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Pedro Gobeo de Vitoria o cómo mearse en Robinson Crusoe

Pedro Gobeo de Vitoria o cómo mearse en Robinson Crusoe

¿Qué se siente al morir de hambre? Un pasmo de asombro y espanto. Pero debe de ser peor, pues este testimonio lo contó el que, a pesar de todo, sobrevivió. Pedro Gobeo de Vitoria se dispuso a morir en una playa bañada por el Mar del Sur en la que hacía días que no había más que arena para comer. Llegó a chupar del fango, desesperado por beber algo. Iba acompañado de otros que corrían la misma suerte, entre ellos un sacerdote que, sentado a la falda de un risco, confesó uno a uno al desdichado grupo. Acto seguido, buscaron un lugar donde pasar a mejor vida. Cualquiera que fuera el destino no podía ir a peor.

Pedro se arrodilló en un espacio libre de peñascos y empezó a cavar su propia tumba. Un pellejo estirado en un esqueleto humano era cuanto quedaba de él. Ayudándose con una concha, retiraba la arena que ablandaba sus propias lágrimas. Tan débil estaba que tenía que pararse a descansar, sin saber si llegaría a acabar la obra más triste de su vida. Cuatro palmos de hondo, cuatro de ancho y lo mismo de largo. Ese era el tamaño de la sepultura que necesitaba para tumbarse mirando hacia el cielo con una ridícula cruz sobre el pecho hecha con dos tallos. Por entonces, Pedro Gobeo de Vitoria tenía quince años.

"Con sólo trece años se soltó del abrazo de una madre que suplicaba porque no se marchara, pero él se subió a un barco rumbo a América"

Después de lo que pasó a tan tierna edad, sólo podía hacer una cosa el resto de su vida: rezar, aunque dejó un huequito para escribir, que para algunos es casi lo mismo. Se formó como jesuita y desde un escritorio en Lima escribió Naufragio y peregrinación: el relato de su viaje desde Sevilla hasta Perú.

La historia está llena de locos. Pedro es uno de ellos. Con sólo trece años se soltó del abrazo de una madre que suplicaba porque no se marchara, pero él se subió a un barco rumbo a América. Si hubiese tenido un móvil, el reloj le diría que era temprano y el calendario mostraría los días de 1593. Los héroes de sus cómics hubiesen sido Colón, Hernán Cortés y Pizarro, una pequeña diferencia entre la generación tiktoker y la generación discoverer. El “deseo aventurero” es lo que movía a nuestro protagonista mientras subía a bordo de un barco que estuvo a punto de convertirse en su tumba. Varias veces. Y me dan igual las excusas de que eran otros tiempos, que con trece años en el siglo XVI ya eras casi un hombre y que son contextos diferentes. También se dice que los historiadores escribimos desde el presente y no podemos ser objetivos. Así que sí, la historia está llena de putos locos y Pedro Gobeo de Vitoria es uno de ellos.

"Cuarenta pasajeros y un sacerdote iniciaron una caminata por la costa de las Esmeraldas en lo que realmente eran 800 kilómetros de playas, ríos, riscos, lluvia, calor, miedo y escasez de recursos"

Dos años tardó en llegar a su destino. Zarpó desde Sanlúcar de Barrameda y perdió de vista Castilla desde la popa del barco. Era la primera vez que navegaba y en unos meses vivió su primer huracán, su primera batalla contra unos corsarios, la primera vez que empuñó una escopeta, la primera vez que vio morir a un compañero a su lado (de un grupo en el que acabaría muriendo el 60%), la primera vez que temió por su vida y la primera vez que pasó hambre hasta desfallecer. Mi mayor preocupación a los trece años era hacerme con todos los Pokémon.

El “naufragio” fue metafórico: una empresa que fracasa en su intento de llegar a Perú. La “peregrinación” fue tan real como dura y consecuencia de una troleada brutal del piloto del barco. Al salir de Panamá hacia Perú el navío no navegaba y el hombre al mando dijo que era por “la mucha gente que traía”. Había que aligerar peso, así que un grupo debía saltar a la playa y seguir andando hasta el primer puerto peruano que, según el piloto, estaba a doce leguas de allí (unos 58 kilómetros). Cuarenta pasajeros y un sacerdote iniciaron una caminata por la costa de las Esmeraldas en lo que realmente eran 800 kilómetros de playas, ríos, riscos, lluvia, calor, miedo y una escasez de recursos al punto de ver un manjar en un pájaro muerto y podrido, sin más elaboración que quitarle las plumas:

“Aunque entiendo que según era el hambre no hubiera quien reparara en ello, pareciéndole tiempo perdido el que se gastare en aderezar tal comida con otra salsa que no fuere la de su necesidad, la cual se bastaba por sí sola para poner gusto y sabor a lo más desabrido del mundo”.

Naufragio y peregrinación se publicó en Sevilla en 1610. Perdido en el tiempo, no hemos sabido de este libro hasta el siglo XXI, y la primera edición accesible a todos los lectores ha sido publicada recientemente de la mano de la editorial Crítica y la incalculable labor de recuperación y adaptación de Miguel Zugasti, Catedrático de Literatura en la Universidad de Navarra. Hasta el momento de escribir estas palabras, sólo hay un ejemplar identificado en todo el mundo. Hasta hace nada, esta desventura sólo podía leerse en la Biblioteca de la Universidad alemana de Mannheim. Desde mayo de 2023, el testimonio de Pedro Gobeo de Vitoria navega por todas las librerías de España.

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Autor: Pedro Gobeo de Vitoria. Título: Naufragio y peregrinación. Editorial: Crítica. Venta: Todos tus libros, Amazon, Fnac y Casa del Libro.

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