La historia transcurre en Valencia pero solo hablas de un barrio: «Caminar por Russafa es sentirse parte de un cuadro». Se nota que lo quieres mucho.

"Siento algo parecido a un enamoramiento por Ruzafa. Camino por las calles completamente abstraída de mis pensamientos, observando la belleza, fotografiándola"

—Es verdad, siento algo parecido a un enamoramiento por Ruzafa. Camino por las calles completamente abstraída de mis pensamientos, observando la belleza, fotografiándola. Además de ser el barrio donde vivo y en el que está ubicada mi librería, es un lugar sumamente inspirador. Tiene alma propia: su historia, su luz, su gente… Lo cierto es que a ningún turista lo deja indiferente. ¡Pero es que los que vivimos aquí no podemos salir! Es tal la oferta de planes culturales, restaurantes, bares, terrazas… Además, la novela ha sido escrita en diferentes cafeterías de este barrio. Pensé que le debía parte de mi inspiración, y quise hacerle este homenaje.

—¿Qué sinergias se establecen entre el hecho de ser librera y escritora?

—Son dos profesiones que beben la una de la otra. Ser librera me acerca a un abanico de lecturas y escritores, que es como estar todo el día trabajando en la escritura, documentándome para ello. Ser escritora no me hace mejor librera, pero ser librera sí me hace mejor escritora, por la faceta lectora que implica. En la librería tomo el pulso diariamente a lo que buscan los lectores, los recursos para enganchar su atención, y me relaciono con muchos autores que vienen a diversos actos o a presentar sus obras. De todos ellos se aprende algo, incluso de los que menos te lo esperas.

—¿Qué temáticas predominan en tus poemarios?

—El autoconcepto, la ambición, el amor, la pasión, la soledad (positiva), la valentía, la evolución, los giros de esta trama que es la vida. En mi primer libro plasmé mi «filosofía de vida», ese momento en el que crees tener las cosas tan claras que el cuerpo te pide ponerlas por escrito; Escalofríame reúne toda mi etapa adolescente y joven e Imperatriz la entrada en la madurez y todo lo que tienes que dejar atrás. Los últimos poemas ya hablan sobre el embarazo.

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Alfonso
Alfonso
9 ddís hace

Imaginen todos ustedes, sobre todo los de la generación del baby-boom, lo que supondría cambiar el discurso sobre la maternidad que han escuchado a la mujer que les trajo al mundo, y sobre todo la práctica de esa maternidad, con los refunfuños, victimizaciones y apuestas descarnadas por el egoísmo de esta autora. Imaginen el efecto que les habría supuesto, mucho más que traumático, el tener que escuchar este tipo de argumentación blandita, llorona e irresponsable en los labios de esas mujeres que fueron sus madres. A las que nadie tenía que «empoderar», porque traían el poder de serie. Y lo ejercían.