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Un balcón en Roma

Hace mucho tiempo, en Roma, parado en una esquina de la vía del Babuino, imaginé a un sacerdote asomado a un balcón en uno de aquellos edificios, mirando hacia la Piazza de España. Aquel sacerdote se llamaba Lorenzo Quart, era un agente de los servicios secretos del Vaticano especializado en asuntos sucios, y había recibido la orden de viajar a Sevilla para esclarecer el misterio de una pequeña iglesia que, a punto de ser demolida por la ambición y la maldad, mataba para defenderse.

Hoy, veintinueve años después, he visto a ese sacerdote, interpretado por el actor Richard Armitage, asomado al mismo balcón romano. La película se llama The man from Rome –en España conserva el título original La piel del tambor– y trata, como la novela, sobre un enigma más o menos policíaco, una hermosa dama, un hacker misterioso y unas cuantas cosas más, relacionadas con la nostalgia y la ausencia: la búsqueda de cierta fiel infantería, la soledad de un templario fiel a su regla, la urgencia de encontrar baluartes de dignidad que nos salven de la orfandad intelectual, del cielo sin dioses y del frío que siempre hace afuera.

He visto la película, como digo, que me parece dignísima –es la decimocuarta historia mía que llevan al cine o la televisión, y no siempre afirmé lo mismo–. El director y los actores hicieron un gran trabajo y les estoy reconocido; pero hay algo que agradezco más: la secuencia de apenas veinte segundos con el padre Quart asomado al balcón de Roma vale para mí más que toda la película, porque es la materialización exacta del sueño de un escritor. El cierre perfecto para el bucle de casi tres décadas que llevó de la imaginación del autor a la novela y, ahora, a la pantalla. Es la perfecta felicidad: un relámpago fugaz en la imaginación de un novelista, que finalmente, ante sus ojos, se materializa y ocurre.

Y por si fuera poco, para rematarlo, Sevilla. Cuando preparaba la novela llegué a esa ciudad y supe que era ella, que me encontraba en el lugar exacto. Después estuve dos años yendo y viniendo mientras las tramas que componían la novela cuajaban en un laberinto de sensaciones que a punto estuvieron de hacerme salir del camino y perderme en un lugar diferente, seductor, donde la propia Sevilla, como un trasunto de la hermosa Macarena Bruner hecha piedra y siglos y naranjas amargas y manzanilla, me hubiese atrapado con su canto de sirena. A punto estuve de escribir una novela diferente a la que me había llevado hasta allí. O tal vez eso fue lo que hice. Por primera vez en mi vida dejé de controlar por completo una historia y fue el escenario, aquella ciudad asombrosa, lo que se apoderó de mí.

Tres décadas después, con todo eso en la cabeza, acudí una tarde a la llamada de mi amigo el director Sergio Dow y también de otro viejo amigo, el productor Enrique Cerezo; y lo hice como siempre acudo a estas cosas: un poco resignado aunque dispuesto, como siempre, a enfrentarme a mi propia historia en la pantalla aceptando que ya no es mía sino de un director, un guionista, unos actores, un productor y un amplio equipo que inevitablemente acaban convirtiéndola, pues ésas son las reglas del cine y la televisión, en algo que puedes reconocer como tuyo, pero que ya es también, y sobre todo, ajeno. Que pertenece a otros.

Sin embargo, cuál no fue mi sorpresa al descubrir que en este caso no había sido así. Que la película era excelente y que Richard Armitage, Amaia Salamanca, Rodolfo Sancho, Alicia Borrachero, Paul Guilfoyle y los demás actores estaban estupendos en sus personajes. Que una especie de milagro extraño se producía en la pantalla, y que aquello era como encontrar a unos viejos amigos aún jóvenes, intactos, casi como los había imaginado y escrito. Y esa especie de satisfacción o de orgullo, esa dicha singular, íntima, intensa, que me producía La piel del tambor en la oscuridad de la sala de proyecciones, se parecía mucho a la original, aquella que sentí cuando por primera vez llegué a esa ciudad asombrosa que ahora, convertida en un personaje más de la película como ocurría en la novela, confirmaba las líneas con las que en su momento abrí mi relato: «Clérigos, banqueros, piratas, duquesas y malandrines, los personajes y situaciones de esta novela son imaginarios. Todo aquí es ficticio excepto el escenario. Nadie podría inventarse una ciudad como Sevilla».

Pero todo eso había empezado en otro lugar, mucho antes. Con aquel sacerdote, que cuando lo imaginé aún no tenía nombre, asomado a un balcón en Roma.

Así que, bueno. Para qué les digo otra cosa. Me gusta mucho escribir novelas.

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Publicado el 4 de noviembre de 2022 en XL Semanal.

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Ricarrob
Ricarrob
1 año hace

Buena noticia la de haberse realizado película de una de las mejores novelas de don Arturo. De las que se leen varias veces , se sacan varas conclusiones o no, se descubren nuevos matices o no y siempre se disfruta o si.

Protagonistas. El espía, la Macarena, la propia iglesia que parece cobrar vida, la Iglesia oficial con mayúsculas, la estructura vaticana… etc. Pero para mí, el protagonista más entrañable, el más sufriente, el depositario de todos los secretos, el astrónomo en su torre, el de la vieja sabiduría de siempre, es el párroco, el padre Ferro, el viejo Príamo, rey de su fortaleza asediada por todos los lados, guardiàn de Elena-Macarena y al que le cuelan un caballo iliónico e irónico lleno de sorpresas y de tentaciones mundanas, un caballo que se desmorona con sus secretos dentro y que arrastra a los aqueos a desistir y al intentar un compromiso. Pero los aqueos siempre salen victoriosos, aún con el caballo capturado, en esa partida de ajedrez que juega la vieja iglesia. Quizás unas tablas después de la escabechina de piezas.

¡Qué bien el cine español cuando tira de nuestra impresionante literatura o de nuestra extensísima historia y no recurre a los temas que cansinamente le son habituales! Que cunda, por favor.

Ganas de leerla tengo de nuevo… y de ver la película.

Ricarrob
Ricarrob
1 año hace

Por cierto, se me olvidaba. Don Arturo, por favor, nos tiene que contar en detalle lo del personaje en el balcón de Roma y, por una vez, desvelar uno de sus escondidos enigmas. Da lugar a unas cuantas especulaciones, a cada cual más jugosa.

Nora Greco
1 año hace

Termine de leer La piel del tambor hace dos semanas . Ignoraba que se estuviera filmando . Y luego de leer sus comentarios , don Arturo , espero ansiosa el momento del estreno en esta lejana Buenos Aires .
Es una novela atrapante , yo ni sabría decir si la me jor de las 13 obras suyas que llevo leídas pero si puedo decirle que con una trama tan ingeniosa como todo lo suyo , está tiene el plus de darnos la magia de Sevilla , sus callejuelas , sus luces y sus aromas . Una vez más gracias por traer hasta mi alcoba la compañía de su imaginación en la forma del libro escrito en la lengua más bella y rica del planeta
P.D. Estoy terminando REVOLUCION y me daré una vuelta el fin de semana por mi lugar favorito Librería El Ateneo donde siempre encuentro alguna de sus obras pasadas.
Con toda mi admiración y gratitud por tan exquisita compañía un abrazo.
Nora

GabrielFM
GabrielFM
1 año hace

Pues que sepa este gran escritor que al leer esto he recordado que en casa de mis padres tengo la novela. Que todavía no la he leído y voy a pasar hoy mismo a por ella, porque es un sacrilegio no haberlo hecho todavía.

Pepe Cuervo
Pepe Cuervo
1 año hace

Leí la novela hace unos cuantos, mas bien muchos años y creo que es de las mejores que ha escrito, habrá que ver la película para comparar.

Juan
Juan
1 año hace

Otra película/serie basada en las obra de don Arturo, que en la orilla derecha de este mar nunca veremos. Cortesías de un mercado cultural (y del otro) dominado por la producción gringa. Salud.

Pilar
Pilar
1 año hace

El autor, que me ha proporcionado muchas horas deliciosas y que lamento no sean más, no puede sustraerse a su naturaleza: es pura vanidad.

Onuba66
Onuba66
1 año hace

Leí el libro hace muchos años y espero que como UD. Dice la película esté a la altura….

Denis Cobar
Denis Cobar
1 año hace

Hola, pues acabo de toparme con Zenda, y he leído algunos escritos ya y me han resultado muy interesantes, entre ellos éste de la novela convertida en película, ahora quiero leer la novela. Me han pedido enseñar Español en una institución educativa del pequeño pueblo donde vivo, y creo que la lectura de Zenda me va a servir para promover entre los muchachos el gusto por la buena lectura.

Daniel
Daniel
1 año hace

Don Arturo, poco deja usted a los insistidores , esos que tratamos de escribir alguna cosita que sea mas o menos digna de leer, por ahora me contento con eso que dice» para ser un escritor primero hay que ser lector», y gracias a Dios existen los Perez Reverte; los Fernández Diaz y tantos otros, no se si algún día publicare, pero lo que si se es que placer mas grande es leer a los buenos escritores y tratar de copiar alguna cosita de su pluma. Enhorabuena por la película y a la espera de algún personaje mas que acompañar en sus aventuras. Gran Abrazo

Basurillas
Basurillas
1 año hace

Una glosa, sin destripe, de la nueva película, para aumentar las ganas de verla entre el público. Siempre es un aliciente saber que el autor del texto original ve de forma complaciente y gustosa el resultado de la inevitable adaptación al séptimo arte y que los actores, realizadores, guionistas y profesionales de la ambientación y decorado han hecho bien su trabajo, con adecuada fidelidad a la novela. A mi por de pronto me ha convencido y me fijaré, en especial, en el famoso balcón que, seguro, ya no será una mera terraza.

Javier
Javier
1 año hace

Normalmente valoro con cinco estrellas esta columna. Soy un lector asiduo de Don Arturo y, con algunas excepciones, me encantan sus libros. En cuanto a las adaptaciones cinematográficas, como norma general no me gustan nada. Ni «El capitán Alatriste», ni «El club Dumas» (titulada «La novena puerta»), ni casi ninguna otra. No es que la base no sea buena, es que las adaptaciones no lo son. Tratar de comprimir un libro de seiscientas páginas (o varios libros incluso) en un par de horas de película no puede dar un buen resultado nunca.

En este caso me voy a abstener de opinar porque no he visto la película, pero con todo mi respeto y admiración al autor, voy a poner en cuarentena su opinión.

Ricarrob
Ricarrob
1 año hace

Cuando las viejas son pasto de las lentejas, hacemos ensaladas con los bigotes de un langostino, y sin concierto tiramos ventanas desde el avión, eso si, con un tomate en el culo, es que estamos en la decadente omnipresencia del neosubrealismo más acuciantemente impersonal o personal que visto hayamos o no visto encontremos, buscando infatigablemente cual Diógenes, no te pongas detrás que me tapas la luna…

jlbenavides
jlbenavides
1 año hace

Se lee usted, maestro, muy satisfecho y profundamente conmovido. Gracias por compartir su intimidad emocional. No deje de hacer eso que le gusta tanto hacer, que a nosotros, nos encanta leer sus novelas.