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Me dije

La bailarina, creadora circense y, en general, performer Greta García ha bajado de los escenarios para escribir su primera novela. Solo quería bailar cuenta la historia de una bailarina sevillana que ha acabado en la cárcel porque hubo un día en que, jarta de todo, decidió convertirse en terrorista. El lenguaje naif con el que se expresa la protagonista oculta una crítica tan profunda como descacharrante a eso que llamamos sistema.

Greta García explica en este making of el origen de Solo quería bailar (Tránsito).

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Me dije: 40.000 palabras, Greta. Eso mide La Metamorfosis de Kafka, si consigues 40.000 ya tienes una novela y te puedes dar con un canto en los dientes de que has escrito una cosa que mide como una de las novelas de la historia. Y me puse takatá takatá takatá, pero aquello no iba a ninguna parte, porque ¿de qué cojones estaba escribiendo? ¡¿De qué?! ¡Necesito escribir! ¡Lo necesito! La ansiedad me reconcome el grueso, tengo que escribir, si no escribo me como la mesita de noche y me trago el móvil sin agua, necesito escribir para no ver al tipo que está fumando en mi ventana, vale, pero de qué, ¿de qué puedo escribir yo 40.000 palabras sin desfallecer del aburrimiento? Y miré el gotelé amarillo vainilla de la pared de mi cuarto y me dije: pues Greta, hija, de los bailes, de la danza, que de eso sabes y te es fácil, no te líes, Greta, no te líes, ya es mucho lío todo, no te líes en algo que es justo para dejar de liarte. Porque empecé con bosques y una niña anticristo, pero no estaba preparada para árboles ni niñas con superpoderes que volvían calvos a los niños gilipollas. Así que las palabras serían sobre eso de bailar. Y me puse tocotó tocotó tocotó. Y me dije: vale, esto avanza, aquí tengo mandanga para llenar un estadio olímpico, pero, ¿de bailes va a ir?, ¿nada más?, ¿de los recuerdos de una bailarina? ¿Eso le interesa a alguien más que a mis padres? Pero yo seguí con mi terapia de escribir y no juzgar y me decía: venga escribe, Greta, escribe, tú sigue, que se vacíe la cabeza que la tienes frita de diossabequé. Y entonces cogía la bici y me iba a ensayar sola a una nave fría, hacía abdominales y sentadillas, me miraba en el espejo durante horas, me movía queriendo ser George Carles con un poquito de Réquiem y luego me ponía de fondo a Diamanda Galas y dejaba que me poseyera poco a poco hasta demonizarme completamente, y cuando me creía estar haciendo algo grandioso, escuchaba a los trabajadores de la nave de al lado: Ya está otra vez la hija de la gran puta gritando como un cochinillo. Y me miraba y me miraba y me convertía en Elvis y me disfrazaba de policía del Pichardo y hacía un ballet, y sudaba y sudaba, y me enfriaba y sudaba, y me enfriaba y me volvía a casa, y me duchaba y se atascaba la ducha, y se partían cristales y me comía unas espinacas con huevo y queso y me sentaban mal, y me cagaba y entonces hacía las cosas de las bailarinas: burocracia. Y las cosas de ser autónoma y de ser siglo veintiuno, ordenador y firma digital. Y estaba con Alberto y Rosa que eran mis compañeras de piso y salió una ayuda a la creación extraordinaria de la Junta de Andalucía que aquello fue un escándalo de absurdo. Porque ¡ah! Se me olvidaba contarlo, era época de coronazo. De vuelve a casa a las ocho, ponte el bozal y no abraces a nadie. Y yo no lo llevaba ni tan mal salvo por las hemorroides de diossabequé. Y dije: ¡ya está! ¡Pues claro! ¡De burocracia! Pero la burocracia es lo más aburrido que te puedes echar a la cara, ¿cómo escribo yo de esto sin que nadie quiera cortarse las venas? Porque (aquí otra vez el amigo K), yo me había leído tiempo atrás El Proceso y lo tuve que parar del mal cuerpo como tuve que parar Bailando en la oscuridad, con la pobre Björk con aquel vecino que parecía buena gente pero que en verdad era un trápala que le mangaba toda la pasta. Y miré la colcha de Mumin que me acompaña desde que pegué el estirón a los nueve años y me dije: Greta, cumple una fantasía. Y del tirón me dije: quemar la Junta de Andalucía. Porque, esto no es cosa mía, esto es el pan de cada día, ¿quién no lo dice o lo ha soñado? ¿Es delito fantasear con reventar edificios públicos? No, no lo es. Y aquí dije: ¡lo tienes! Greta, ¡lo tienes! Y de madrugada mientras pedía la ayuda con Alberto y Rosa yo tikiti tikiti tikiti escribiendo de una bailarina que decide quemar la Junta de Andalucía, conseguí 40.000 palabras. Luego vino todo lo demás.

P.D.: Para este artículo me han recomendado que no pase de las 1.200, llevo 748.

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Autora: Greta García. Título: Solo quería bailar. Editorial: Tránsito. Venta: Todos tus libros, AmazonFnac.

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