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Paco Madrid, periodismo noir

Rótulos luminosos de los cabarets La Criolla y Cal Sacristà (Gabriel Casas i Galobardes / ANC), una de las fotos incluidas en el libro.

Son muchos los periodistas traspapelados en las páginas de la historia. La mayoría quedarán sepultados, condenados por la fugacidad de su oficio. Otros, los menos, se resisten al olvido y emergen con toda la fuerza de su maestría entre el polvo de las hemerotecas. Es el caso del ya muy popular Manuel Chaves Nogales y, en menor medida, el de Francisco (Paco) Madrid, a quien ahora tristemente se le confina a Cataluña pese a la universalidad de su obra.

Libros de Vanguardia acaba de rescatar la obra más emblemática de Paco Madrid (Barcelona, 1900 – Buenos Aires, 1952): Sangre en Atarazanas. Se trata de un texto singular, a caballo entre la novela y la crónica periodística. Esta singularidad ha llevado a considerar a Madrid un precursor de lo que hoy llamamos nuevo periodismo, periodismo literario o periodismo narrativo. Es decir, que en este libro de 1926 ya están los presuntos hallazgos estilísticos de Capote, Wolfe o Talese.

Sangre en Atarazanas es un monumental fresco de la vida en el Distrito Quinto de Barcelona en los años veinte del pasado siglo. Madrid bautizaría como Barrio Chino el vecindario hoy más conocido como El Raval. Por sus calles se cruzan madamas, rateros, prostitutas, guardias, travestidos, chulos, drogadictos, camellos, terroristas, confidentes, cabareteras, niños andrajosos, pedigüeños, anarquistas… Toda una fauna de seres vivos, muy vivos, no de estereotipos. Madrid consigue presentarlos como personas con nombre y apellidos, criaturas de carne y hueso que se enfrentan a su manera a los golpes de un destino trágico las más de las veces.

Una de las grandes virtudes de Madrid es que no aparece como un mero observador neutral, tentación muy frecuente entre los periodistas. Madrid, Paco, es uno más en ese rosario de personajes a los que la estrella caprichosa colocó en aquel tiempo y en aquel lugar de mala vida y de mala muerte.

La república de los barrios bajos

Él mismo explica en su libro la irrefrenable atracción por los barrios bajos de las grandes ciudades. “A mí el barrio bajo, el bajo fondo —escribe—, me inspira una gran curiosidad. Está allí el verdadero sentido primitivo de todas las ciudades. No hay nacionalismo profundo. Un barrio bajo es el principio de la idea internacionalista. Nadie es del país y todos lo son: rusos, montenegrinos, chinos, franceses, italianos, ingleses pueblan un barrio bajo y forman una república”.

Retrato de una artista del cabaret La Buena Sombra (Gabriel Casas i Galobardes / ANC), una de las imágenes que ilustran el libro de Francisco Madrid.

Estamos en un tiempo histórico turbulento. Europa acaba de sufrir la Gran Guerra. España padece la dictadura de Primo de Rivera. La violencia y la miseria se compinchan. Patronos y obreros mantienen un duelo a muerte. El movimiento anarquista alcanza su apogeo, mientras desde Rusia llegan los ecos de que una utopía era posible: un paraíso en este mundo.

Madrid describe aquel momento entremezclando la trascendencia histórica con la rutina cotidiana. Lo explica así:

“Iniciábase en aquella época la decadencia de los toros y el surgimiento del movimiento deportista actual; incubábase la guerra social y el terrorismo feroz de la transguerra; dominaba la ciudad una fiebre africana de negocios, y el oro brincaba en los bolsillos de los más audaces; empezaba a hacerse uso del jabón y del pijama con ostentación, y caían sobre el Distrito Quinto pillos y aventureros de todos los puertos del mundo…”

Francisco Madrid imprime a cada reportaje/novela/cuento un sentido social. Basta revisar los títulos de algunas de sus historias para hacerse una idea de su intención: La organización comercial de un prostíbulo, Una noche en una casa de dormir, Mercado de cosas robadas, Los niños en la calle y en el prostíbulo, La muerte en el lupanar, o Vida del hombre que cumplió una cadena perpetua. El encargado de esta edición, el escritor y crítico Julià Guillamon, incluye como complemento un minucioso y estremecedor reportaje de investigación, y de inmersión, sobre la trata de blancas. Un mes entre explotadores de mujeres —así se titula— parece estar relatándonos el tráfico de mujeres en la actualidad con casi un siglo de antelación.

La novela como reportaje

La explicación de que Madrid consiguiera en los años 20 revolucionar de tal forma el periodismo está, en palabras de Guillamon, en que el escritor creía firmemente que “la distancia entre reportaje y novela era muy pequeña, de hecho consideraba que la novela era una forma de escribir reportajes”. Lo demuestra su propia forma de trabajar. Primero publicaba una serie de reportajes en un periódico y, posteriormente, los reunía para construir con ellos no una antología de artículos sino un todo, una novela redonda en la que se narraba un tema de actualidad rabiosa; de hecho, apellida muchos de sus libros con un subtítulo aclaratorio y revelador: “Una novela-reportaje”. El resultado es que no se distingue realidad y ficción. Da igual, el lector se queda con una idea más fidedigna de la situación, o de los hechos, de que la que le habrían dado por separado una novela y un reportaje.

Si apasionante es la obra de Paco Madrid, su propia vida no se queda atrás. Tal vez por eso escribió lo que escribió. Cuando solo tenía 8 años, su madre se marchó a Cuba para no volver y le dejó a cargo de su madrina. Trabajó desde muy niño, sin perder de vista sus estudios en centros nocturnos, en los que frecuentó al profesor Eugenio d’Ors. Con 16 años publicó su primer artículo, y con 20 la primera novela. Fue crítico teatral y cinematográfico; el cine fue otra de sus grandes pasiones como autor de argumentos y guiones. Y llegó a ser fundador y editor del periódico El escándalo, donde publicaría gran parte de su obra.

Un artículo contra la Monarquía le costó una condena de cárcel. Pero Madrid sacó partido de su castigo. No sólo se nutrió de material para sus escritos, sino que trabó amistad con otros reclusos —delincuentes de todo tipo—, que una vez libre le servirían de confidentes.

Biógrafo de Unamuno y Valle-Inclán

Durante la dictadura de Primo de Rivera se instaló en París, entonces destino de muchos españoles exiliados. Allí fue corresponsal del Heraldo de Madrid y de El Liberal. Conoció a Unamuno, sobre el que escribiría años después Genio e ingenio de don Miguel de Unamuno, Por su faceta de crítico teatral, también conoció a Valle-Inclán, a quien entrevistó y sobre el que escribió el libro titulado La vida altiva de Valle-Inclán.

Retrato de Francisco Madrid en los inicios de su carrera periodística (Familia Madrid)

Tras la dictadura, volvió a España. Se casó con la entonces popular actriz María Luisa Rodríguez. Fue secretario del entonces Gobernador Civil de Barcelona, Lluís Companys, experiencia que contaría con detalle en Ocho meses y un día en el gobierno civil de Barcelona (confesiones y testimonios). Durante la República se instaló en Madrid, donde fue subdirector del diario La Voz y destacado miembro del entonces muy activo Ateneo. La Guerra Civil le sorprendió cubriendo el Tour de Francia. Al regresar a España, fue detenido en la frontera y condenado a muerte por milicianos anarquistas, a quienes había enfurecido su libro crítico con la República Comunista Libertaria de Fígols. Su amigo Lluís Companys, ya presidente de la Generalitat, le salvó del apuro. Escapó a Londres y de allí a Burdeos, desde donde se embarcó con su mujer y su hija rumbo a Buenos Aires.

Resucitado por Quim Torra

En la capital Argentina, pronto se integró en la vida cultural. Tradujo del inglés La calumnia, de Lilian Hellman, y la llevó al teatro con éxito; entre el elenco se encontraba Evita, entonces todavía Eva Duarte. Con la actriz volvió a compartir cartel en La copla de la Dolores (1945), película de la que escribió el guion y que llegó a competir en Cannes.

En plena actividad creadora, a Madrid le sorprendió la muerte con sólo 52 años. Salvo muy contadas excepciones, su personalidad y su obra padecieron un largo olvido, hasta que el hoy presidente de la Generalitat, Quim Torra, publicó en 2010 Sangre en las Atarazanas en su editorial Contravent. Pese a que Madrid escribió el libro en castellano, Torra lo publicó en catalán: Sang a les Drassanes.

Como escribe Sergio Vila-Sanjuán en el prólogo a la edición que acaba de publicar La Vanguardia, el libro de Madrid “sigue tan vivo y palpitante como en el momento de su primera aparición”. Confiemos en que sea solo un primer paso para rescatar del olvido el resto de la obra del gran periodista barcelonés, que, a juzgar por el aperitivo, promete ser todo un festín. Festín que sería completo con la biografía por escribir de uno de nuestros grandes autores de la literatura de testimonial del siglo XX.

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Autor: Francisco Madrid. Título: Sangre en Atarazanas. Editorial: Libros de La Vanguardia. VentaAmazonFnac y Casa del Libro.

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