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Misterio en el castillo de Fuensaldaña

Cuando un festival de novela negra es capaz de reunir en un paisaje hermoso y melancólico a un enorme grupo de lectores entusiastas, una alfombra roja (o apropiadamente negra, en este caso) y un castillo, tiene muchas posibilidades de éxito. Si además son capaces de citar a dos de los escritores más importantes de las letras hispanas, entonces el triunfo literario es un hecho comprobado.

Este Blacklladolid de 2022 se define como un “evento multicultural bajo el paraguas de la literatura y el vino. Cinco días de actividades concentradas en un mismo escenario con el objeto de convertirse, con el transcurso de las sucesivas ediciones anuales, en un referente cultural a nivel nacional”.

Con esa noble aspiración, la escritora Dolores Redondo ejerció de madrina de excepción en una tarde que resultó inolvidable: Jorge Fernández Díaz y Arturo Pérez-Reverte conversaron en el corazón de un castillo atiborrado de lectores sobre el oficio de escribir, las fronteras de los géneros literarios y el arte de la amistad.

"Arturo Pérez-Reverte confesaba que, a pesar de haberlo dicho en otras ocasiones, quería repetir aquí el eje de su amistad y su admiración por el escritor argentino"

Forjada durante casi treinta años de encuentros y novelas a uno y otro lado de las orillas del Atlántico, los dos escritores destacaron esa amistad trazada en paralelismos singulares de sus vidas: una temprana vocación de periodista y reportero, un gusto por aprender en igual medida de los libros y las calles; un amor por el cine clásico y unas lecturas comunes de infancia y juventud. Esto hizo que la charla entre dos escritores de éxito que se confiesan lectores por encima de todo se transformase en una escuela de aprendizaje, un intercambio de lances certeros y, a la vez, un rincón de barra de cualquier bar del mundo donde dos lobos veteranos hablaron con confianza y melancolía del precio de ser cazadores solitarios.

Arturo Pérez-Reverte confesaba que, a pesar de haberlo dicho en otras ocasiones, quería repetir aquí el eje de su amistad y su admiración por el escritor argentino: “En el territorio común de los libros, la imaginación y las películas, gente como nosotros se reconoce. Es como esas hermandades masónicas, en las que uno identifica por ciertas señales clandestinas al de su cofradía. Todo ese mundo del que procedemos nos ha dejado unos códigos comunes. Palabras como lealtad, dignidad, camaradería, solidaridad llenan dicho mundo y ha hecho posible, en parte, que nuestra amistad se convierta en un sólido juego de lealtades”.

“Además, y sobre todo”, añadía, “está su faceta como escritor”. “Jorge es uno de esos escritores que admiro y respeto no por la amistad, sino porque el mundo que cuenta en sus novelas me interesa absolutamente. Sus obras, tanto de ficción como de no ficción, son imprescindibles para entender la Argentina”, afirmaba rotundo.

"Las palabras de Jorge destinadas a su amigo resultaban, entre los sillares silenciosos del viejo castillo, algo absolutamente innovador"

Para finalizar, el escritor cartagenero, añadía: “En cuanto a su faceta de escritor de novela negra, que es lo que hoy nos ocupa, debo decir que su trilogía de Remil, el infame y letal agente de Inteligencia argentino (El puñal, La herida y La traición) es singularísima; tanto, que mi Falcó le debe mucho a ese personaje. Es una serie policíaca brillante y demoledora; yo diría incluso que son mucho más que novelas negras o de espías, pues cada una de ellas posee una hondura psicológica y una acción fascinantes”.

Jorge Fernández Díaz tomaba la palabra y le devolvía el cumplido, que en estos escritores nunca es un trazado de elogios, sino que, sin ellos pretenderlo del todo, se transforma en un análisis lúcido de mirada sobre el mundo antes de someterlo al proceso de transformación en materia narrativa. Las palabras de Jorge destinadas a su amigo resultaban, entre los sillares silenciosos del viejo castillo, algo absolutamente innovador, por cuanto su mirada de lector sobre la obra de Reverte planeaba de una manera muy original. Comenzaba el escritor porteño lanzando una cuestión: “Muchos se preguntarán qué hace Pérez-Reverte en un festival de novela negra o policial (policíaca, como dicen en España)”.

Raudo, Reverte respondía: “Yo también me hago esa pregunta”. Reía el público allí presente que, quizás hasta esta noche, creía tener la certeza de que Arturo Pérez-Reverte era un escritor de novela histórica o a lo sumo, “de aventuras”.

"Atendiendo a este final más de novela romántica que de novela negra, los autores se pusieron de pie frente a la ovación del público"

Entonces Jorge sacó un papel, se ajustó las gafas de lectura y nos dejó a todos con la boca abierta: “Yo creo que Arturo es un escritor policial secreto. Y lo es desde el principio de su obra: El maestro de esgrima es un thriller con espadas; La tabla de Flandes una de las novelas de misterio modernas más interesantes, lo mismo que El Club Dumas, cuyo protagonista, Lucas Corso, no es un mercenario, sino un detective de libros; La Reina del Sur, además de ser la revisión posmoderna del Conde de Montecristo, encaja en el thriller narco (la sala murmuraba, fascinada, mientras Jorge seguía su listado sorprendente de homo ludens lector); La carta esférica es, qué duda cabe, la clásica novela del tesoro, pero a la vez que es una incuestionable historia de aventuras es también una novela cruzada por Dashiell Hammett, o El tango de la Guardia Vieja, que es un libro de “ladrón de guante blanco”. Y no podemos olvidar Alatriste: la mitad de los Alatristes enmarcan la guerra, pero la otra mitad son historias de investigación y conspiraciones, y podría seguir. Es decir, en el pulso creador de Arturo Pérez-Reverte late siempre, me parece, un escritor policíaco. Por tanto, él más que nadie debe estar (y por eso está) en este festival negro de Blacklladolid».

Allá, arriba, por entre las sólidas cubiertas de la sala del viejo castillo, se abrieron de golpe unas compuertas. Gemía el fuerte viento de Tierra de Campos enredado en las almenas, y en el interior de la sala, por delante de los focos que iluminaban a los dos escritores, comenzaron a caer blandamente, deslizándose en el aire, una lluvia de plumas diminutas como un confeti otoñal.

Atendiendo a este final más de novela romántica que de novela negra, los autores se pusieron de pie frente a la ovación del público, agradecieron la invitación y luego se perdieron bajo la marabunta de los autógrafos.

La magia había desaparecido. Blacklladolid volverá a traerla a esta tierra riquísima de vientos, reyes y vinos, dentro de un año. Estaremos atentos.

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Fotos de la crónica cedidas por ©Blacklladolid

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Bixen
Bixen
1 año hace

Ese fondo negro es de Renoir, aunque no lo crean. Ya, fuera de bromas bien ciertas, han destacado escritoras de la novela negra… y hasta españolas.