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Palabras o prestigios de Ramón Mayrata

Palabras o prestigios de Ramón Mayrata

El hombre crea el mundo. Al menos, lo hace en la ficción del lenguaje. Nombra las cosas y, con ello, las genera. Así como el mago que hace brotar de la nada una moneda de brillante níquel y la lanza dentro del sombrero. Envés y revés de una mano limpia. Sonrisa al frente. Otra moneda. U otra palabra que construye un espacio o pronuncia silla, amor, fragancia. DICE EL FANTASMA:

Dirige tu mano hacia una esquina

de la mesa. Como si fueras a coger

el mechero.

Nadie se fijará en el resto

de tu cuerpo.

Sólo existirá tu mano,

pues los hombres tan solo perciben

las acciones finales, jamás los pasos

intermedios.

Yo he coordinado

todas mis acciones hacia un único

fin: el de no existir. Tal es

mi secreto.

Ni siquiera mi mano,

ni un dedo, ni una de mis uñas

puedes percibir. Pero yo puedo

darte fuego. Pues estoy aquí,

contigo, en esta misma habitación,

empuñando tu propio mechero.

No ves al espectro, pero puedes encender tu cigarrillo. Las volutas de humo comienzan a encarnar —esta palabra tan tuya— al hombre que existe en el mechero: ojos de profundísimo misterio en una avanzadilla de fiereza, el hambre en cada gesto, el don de la narración hechizante, arena en las sienes. Ramón Mayrata ya está ante ti, cruza un espejo colgado en la nada, está mojado de mar y huele a café y a desierto, virtud de lo imposible.

"Un año después, con 19, publica Estética de las serpientes, un libro prácticamente inencontrable hoy. ¿Después? Silencio poético"

Poeta, narrador, ensayista, viajero, divulgador del mundo mágico… Las caras de Mayrata son tan diversas y están tan cohesionadas como las que figuran en las 52 cartulinas de un mazo de naipes. El escritor, que nace en 1952 en Madrid, está firmando una biografía extraña, pero siempre vinculada a la poesía, aunque esta mute de manera constante y no se manifieste solo en el papel.

Aparece en el ambiente poético en 1971 y lo hace como parte de la antología Espejo de amor y muerte, que tiene el objetivo de plasmar las novísimas voces de la época y está apadrinada por el nobel de literatura Vicente Aleixandre.

Ramón Mayrata con Vicente Aleixandre.

Un año después, con 19, publica Estética de las serpientes, un libro prácticamente inencontrable hoy. ¿Después? Silencio poético. La propia biografía, casi novelesca, del escritor, así como su interés por otros géneros, hace que tengan que pasar casi 20 años para una nueva entrega poética. Ocurre en 1990 y se concreta en una pequeñísima colección de versos bajo el ‘lewiscarrolliano’ nombre de Una duda de Alicia (Frakson).

En esta publicación —considerada un objeto de culto para muchos amantes del mundo del ilusionismo—, Mayrata ya deja clara la que será su obsesión lírica, presente, de alguno u otro modo, en su producción posterior: la concepción de la existencia a través de la palabra.

El agua casi no existe.
Tiemblan las rocas del fondo
bajo el agua que no existe.
Tiemblan pétreas colinas
sobre el agua que no existe.
Vuela el velero en el aire
del agua que no existe.
Los pinos son cabellera
del agua que no existe.
Lentamente, el nadador
en el agua que no existe,
deja una estela blanquísima
de espuma que sí existe.
Del ojo verde de la cala,
de un verde que sí existe,
surge tu cuerpo mojado
de un agua que sí existe.

Ya lo hemos dicho: el autor, como el prestidigitador, es un demiurgo capaz de fecundar la nada. Es gracias a la mano del ser que se produce la certeza del mundo. Todo queda contenido en el gesto creador; un juego metafísico rodeado de incógnitas que el lector disfruta, como es capaz de hacerlo del espectáculo de ilusionismo: sin querer resolverlas, limitándose tan solo a contemplar. Y a sentir.

La fuerza de lo que no existe, pero existe

Sus poemas son, casi siempre, breves. Como breve es el milagro de los hombres. En ellos describe territorios frágiles; un cristal rayado por la arena de lo cierto, manchado por el fango de lo demostrable, pero donde «siempre es posible un nuevo prodigio».

"A veces a través de la rima; en otras ocasiones, adueñándose del ritmo octosílabo, sus textos están dotados de una fuerza narrativa que hace tangibles las imágenes"

Camina por esa cuerda floja, por esa nación inestable, con unos ojos —esos ojos llenos de secreto— que «saben descubrir / las cosas que no pasan» y en los que «se enciende / el rescoldo de otra realidad». Esta es su apuesta poética y, hay que atreverse a decirlo, probablemente esta sea su apuesta vital: el disfrute de la extrañeza inmersa en la propia vida, el yo como singularidad dentro del paisaje que ya estaba antes, pero que solo se evidencia con el hombre:

Para él, el mundo
sigue siendo inmenso
pues sabe remontarse
sobre lo que le limita.
Pero no desprecia
la más próximo,
el universo siempre
inquietante de una brizna.
No es ciego como el viento
y puede detenerse a voluntad.
En su nido conserva
esa mirada inacabable
y al posarse en las cosas,
en las cosas cercanas,
descubre en cada una
un paisaje a vuelo de pájaro.
Desde los cielos la materia
es más inaccesible.
Desde los cielos sueña
con volar entre las entrañas
de la tierra.

A veces a través de la rima; en otras ocasiones, adueñándose del ritmo octosílabo, sus textos están dotados de una fuerza narrativa que hace tangibles las imágenes. El lector se sitúa en un espacio de recepción en el que, casi a la manera de un espectador, observa el espectáculo.

Considera la escritura como una especie de sortilegio. Ahí está la unión con la magia, con el ilusionismo, que de alguna manera también construye poesía a través del asombro. Así lo ha dejado escrito en un antiguo artículo, publicado en la revista FronteraD en 2014: «La literatura convierte la realidad en vulnerable a lo posible. E injerta en ese cristal trasparente que es la realidad un enigma que hay que descifrar, el puro asombro ante cuanto nos rodea. A mi modo de ver la obra de un escritor es el largo camino que regresa, tras digresiones y rodeos, a las sencillas e intensas preguntas que conmovieron su corazón alguna vez».

Palabras como prestigios que embelesan e introducen en un relato singular: el que surge de toda la biografía de Ramón Mayrata, un hombre que es poeta, narrador, antropólogo, divulgador, mago.

Siempre al fondo de la fotografía

No me había dado cuenta hasta ahora, pero Ramón Mayrata ha estado muchas veces al fondo de la fotografía. Con su perfil discreto en el mundo poético —apenas ha entregado media docena de libros de poesía— y su gran interés por la narrativa, por el periodismo, por el mundo del guion y, sobre todo, por la divulgación de la historia del ilusionismo, es fácil pensar que no ha estado especialmente vinculado a los ambientes literarios.

"El objetivo inicial, ha explicado en varios momentos, era encontrar el espacio-límite entre lo auténtico y la ficción, entre la imaginación y la biografía, entre lo tangible y lo intangible"

Sin embargo, su imagen aparece muchas más veces de lo que se podría esperar. Aleixandre, Enrique Morente —otra alma profundamente poética—, Álvaro Cunqueiro o Ramón Gaya son algunos de los nombres que se enlazan a lo largo de la biografía del madrileño. Y allí está él, en imágenes en blanco y negro o de tenues colores del pasado.

Ese situarse más allá de la frontera, de manera física en muchas ocasiones, entronca con su concepción literaria, en la que el objetivo inicial, ha explicado en varios momentos, era encontrar el espacio-límite entre lo auténtico y la ficción, entre la imaginación y la biografía, entre lo tangible y lo intangible.

Casi sin quererlo, este EXTRAÑO YO se imbrica en su poesía, autorretrato abstracto de uno mismo en el otro, un fundirse en ecos postreros de lo imprescindible: «Majestuosamente desterrado / del mundo, su cuerpo / se ha entrometido en el paisaje, / que contemplaban mis ojos».

Cuéntame una historia de imposibles

Genero una no-ficción inexacta, basada en algunas breves pistas que Mayrata ha ido dejando aquí y allá a lo largo del tiempo.

Desaparece su barba cana y delante tengo a un niño. Mira, desde lejos, con algo de miedo y mucha curiosidad, un sombrero de copa. Ese elemento mágico que genera la utopía y la hace tangible. El mago lo ha dejado, por error, olvidado en la casa de Mayrata.

El pequeño se acerca, lo mira, lo examina con cuidado… Ese objeto místico contiene el mayor de los talentos: la posibilidad de crear mundos nuevos e infinitos, donde la vida troca en algo más asumible, soportable, alentador, feliz.

La mirada escueta
que ilumina y afirma,
que reconoce y acepta.

Años después, al borde de la mayoría de edad y con un sueño: entregar la vida a la escritura. En ese momento conoce a otro mago —virtud oriental en las palmas de sus manos— y con él cruza el espejo. Tamariz, Carrol, Ascanio… Todos los grandes maestros se encaraman a una mesa de camilla evanescente y le otorgan un poder: el de conocer desde dentro el mundo del ilusionismo.

"En el poema, los ojos del niño se abren, absortos, para siempre. Aquí su vida, completamente dedicada a esta pasión que le mueve por completo"

Desde entonces, la prestidigitación, la magia ilusionista, han estado en el corpus creativo de Mayrata. Novelas como El mago manco, en claro homenaje al argentino René Lavand; poemas cuyo título —’El prodigio’, ‘Apariciones y desapariciones’— se relación con esa disciplina, e incluso proyectos divulgativos como su ensayo Por arte de magia; una historia del ilusionismo o la revista Maese coral están directamente relacionadas con esta disciplina tan antigua, que para Ramón es una forma de expresión vinculada a su propia vida, un arma para «defenderse del mundo exterior».

Cuando algo aparece
la sorpresa duró un instante.
Cuando desaparece, persiste,
no se olvida. Los dedos
que sostenían un objeto
acarician un filo de aire.
El silencio en la palma
de la mano encubre peso,
tacto, materia, nombre,
trasunto de un mundo
que acaba de desaparecer.
El filo de la nada
es un doble horizonte
que el pasado evoca
y abre el futuro
a todas las probabilidades.
Aunque el suelo y el techo
persisten, aunque persiste
la carne de la mano,
lo que no está enardece
el vacío con mil eventualidades
que imaginar adora.
Palpita el objeto que se fue
y con él la consistencia
de todos los demás, sus leyes.
Desembarazarse de aquello
que aferramos, no puede suceder,
pero sucede, y la nada
se vuelve accesible,
holgado recipiente
para la libertad.

En el poema, los ojos del niño se abren, absortos, para siempre. Aquí su vida, completamente dedicada a esta pasión que le mueve por completo. Las manos crean la ilusión en el cuaderno. ¿El poema? Se lo dijo a Aldo Linares: «Una forma de sentir el mundo», un sortilegio insólito con el que construye su propio reflejo. Y allí se genera un POEMA SIN PALABRAS que se queda a tu lado para siempre:

Fred Kaps mostraba la palma de su mano vacía.
Una mano vacía siempre es misteriosa.
Fred Kaps cerraba la palma de su mano vacía
y del puño caía un hililo de sal.
Entonces su mano era más misteriosa
pues abría los dedos y seguía vacía.
Entonces su mano era tan misteriosa
como la mano que escribe un poema.
Le bastaba cerrarlos y caía la sal
formando un montoncito que ascendía
junto a sus largas piernas negras
enfundadas en las perneras del frack.
Toda aquella blancura junto a la tela
obscura y los negros zapatos de charol
grano a grano componían la página
en blanco para su poema sin palabra
que el brazo rotundo de su cuerpo
rubricaba: lo imposible, el contraste,
una mano vacía que llama a la puerta
de lo que no se comprende, un resquicio
que se abre en el aire y nieva a su través
la sal sobre la tierra, ininteligible
junto a los pies firmemente asentados
en el suelo. Con palabras yo plagio
aquel hermoso poema sin palabras.

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