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Manuel Balmaseda y su Primer cancionero flamenco

Manuel Balmaseda y su Primer cancionero flamenco

1881 se puede considerar un año decisivo para el flamenco. Fue a principios cuando se publicó la conocida Colección de cantes flamencos, de Antonio Machado y Álvarez «Demófilo», padre de los poetas Manuel y Antonio Machado. Meses después se publicaría Die Cantes Flamencos, del alemán Hugo Schuchardt, figura importante dentro de la lingüística española, que realizó uno de los primeros estudios sobre el dialecto andaluz y su fonética. Dentro de este ambiente, también se encuadra el libro originariamente titulado Primer cancionero de coplas flamencas según el estilo de Andalucía compresivo de polos, peteneras, jaleo, cantos de soledad (vulgo soleares) y playeras o seguidillas gitanas, del malagueño Manuel Balmaseda, que no conocía la existencia de Demófilo y que escribió el primer libro de cantes flamencos de autor —puesto que la obra de Demófilo era una recopilación de cantes populares anónimos—.

"Son libros distintos porque el de Demófilo es un cancionero anónimo; el de Schuchardt es un estudio muy científico; y el de Balmaseda es un cancionero de autor"

La aportación de Manuel Balmaseda llama especialmente la atención debido a sus orígenes de clase baja dentro de la sociedad del siglo XIX. Nacido en Écija, pasó toda su infancia en Sevilla, y su familia vivió gracias al amparo de la marquesa viuda Casa Tavares hasta su muerte en 1863. A partir de ahí, la familia quedó desamparada económicamente, y Balmaseda dedicó toda su vida a ser operario de líneas férreas. Enrique Baltanás, que reeditó su cancionero en la editorial Signatura en 2001, aclaró entonces: «Era un hombre del pueblo, sin estudios. Era el bardo popular. Balmaseda llegó a publicar su cancionero porque resultó estimulado por un grupo de intelectuales. No queda muy claro si era totalmente analfabeto. Pero, al menos, sí era lo que hoy llamamos un analfabeto funcional». Además, respecto a los otros libros publicados ese año, dijo: «Son libros distintos porque el de Demófilo es un cancionero anónimo; el de Schuchardt es un estudio muy científico; y el de Balmaseda es un cancionero de autor. Balmaseda es el primer poeta del flamenco en una línea por la que pasarán desde Manuel Machado hasta Caballero Bonald y Félix Grande».

Fue Caballero Bonald quien, entre otros, hizo hincapié entre la relación de unos versos de Bécquer y una copla de Balmaseda, que hoy forman parte de distintas colecciones de cantes flamencos. Bécquer, por su parte, escribió:

En el carro de los muertos
ha pasado por aquí.
Como llevaba la manita fuera
yo la conocí.

Por otra, Balmaseda:

La vi enterraíta
con la mano fuera.
Como era tan engrasaíta
le fartó la tierra.

"A pesar de ese carácter más lúdico que adquirió el flamenco, este primer cancionero sólo abarca temas relacionados con el dolor y la pena"

El libro, tras su publicación en 1881, fue también editado en 1973 bajo la editorial Zero, donde a la nota de los editores también se añade un prólogo del especialista en flamenco José Luis Ortiz Nuevo, y dos cartas que tratan sobre el cancionero de Balmaseda: una de Luis Montoto —también reconocido folclorista de la época— a Antonio Machado y Álvarez «Demófilo» y viceversa. Si entramos de lleno en esta edición, publicada bajo el título simplificado Primer cancionero flamenco, José Luis Ortiz Nuevo, en su prólogo, elabora una acertada contextualización de la época que Balmaseda vivió: «Mientras tanto, el flamenco que nació en los calabozos oscuros, está ya corriendo por los primeros peldaños de los Cafés Cantantes y las juergas […] Son los tiempos en los que, si el pan escasea, los toros tienen la portentosa figura de Espartero; y en el cante la no menos prodigiosa personalidad de Silverio (Franconetti) levanta el quejío». Sin embargo, a pesar de ese carácter más «lúdico» que adquirió el flamenco, este primer cancionero sólo abarca temas relacionados con el dolor y la pena.

"El libro, que gira en torno a ideas de la muerte, el desamor, la religión y el sentimiento moral y filosófico, se divide en cuatro secciones"

En la carta de Luis Montoto a Demófilo, el poeta y folclorista sevillano, donde descubre a su amigo este cancionero, escribe: «Desprovisto de educación literaria, siente hondo y tiene de poeta más que muchos de los que escriben versos muy pulidos y aderezados. Manuel Balmaseda, que así es nombrado, canta porque sí; por la misma razón que canta el pájaro; porque Dios ha querido que cante […] Recomienda, recomienda el Cancionero». Demófilo, en su carta, donde alaba el trabajo y orígenes de Balmaseda, responde: «Sociedad la del Folk-lore, eminentemente científica e inspirada en los altos ideales de la justicia y de la fraternidad humana, aspira no sólo a la consecución de la verdad mediante prolijas disquisiciones, sino a la dignificación de los hombres por medio de la virtud y del trabajo». Esta carta y el cancionero, además, después inspiraría a su hijo Antonio Machado en las Coplas mecánicas de Juan de Mairena.

El libro, que gira en torno a ideas de la muerte, el desamor, la religión y el sentimiento moral y filosófico, se divide en cuatro secciones; la primera, «Polos y peteneras», hace referencia al polo, uno de los palos flamencos más arcaicos, y a las peteneras, compuestas de cuarto versos octosílabos. Así, el poeta deja estrofas como «Mal fin tenga la lengüita / que puso mal el corazón. / A quien tanto me quería, y tanto me aborreció». La segunda sección, «Jaleo y cantos de soledad», está escrita con estrofas de tres versos octosílabos; los jaleos, que durante el siglo XIX tuvieron mucha relevancia, son un palo flamenco de compás ¾, cercanos a las bulerías. Balmaseda escribe: «¿Eras tú quien me llamabas, / y cuando a tu casa iba, / la puerta me la cerrabas?».

"Si por algo son importantes estas estrofas de Manuel Balmaseda, es por su capacidad de haber influido en el repertorio de diversos artistas flamencos sin ni siquiera saberlo ellos mismos"

La tercera sección, «Playeras o seguidillas gitanas», hace referencia a la seguidilla, estrofa de origen popular que ya encontramos en las jarchas del siglo XI. Las seguidillas gitanas, destinadas al cante, combinan tres versos de arte menor con uno de arte mayor («Gotitas de sangre / tienes que llorá, / que tus partiítas me han jecho más daño /que una puñalá»). Al final, y a modo de apéndice, se encuentra la última sección, «Poesías flamencas», donde Balmaseda utilizó también la métrica de las seguidillas («Compañero mío, / pídele a un Dibé, / que me lleve, donde tú estuviere, / que te quiero vé»).

A modo de resumen, si por algo son importantes estas estrofas de Manuel Balmaseda —aparte de por haberse consolidado como el primer cancionero flamenco de autor—, es por su capacidad de haber influido en el repertorio de diversos artistas flamencos sin ni siquiera saberlo ellos mismos. Un ejemplo de esto son sus versos «La verdá me llamó a mí, / y yo nunca me creía / que la verdá a mí me engañara, / y me engañó el otro día» de Manuel Balmaseda frente a la adaptación que a menudo cantaba por tientos el cantaor Bernardo el de los Lobitos y que, además, hace dos años recuperó el grupo granadino de flamenco-funk La Plazuela en sus «Tangos de Copera», donde se mezcla el flamenco con ritmos de la electrónica:

Yo me fié de la verdá
y la verdá a mí me engaño;
si la verdá a mí me engaña,
¿de quién me voy a fiar yo?

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