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Del amor con daiquiris de Cris Planchuelo al amor con H de Cruz Sánchez de Lara

Del amor con daiquiris de Cris Planchuelo al amor con H de Cruz Sánchez de Lara

Acaban de aparecer dos novelas con un tema común, el amor tóxico, aunque su forma de abordarlo es tan radicalmente distinta que no tienen nada que ver entre sí: El club del Daiquiri, de Cris Planchuelo, es una ingeniosa comedia, mientras que Maldito hamor, de Cruz Sánchez de Lara, es un dramón con tintes de novela negra. Tras la lectura, uno sale del libro de Planchuelo con una sonrisa, que ha mantenido a lo largo de las páginas, mientras que la tensión, la angustia y hasta el odio se van apoderando del lector de la novela de Cruz Sánchez, y ni siquiera se mitiga —aunque hay una cierta liberación— una vez puesto el punto y final. Y uno (una) se planteará muy mucho si se acerca a cierto tipo de hombres, pero es que cuando el corazón toma las riendas…

Para orientarnos, diremos que El club del Daiquiri es como una especie de Sexo en Nueva York, aunque Cris Planchuelo dijera, en la presentación, que no ha leído el libro ni ha visto la serie. El paralelismo es evidente, pero con un importante matiz: las andanzas de Carrie y sus tres amigas en la gran ciudad son como nos gustaría que fuese nuestra vida, mientras que las de Alex y compañía nos muestran la cruda realidad, la vida tal como es. Al menos, para una mayoría. Por eso matizaremos que esta gratificante novela se puede etiquetar como un Sexo en Nueva York de aquí y ahora. El glamur, a pesar de los daiquiris, ha sido devorado por la cotidianidad y las pequeñas luchas por sobrevivir.

"Pero cuando parece que ha superado su dependencia de ese amor tóxico, e incluso tiene un joven amante que la mima, el Pijo regresa de su espantada y quiere volver a la vida de Alex, arrepentido y más atento de lo que nunca fue con ella"

Alex, la protagonista, ha llegado a la treintena. Sus aspiraciones son las de tener una nómina, una pareja estable y quizás una familia, pero su situación laboral es la de tantas jóvenes que siguen buscándose la vida. Es una periodista freelance en un medio online bastante cutre, que escribe dos columnas mal pagadas: una sobre bricolaje y otra sobre sexo, titulada A cuatro patas, idea de su jefe, un tosco y simpático tipo que aprovecha el periodismo en su propio beneficio. A estos inconvenientes ha de añadir la falta de entendimiento con su madre y los asuntos sentimentales.

Es, por lo tanto, una antiheroína, un poco gordita, que se enamora de un chico —un pijo con todas las de la ley— por encima de sus posibilidades, una relación desigual en donde ella pierde su voluntad y su autoestima, siempre pendiente de los caprichos del creído varón.  Al comienzo de la novela, el tipo, Jacobo, la abandona, y de ahí vendrá la reacción de las amigas, el desigual apoyo y ese club del daiquiri que establecen para verse todos los jueves como una manera de ponerse al día, emborracharse un poco y tratar de ayudarse. Al fin y al cabo, para eso están las amigas. Pero cuando parece —sólo parece— que ha superado su dependencia de ese amor tóxico, e incluso tiene un joven amante que la mima, el Pijo regresa de su espantada y quiere volver a la vida de Alex, arrepentido y más atento de lo que nunca fue con ella.

Cristina Planchuelo.

A diferencia de Sexo en Nueva York, Alex no tiene tres amigas, como Carrie, sino siete, con sus vidas propias, con lo cual El club del Daiquiri puede considerarse una novela coral, que nos da una visión bastante amplia y cercana de las mujeres treintañeras —las solteras y las casadas— con sus sueños, sus problemas cotidianos y sus dudas amatorias. Cris Planchuelo conoce muy bien a su público. Es una periodista de larga andadura, que ha trabajado en revistas femeninas, donde ha tenido su propia columna sobre sexo, tema que domina, ya que hizo un máster universitario sobre sexología y durante años ha escuchado la opinión de lectoras y amigas sobre el asunto, tal como se trasluce en estas páginas. De ahí que nos resulten tan frescas y esclarecedoras (o, mejor, naturales y útiles) las conversaciones que tiene con sus amigas, con Lola, por ejemplo, sobre el poliamor o el fingimiento del orgasmo, o con Inés sobre el bondage. Por cierto, Lola debería ser la protagonista de una nueva novela que continuara con las andanzas por Madrid de estas siete amigas tan reconocibles.

"Si Alex es un personaje con el que es fácil conectar y comprender, Clea, la protagonista de Maldito hamor, nos resulta, más bien, antipática"

El club del Daiquiri es una novela desde el punto de vista femenino, que parece estar destinada a las mujeres (a las lectoras de esas revistas), pero que disfrutarán también los hombres, como yo le he hecho con esta obra bien contada (la autora da clase de escritura y tiene un libro muy ameno sobre el lenguaje: El increíble caso del apóstrofo infiltrado y otros crímenes contra la ortografía española), en la que nos ha conquistado la voz, siempre cercana, comprensiva e irónica, a pesar de sus continuas dificultades, de la protagonista. La obra nos ofrece una visión positiva y amable de la vida. Una novela que nos da pena acabar, y de la que saldría una película (estoy viendo cuatro escenas muy divertidas) de éxito.

Si Alex es un personaje con el que es fácil conectar y comprender, Clea, la protagonista de Maldito hamor, nos resulta, más bien, antipática; quizás no sea el adjetivo exacto, y haya otros como lejana, ajena —y no por su problema (el amor tóxico) que afecta a tantas personas—, quizás sea porque tiene una situación privilegiada —la vida ha soplado a su favor—, y ella parece que se empuja hacia el abismo. La historia comienza (que no la novela) cuando conoce a Henry Astor, un atractivo noble británico, y entre ambos se establece una tensión íntima y una especie de juego en el que ella está condenada a perder porque, de pronto, se apoya en el corazón.

"Clea, tan culta, debería haber leído a Jardiel Poncela y saber, como en esa divertida novela, que Amor se escribe sin h"

Esta mujer de 35 años se enamora (y encoña) de Henry Astor, que también es engreído, inestable y tiránico, un canalla de manual, que puede ser encantador cuando se lo propone. Esa relación avanza al mismo tiempo que ella, arquitecta, acepta la oferta de reformar la casa de Biarritz del inglés. Allí viven sus primeras aventuras, y la mujer se va metiendo, sin darse cuenta, en esa tela de araña que la está asfixiando con escenas en las que se suceden los goces del sexo (Clea comprende que el sexo es su único momento de poder) con los viajes soñados, las sorpresas y las humillaciones, dentro de una relación cada vez más oscura, por mucho vino y rosas que pueda esparcirse.

Veamos dos momentos: en el capítulo 19 Henry, muy irritado porque ella se ha ido a tomar un copa con una amiga, le monta una escena de celos tan brutal que al final la echa de su casa totalmente desnuda. Tras diez días de ausencia, Clea, ese ‘pajarito indefenso’, regresa, y tras ‘una reconciliación de película’, se propone un nuevo reto: hacer feliz a Henry. Y mientras tanto, y como una gota china en su cabeza, la letanía interior de: perdóname, es culpa mía, no me merezco a alguien tan especial como tú, no me dejes sola

Poco tiempo después, Henry, totalmente fuera de sí por una frase inconveniente que ha pronunciado Clea, la echa del coche y la deja plantada en el arcén de la autovía a las cinco de la mañana, sola, con frío, con minifalda, zapatos de tacón y sin bolso, dinero ni teléfono. Entonces se dará cuenta de que ese Amor con H (de Henry) es en realidad un amor con h (de horror); y posiblemente es cuando en su cabeza se produce el gran salto: pasar de ese ‘no sé vivir sin ti’ a ‘algo he de hacer porque este amor me está destruyendo’. De ahí lo de matar o morir. Una hora después del plantón, Henry vuelve, pero en estos términos: ‘¡Última hora de recogida para que las putas deslenguadas vuelvan a casa… Cuando quieras, vulgar ramera de prostíbulo…’ Clea, tan culta, debería haber leído a Jardiel Poncela y saber, como en esa divertida novela, que Amor se escribe sin h.

Cruz Sánchez de Lara. Foto: Jeosm.

El tema del amor tóxico, por lo tanto, el maltrato psicológico, la anulación de la personalidad es el tema del libro de Cruz Sánchez, quien no opta por una historia sencilla y cronológica, sino que le da un toque de novela negra —un cierto misterio policial— y juega con los saltos temporales y geográficos, algo que a un lector disperso, como es mi caso, le puede desorientar. También desconcertará su primera frase: «Aquel día que te maté fue el comienzo de muchas cosas. Estaba harta de los duelos sin muerto…» Con esta confesión se inicia el libro para saltar —ya en tercera persona, como casi todo el libro— a las dependencias de Scotland Yard, donde dos agentes interrogan a Amelia, una amiga de la familia, sobre el estado mental de Clea.

"Cruz Sánchez controla bien los elementos narrativos y el oscuro argumento. La novela va ganando en interés, construcción y estilo según avanzan las páginas"

Ese primer capítulo es, cronológicamente, el último de la historia. A partir de ahí, el libro se desarrolla en tres partes, ‘Después de Henry’, ‘Con Henry’ y ‘A pesar de Henry’, en las que el inglés lo envuelve todo, y también la duda. Como lector me preguntaba, según iba pasando las páginas: ¿mató realmente a Hery o lo ha soñado? No era tan absurda la pregunta, ya que con Clea, desquiciada por un amor voraz y con tendencia a la borrachera (de ahí el incendio de la casa de Nueva York), nunca se sabe.

Al final, el último capítulo, que sucede en una prisión inglesa (pero no es lo que parece, advierto), nos aclarará esta historia, y entonces nos nos parecerá tan ridículo ese capítulo cuatro, donde los dos amantes entierran la cápsula del tiempo de la familia Astor, una enorme caja que requiere hasta una grúa, en el cenador del Biarritz, y se excitan y hacen el amor y, en fin, todo bastante raro. También comprobaremos que la novela tiene más ramificaciones que la simple relación destructiva entre Clea y Henry.

Cruz Sánchez controla bien los elementos narrativos y el oscuro argumento. La novela va ganando en interés, construcción y estilo según avanzan las páginas; y de hecho la tercera parte —donde aparece Liz, la esposa del inglés— nos parece más interesante. Su libro respira con aliento novelístico, algo esencial. Lo más difícil, y aquí lo comprobamos, es cuando la autora cuenta la pasión, obsesión y amor hacia Henry. Aquí nos encontramos con un estilo desigual y escenas más irregulares (la pasión lo nubla todo, suponemos).

"De un amor tóxico o una relación de maltrato no se puede salir en solitario. Lo sabemos. Se necesita el apoyo exterior"

Nos parece que la novela funciona mejor cuando la escritora no intenta hacer frases redondas o ‘literaturizar’ el estilo, algo tan común en muchos autores españoles. Quizás sea una apreciación subjetiva de alguien que apuesta por eso tan difícil que es el estilo natural, y del que ya hablaba Cervantes. Cruz Sánchez no necesita esos recursos: tiene ritmo, fluidez verbal e impronta novelística, y sabe manejar la acción, aunque yo me he saltado —he de confesar— detalles de la decoración de la casa y algunos momentos que me parecían demasiado evidentes. Es muy posible que Cruz Sánchez, que anteriormente había publicado Cazar leones en Escocia, sea una futura finalista del Premio Planeta, y va tan rápido como narradora, y con tantas posibilidades, que nos ofrecerá una buena novela si no se deja tentar por las prisas. Un original siempre ha de reposar largo tiempo.

Posdata: De un amor tóxico o una relación de maltrato no se puede salir en solitario. Lo sabemos. Se necesita el apoyo exterior. Alex, de El club del Daiquiri, lo consigue porque está rodeada de amigas en que apoyarse y que tiran de ella. Clea, de Maldito hamor, una mujer de éxito, también tiene amigas pero es como si no las tuviera, y la atención agobiante de los padres no parece ser el camino, por más que en sus crisis vuelva a convertirse en una niña.

Por cierto y como reflexión final: habría qué plantearse el por qué las mujeres —y hablamos también de mujeres cultas y poderosas— se enamoran, obsesionan y siguen perdiendo la cabeza por los canallas. «Con Henry no me aburro», creo recordar que insinúa Clea, pero hay otras maneras de divertirse menos perjudiciales para la salud física y mental.

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Autora: Cristina Planchuelo. Título: El club del Daiquiri. Editorial: Agua. Venta: Todostuslibros, Amazon, Fnac y Casa del Libro.

Autora: Cruz Sánchez de Lara. Título: Maldito hamor. Editorial: Espasa. Venta: Todostuslibros, Amazon, Fnac y Casa del Libro.

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Raoul
Raoul
11 meses hace

Cuando habla de la novela de Sánchez de Lara, son casi entrañables los esfuerzos del autor por nadar y guardar la ropa, aunque, la verdad, muchas ganas de leer el libro no dan…