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Manu Carbajo: «Me molesta que se escriba un panfleto de denuncia en lugar de una historia»

Manu Carbajo: «Me molesta que se escriba un panfleto de denuncia en lugar de una historia»

A Manu Carbajo la inspiración le llega trabajando. El día más caluroso de una ola de calor sahariano se deja preguntar, en un Madrid semivacío, por su última novela, Cartas desde el desierto. El libro salió cuatro días antes del estado de alarma y se quedó acumulando polvo en las estanterías de las librerías, pero ahora resucita en días de polémicas políticas. Habla de literatura juvenil, de los lectores que afrontan con él sus primeras historias y de recuperar el paso tras —o en medio de— el coronavirus. De un público que, después de cuatro meses, podría haber pasado a otra cosa, pero que él sabe que sigue esperando.

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—Lo de young-adult o joven-adulto huele a etiqueta, pero también es un marco muy amplio…

"Me gusta leer adulto y la novela que he empezado a escribir en el confinamiento empezó como joven-adulto y, al final, ha salido adulta. Voy a dejarla reposar una poco, pero es que es una línea muy fina"

—Los que escribimos young-adult tenemos un pie en lo joven y otro en lo adulto, nos puede leer alguien de 14 o 15 —mínimo 13— como alguien mayor. Aunque he tenido lectores más jóvenes, hasta de 10 años. Nosotros somos ese germen literario que no sabes dónde encajar porque abarcamos un espectro muy amplio. Tienes a la chiquilla, lectora consumada, y a su madre, que te dice que también le ha gustado mucho.

—¿Tras unos cuantos libros así, no te planteas el salto a lo adulto?

—Me lo llevo planteando un tiempo. Me gusta leer adulto y la novela que he empezado a escribir en el confinamiento empezó como joven-adulto y, al final, ha salido adulta. Voy a dejarla reposar una poco, pero es que es una línea muy fina. Piensa en Marina de Carlos Ruiz Zafón, que a mí me mandaron el colegio pero es muy, muy oscura. Y también me ha pasado lo contrario con El pantano de las mariposas de Federico Axat, que se vende como adulto pero es muy juvenil.

Y entroncando con ese factor de evolución, ¿tú cómo ves la autoedición si eres un joven autor?

"Es la historia de un desvalido, un soldadito cojo enamorado de una bailarina tullida. Me parece una historia oscura, y una buena forma de homenajearlo en la novela"

—Soy partidario de tener un editor siempre, te da una perspectiva mucho más amplia. Cuando se lee la novela te da una segunda opinión desde la experiencia. Un editor no corrige las faltas de ortografía, para eso están los correctores. Antes está el editor, a quien le cuentas la historia si te atascas en ella, porque el trabajo de escribir es solitario. En el último tercio de novela, yo pierdo la objetividad incluso dentro de mi propio universo, y ahí me viene muy bien una cabeza que no esté tan metida y me ofrezca un cierto respiro.

—Al final del libro revelas una historia que te ha inspirado. Por no caer en spoilers, porque tu libro es carne de spoiler…

—Es difícil, sí.

—¿En qué medida has respetado ese cuento, o te has perdido en la traducción?

—Ese cuento del que tú hablas es El soldadito de plomo. Procuramos no decir cuál es al principio. Cartas desde el desierto es un encargo, me contactaron porque trabajaban en retellings, coger una historia clásica y darle una vuelta mezclado con temas de bullying o LGTBI. Yo ahí saqué la caja de las ideas y en concreto una, la del regreso a la mili… Y ahí me vino El soldadito de plomo. Es la historia de un desvalido, un soldadito cojo enamorado de una bailarina tullida. Me parece una historia oscura, y una buena forma de homenajearlo en la novela.

—Hablas del contenido LGTBI, pero pones al lector en una perspectiva distinta a la de estos relatos. No sé si es por la primera persona, los dos puntos de vista u otra cosa…

"Hitchcock hacía cine por y para los espectadores, les planteaba preguntas y eso me gusta mucho. Ir dejando pistas, contar ciertas cosas, y que sea el lector quien lo descubra"

—Siempre intento, respetando los valores que querían tratar en el libro, que todo sea lo más orgánico posible. Son historias que me hubiera gustado leer cuando era un chaval. Que se alejasen de la homofobia o el maltrato, porque hay muchas historias —muy necesarias, una cosa no quita la otra— que lo cuentan. Sí es cierto que es una historia de descubrimiento, uno se da cuenta de que se enamora de un chico y el otro lo sabe ya, pero es una historia de amor independientemente del sexo de ambas personas. No les preocupa enamorarse de un hombre, sino haberse enamorado. Quería que fuera lo más orgánico y natural y no algo impuesto.

—Pero a ti te va la marcha. Esto es un romance, pero hay tanto suspense y recursos de thriller como un romance puede admitir…

—A mí me gusta jugar con el lector, me viene de mi parte cinéfila y mis trabajos en el cortometraje. Me gusta jugar con el espectador y también jugar con el lector. Hitchcock hacía cine por y para los espectadores, les planteaba preguntas y eso me gusta mucho. Ir dejando pistas, contar ciertas cosas, y que sea el lector quien lo descubra. Me cuesta mucho definir el género de Cartas desde el desierto.

—¿Libros o películas, y cuáles?

—En cine, mi santísima trinidad es Hitchcock, Shyamalan y el tercero en discordia o Nolan o Fincher. Esto deseando ver Tenet. Pero esos cuatro son mis influencias mayores. En literatura me gusta Ruiz Zafón, que juega a algo muy parecido; Marina es una historia de amor dentro de una de terror. Para este libro hay uno que me encantaba, Hoyos, de Louis Sachar, también veo mucho Rebeldes de Susan Eloise Hinton —la película de Coppola es una adaptación estupenda—. Dentro del mundo del libro me han inspirado más historias juveniles de chavales conflictivos, y también mi trabajo de documentación sobre la mili: una de mis lecturas a la hora de construir su universo es Yo fui a la mili.

—Entre tanta agenda y referencia igual se pierde uno a Manu Carbajo.

"La mili nació con Carlos III por si el país entraba en guerra y ahora eso no tendría sentido, así que tiré por la necesidad de reforestar un desierto"

—Una de las cosas que me definen son los giros finales, lo hice en Electro y Olvídate del resto, lo hago aquí y tengo pensado seguir haciéndolo. Me gusta esa firma. Me gusta contar no dos realidades, pero sí hacer ver al lector una realidad y enseñarle al final otra. Es una parte muy mía. Pero hay algo muy personal en este libro. En Olvídate del resto me pasó con la parte familiar, y aquí la fue la más romántica y de descubrimiento. Me gusta trabajar los personajes más allá de la incógnita del lugar y el suspense.

¿Cómo defines tu proceso creativo?

—Empiezo por el tejado, por el final. Pero siempre tengo una premisa, en este caso que vuelva el servicio militar obligatorio. A mi editor eso le pareció potente. Una vez que sé empezar y acabar, sé como tejer todo. Esta novela ha sido muy rápida, dos meses de preparación centrados en la mili, con un trabajo documentación importante para adaptarla al día de hoy. La mili nació con Carlos III por si el país entraba en guerra y ahora eso no tendría sentido, así que tiré por la necesidad de reforestar un desierto. Pero tú, que te lo has leído, sabes que hay una guinda.

—Tú haces más cosas aparte de novela. Guion de cine, dirección de cortometrajes, audiolibros… ¿Me dejo algo?

—Soy realizador audiovisual, me dedico al mundo del vídeo. Narro con imágenes y eso se me pega a las novelas.

—¿Tú trabajas para vivir o vives para trabajar?

"Siempre hay asignaturas que te gustan más que otras, proyectos insulsos que dan de comer y otros... otros en los que te olvidas de que estás trabajando"

—Me decanto por lo segundo. Adoro mi trabajo y sí que es cierto que me gusta tener una vida aparte, pero mi vida va ligada a crear y contar historias, y eso me da la vida. Creo que nos pasa a los que creamos: es una enfermedad, una maldición, pero tengo la inmensa suerte de haberlo convertido en mi profesión.

—Es el lado optimista, pero si trabajas en cultura tienes que tocar varios palos si quieres ganarte la vida.

—Sí, me encantaría decir que vivo solo de los libros, o de hacer películas, pero no es el caso. Me toca un libro por aquí, una película por allá, la publicidad… Intento ser optimista. Siempre hay asignaturas que te gustan más que otras, proyectos insulsos que dan de comer y otros… otros en los que te olvidas de que estás trabajando.

—¿Cómo está la cosa tras el virus? Tú mismo tuviste que cortar la promoción por el estado de alarma y el libro se quedó esperando en las librerías durante meses.

"Estoy acostumbrado al poco a poco y ahora es todo lo contrario. Esta semana salió el disco nuevo de Taylor Swift pero hoy ya se habla de otra cosa"

—Fue un palo. Cartas desde el desierto salió cuatro días antes del estado de alarma. Teníamos pensadas varias presentaciones y Sant Jordi, el libro iba a salir en casi toda Latinoamérica… Ahora no se puede pensar a largo plazo. Estamos viviendo el día a día y por eso ir al Celsius en Avilés fue importante. De la misma manera que los bares abrieron, en el mundo editorial hay que hacer lo mismo. El eBook ha aumentado las ventas, eso es verdad, y muchos chavales me han mandado en el confinamiento una foto del Kindle. Pero otros han decidido esperar a su librería.

—Una pregunta tiene que ir por cómo te relacionas con ellos o, más bien, ellos contigo. Porque tienes una barbaridad de seguidores. ¿Cómo percibes a ese lector al que tú apelas?

—Los define que son muy inquietos. Yo voy a cumplir 31 y me considero joven, pero un chaval de 20 años ya tiene una actitud distinta. Ahora ellos devoran. Son una generación del ya, el ahora, todo inmediato. De ver una temporada en Netflix en un par de días cuando yo soy de un capítulo a la semana. Estoy acostumbrado al poco a poco y ahora es todo lo contrario. Esta semana salió el disco nuevo de Taylor Swift pero hoy ya se habla de otra cosa. Yo mantengo mis redes para hablar con mis lectores, y una cosa que he intentado ha sido representar una parte de lo que sería una clase de un instituto de hoy en día, chicos de 16 de ahora que no tienen nada que ver con cuando yo los tenía. Vuelvo otra vez a la mentalidad que refleja Twitter, y es que hoy pueden estar enfadados o emocionados, pero mañana se les ha olvidado porque están a otra cosa. Eso me fascina y tengo que estar a la altura.

—¿Y no temes que al hacer eso, un autor adulto te diga: “paparruchas”?

"El final le da cierto sentido a cosas, le da peso, una pieza final que encaja. Sí es cierto que muchas veces, para sorprender al lector, viniendo del cine, me digo: ¿qué herramientas me aporta la literatura que no me aporta el cine para sorprender?"

—Eso pasa. Incluso en el Celsius, con autores encantadores a los que les dices que escribes juvenil y te contestan, “ah, que mono”. Pero me da igual. Sí es cierto que hay elitismo. Ahora en verano, con las listas de recomendados, la mayor parte son libros adultos, hay pocos libros que sean de juvenil y los que hay son best-seller. Sí es cierto que queda mucho por hacer y a veces pienso que la definición juvenil nos limita. Pasa también con el cine, si categorizas. Las ventajas de ser un marginado es una película juvenil pero trata temas que comprende un adulto.

 —Tú das la información de manera muy visual, cinematográfica, pero de repente utilizas eso para abofetear al lector, ocultarle cosas. Es una manera de mezclar imagen y palabra, película y novela.

—Completamente, y tú sabes el giro final que hay. Yo sé todo, absolutamente todo, pero a la hora de contar la historia no necesito contar todo. El final le da cierto sentido a cosas, le da peso, una pieza final que encaja. Sí es cierto que muchas veces, para sorprender al lector, viniendo del cine, me digo: ¿qué herramientas me aporta la literatura que no me aporta el cine para sorprender? Y juego con eso. El cine es más dictatorial, pero en literatura tienes que imaginar. Y es divertido, me lo paso muy bien. Me desespera cuando, al corregir, veo que he metido la pata y contado más de la cuenta.

—Por acabar donde empezamos, ¿no temes que tachen la novela de demasiado poco gay? Porque no es intensa en ese sentido, no es reivindicativa.

—Pues me ha pasado justo lo contrario. Los chavales que leen LGTB han agradecido que no sea tan reivindicativo. La reivindicación para mí consiste en tratar el tema con naturalidad y de manera orgánica. El peso no está en la homofobia o el machismo, aunque están ahí. Me molesta cuando veo que algo se está contado para denunciar, que no se cuida la historia y que se trabaja en el panfleto. Yo intento no hacer lo que no me gusta que me hagan a mí.

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Autor: Manu Carbajo. TítuloCartas desde el desierto. Editorial: Puck. Venta: Todos tus libros, AmazonFnac y Casa del Libro.

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