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Muertes y maravillas, una premiada película hecha con mil euros

Muertes y maravillas, una premiada película hecha con mil euros

El llamado cine independiente designó, en principio, a aquellas películas realizadas al margen de los grandes estudios de Hollywood, pero el concepto se ha ido generalizando para denominar así a las cintas cuya distribución está fuera de los circuitos comerciales, y a veces de los alternativos. Otra característica —no general— es el coste de su producción, que suele ser modesta, así como un cierto aire de autor. Quizás por ello existen certámenes para este tipo de películas. Uno de los más importantes es el BAFICi, o sea: Buenos Aires Festival Internacional de Cine Independiente, cuya última edición —ya 24— se ha celebrado esta primavera (allí, otoño).

Han sido quince días de una apretadísima programación, con tres secciones (internacional, argentina y vanguardia y género), en donde han concursado películas y documentales, y también —era novedad— cortometrajes. Es imposible abarcar todas las películas (250), seminarios, presentaciones y sesiones de trabajo que se mueven alrededor de este festival, así que este cronista se decidió por la moderación, asistiendo a unas pocas películas casi elegidas al azar. En esta edición hubo un homenaje a la escritora argentina Beatriz Guido, una de las novelistas más leídas en los años cincuenta, que fue pareja sentimental y artística del director Leopoldo Torre Nilson, desde 1957, en que comenzó su colaboración con La casa del ángel, proyectada en el festival, además de El secuestrador y La caída. No las pudimos ver, pero sí contemplar la exposición que el festival le dedicó a su obra cinematográfica y literaria.

"Muertes y maravillas es el título de un libro de Jorge Teiller, un poeta chileno de la generación del 50, creador del larismo"

La primera película que nos llamó la atención fue Muertes y maravillas, una modestísima cinta chilena, que posiblemente fue la última en ser admitida en el Festival.  Así nos lo comenta su director, Diego Soto, quien comenta con sencillez que si el cine indepediente se caracterizara por su bajo presupuesto, la suya sería la más independiente del mundo: «Tuvimos que pedir un crédito de mil euros, que aún estamos pagando», señala su productora, feliz por participar en el festival, ya que de otro modo la película se hubiera quedado en el cajón. «¿Qué te ha parecido?», pregunta, aliviada, tras la proyección. No le mentimos: «Hacer cine a lo Rohmer en una primera película, sin ser Erich Rohmer, es una temeridad, pero tiene su encanto, aunque…».

Hemos de decir que si elegimos esta película —entre las que se proyectaban ese día— fue por el tema. Muertes y maravillas es el título de un libro de Jorge Teiller, un poeta chileno de la generación del 50, creador del larismo. La película no narra la vida de este escritor, fallecido en 1996, sino que cuenta la historia de un grupo de amigos que en los días de verano descubren la poesía, y lo hacen gracias a un libro de Teiller. La anécdota parte de una historia personal, no de Diego Soto, sino de su hermano mayor, y todos los actores de la cinta son amigos, familiares y personas cercanas.

El director chileno Diego Soto y la productora de Muertes y maravillas, tras la proyección de la película chilena, que fue premiada por el jurado.

Nos llamó la atención que en esta película amable (aunque haya una muerte), algo lenta y un tanto desaliñada, no hubiera ni un sola escena luminosa, sino que toda la proyección transcurriera en una especie de ocre entreverado, y lo achacábamos a la intención de dotarla de una melancolía de fondo por esa adolescencia que se escapa. Sin embargo había una razón práctica. «La película es tan modesta, que para ahorrarnos la comida, quedábamos a las tres de la tarde, y entonces empezábamos a rodar».

"En la cinta se respira una extraña nostalgia, una evocación íntima de algo que no se ha tenido"

Fueron nueve sesiones de una historia que empieza muy realista y se tuerce levemente hacia lo fantástico, como los cuentos hispanoamericanos. En la cinta se respira una extraña nostalgia, una evocación íntima de algo que no se ha tenido. Diego Soto señala: «La película trata del paso acelerado de la juventud, como si solo hubiera futuro, y la verdad es que ni siquiera tenemos presente». Quizás por ello la nostalgia. Todo el guión de la película se recoge en un folio, y los diálogos se fueron improvisando sobre ideas previas. «Los chilenos hablamos tan raro que me era imposible escribir los diálogos». Los personajes se expresan en una especie de lenguaje fracturado, que supo conectar no sólo con el público, ya que la cinta obtuvo el Premio Especial del Jurado en la competencia internacional.

En este apartado, las películas ganadoras fueron dos documentales: The New Greatness Case, de Anna Shishova, la historia de un joven moscovita acusado de pertenecer a un grupo terrorista, y And Towards Happy Alleys, de la india Sreemoyee Singh, sobre la sociedad de su país, aunque está rodada en Irán, y en varias varias escenas, que vertebran la historia, aparece el director iraní Jafar Panahi, premiado en Venecia y Berlín.

El actor y director argentino Martin Shanly junto a la productora de la película Arturo a los 30, una de las cintas más esperadas por el público joven.

Nosotros vimos otros dos documentales: Education and Nationalism, de Isayo Saika, sobre la manipulación en la sociedad japonesa tras la guerra mundial, pero tremendamente actual —los mecanismos de persuasión son los mismos— si observamos los nacionalismos actuales, y El caso Padilla, de Pavel Giroud, que se basa en la larga confesión del poeta Heberto Padilla, tras 37 días preso, en donde reconoce sus errores y su torpeza al criticar la revolución cubana. Aquellas tres horas de humillación y autoinculpación ante sus colegas fueron filmadas en su momento, y son la base —cincuenta años después— de este documental que muestra ese cáncer que es el castrismo.

"En la temporada en que Argentina se proclamó campeona del Mundial, el fútbol estuvo muy presente en el Festival, con dos documentales sobre sus dos grandes estrellas"

En la competencia argentina, los dos grandes galardones fueron para Terminal Yourn, de Lucía Seles, y Clorinda Testa, de Mariano Llinás, y obtuvo la distinción a la mejor dirección Martin Shanly por su película Arturo a los 30, una de las cintas más esperadas por el público, ya que este joven ha sabido conectar con su generación en sus anteriores películas. Shanly, de 34 años, director y protagonista, ya había obtenido el premio al mejor actor en el Festival de Las Palmas. La película se puede definir como una comedia de errores, que comienza con una boda y luego va hacia atrás. Su presupuesto fue de 300.000 dólares, lo que no puede considerarse una cifra modesta, pero hay que especificar, como nos comentó su productora, que tardaron más de tres años en rodarla, ya que fueron realizándola según conseguían el dinero.

El director español Norberto Ramos del Val, campeón del low cost, hablando al público sobre cómo hacer películas sin dinero.

En la temporada en que Argentina se proclamó campeona del Mundial, el fútbol estuvo muy presente en el Festival, con dos documentales sobre sus dos grandes estrellas, Sean eternos: Campeones de América, de Juan Baldana, sobre la figura de Messi, y Ho visto Maradona!, de Daniel Pennac, además de Último recurso, de Matías Szulanski, una investigación sobre el primer mundial de fútbol, en 1926, ganado por Argentina. La película de clausura fue Soy una buena persona, del español Norberto Ramos del Val, y del que se proyectaron media docena de títulos, lo mismo que del indio Rajat Kapoor y el francés Clement Cogitore, los otros directores de cine independiente elegidos para mostrarnos su trayectoria.

"Norberto Ramos del Val, que nos pareció un caradura simpático en su encuentro con el público, es un director desconocido en España y posiblemente el rey del low cost"

Norberto Ramos del Val, que nos pareció un caradura simpático en su encuentro con el público, es un director desconocido en España y posiblemente el rey del low cost, especialista, como confesó, en rodar películas sin dinero. Si hemos empezado hablando en esta crónica de una película de apenas mil euros, habremos de decir que el coste medio de las cintas de Ramos del Val se aproxima a los 4.000 euros, con algunos títulos más costosos, como Faraday, pero siempre con películas rodadas al límite, como dejó claro el director, que a veces ha tenido que hacer de cámara, guionista (junto con Pablo Vázquez), conductor y hasta cocinero. No obstante, en su cine han aparecido actrices comerciales como Manuela Velasco o Ana de Armas.

Sus películas de bajo presupuesto se mueven entre la comedia, el terror y la fantasía, y si nos vamos a la caricatura diríamos que su fórmula consiste en una cámara que alguien le presta, una mansión con piscina de algún conocido y dos chicas en bikini. La amistad, como se ve, es la clave. Amor tóxico, por ejemplo, que tuvo un presupuesto de 4.000 euros, se rodó en una sola sesión tras estar ensayando tres días en su propia casa. Después viene el montaje, que es lo más laborioso e importante en este tipo de películas. «Los productores españoles, que son todos unos pijos, me odian», dice este director, que rizó el rizo con Lucenda, una película sin diálogos y protagonizada por una sola actriz, que tal vez no veamos. «Me he especializado en hacer películas rápidas. Necesito rodar, rodar, lo llevo en la sangre… No puedo esperar a que alguien venga a ponerme pasta. Me puedo morir mañana».

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