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Una novela-problema, como las de antes

Basil Rathbone caracterizado de Sherlock Holmes.

Basil Rathbone caracterizado de Sherlock Holmes.

Hay muchas formas de nostalgia, y escribir novelas es una de ellas. Para ciertos novelistas entre los que me cuento, narrar historias no es sólo un ejercicio de creación sino también una forma de recobrar, de reescribir incluso, libros que en otro tiempo amó. Que marcaron su vida y su trabajo. Su manera de mirar el mundo, la literatura y la vida.

El problema final es el intento de un novelista profesional por recobrar cierto placer perdido: volver a ser lector inocente, o jugar a serlo —la palabra juego es fundamental en este relato—, situándose ante una trama policial con la antigua visión de cuando cada página leída era sorpresa, emoción e intriga. El inconveniente, en este caso, era que para eso no basta la voluntad. No puedes renunciar, olvidar o prescindir de la mirada que una larga vida lectora te dejó, ni de los resabios de un oficio que practicas desde hace treinta años.

Sólo advertí una forma de resolverlo: combinar al escritor veterano con el lector ingenuo que antaño fui. Mezclar ambos extremos, asombro y experiencia. En un tiempo en que, al socaire del momento, la hoy llamada novela negra tiende a plantear sus tramas como ¿quién lo hizo?, mi intención era volver al viejo ¿cómo lo hizo?, recuperando las maneras de la antigua novela-problema. Aquélla —Agatha Christie, Ellery Queen, John Dickson Carr— cuya construcción y resultado pueden considerarse como la resolución de un enigma matemático.

Una vez decidido eso, esta novela se planteó como un desafío: comprobar si todos aquellos años y lecturas, y la vida vinculada a unos y otras, bastaban para conseguir una trama que fuese reescritura de muchas otras, pero elaborada ahora de modo original, con mecanismos narrativos que las conectaran entre sí. Con referencias cruzadas, guiños, trampas y trucos del oficio. Un estructura novelesca que me hiciera disfrutar mientras la desarrollaba y que hiciera disfrutar al lector inteligente al sentirse víctima, y también partícipe, de una perversa estrategia narrativa.

Esta novela no podía escribirse de modo unidireccional, con el autor limitándose a inventar o reelaborar materiales. Para resolver, no el enigma, sino el problema técnico de contarlo, era imprescindible recurrir, no a la benevolencia del lector, sino a su complicidad. Incluso a su complicidad activa. No se trataba, en fin, del clásico choque entre detective y asesino, sino de un duelo de inteligencia entre el autor y el lector: una partida de ajedrez en la que uno y otro manejasen como piezas —y también como trampas— sus conocimientos de literatura policial: esa enciclopedia lectora que podría, incluso, volverse contra uno y otro.

Confieso que recobré el placer, no sólo por la escritura, planeando jugadas y acechanzas contra el lector, sino porque no era suficiente con recurrir a mi memoria. Debía refrescar viejas lecturas, pero también leer lo que no había leído antes, y hacerlo con la experiencia de sesenta y cinco años de biblioteca y tres décadas de escribir novelas. Con una mirada hecha a la lectura y al oficio. En consecuencia, la construcción de El problema final —guiño a uno de mis relatos preferidos de Conan Doyle— me ha deparado año y medio de felicidad lectora, revisitando no sólo el canon de Sherlock Holmes, sino también cuanta literatura encontré referida al personaje. Pero eso no fue todo, porque la historia me forzaba a profundizar en el relato policial de antaño, la novela de enigma, los problemas de crimen imposible, el asesinato en cuarto cerrado y otros elementos tradicionales; y eso implicaba la deliciosa necesidad de volver a los clásicos citados más arriba, pero también a Poe, Wilkie Collins, Chesterton, Futrelle, Gaboriau, Leroux, Edgar Wallace, S. S. Van Dine, Dorothy Sayers, Stanley Gardner y muchos otros, incluido el Borges de Seis problemas para Isidro Parodi. De todos he vuelto a aprender, y a todos he saqueado sin piedad.

Y en fin, ahí la tienen. El problema final no es una novela negra, dicho sea con todo el respeto para quienes las escriben, sino una novela-problema como las de antes, sólo que de ahora. Una apuesta arriesgada, que mientras trabajaba en ella me hizo sentir lector inocente, a ratos, y manipulador perverso, en otros. Al fin y al cabo —vida, libros, juego, enigma— ¿qué más puede un autor pedir a una buena historia?

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Artículo publicado en ABC Cultural.

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Ricarrob
Ricarrob
7 meses hace

Bueno, don Arturo, estoy esperando impaciente el poder leerla. Mis lecturas de este verano me han defraudado un poco, todas las de ficción, no así las de no ficción. Tendría que haber releido algo anterior. A lo seguro, vamos. Incluso las que me solían entretener, como las tres primeras de Milenium, me defraudan. Como la última, un horror. Deberían elegirle a usted para seguir la saga.

Por lo que cuenta usted, para un viejo nostálgico enfermizo como yo, puede resultar excelente. Y ¿qué le puede pedir un lector compulsivo a una buena historia? ¿Bien escrita, amena, prosa cuidada, bien hilada, sin huecos lógicos, ocurrente… ? Todo eso y más. Que no se adivine nada. Odio los relatos en los que ya sé el final desde las primeras páginas. Y, sobre todo, verosímil. Que no te enteres que es ficción. Efectivamente, que el autor te manipule con todo el descaro. Por una vez, ser manipulado, que ya lo somos bastante en esta sociedad, es satisfactorio y voluntario.

Que su novela sea una nueva isla del tesoro en medio de esta sinrazón que vivimos. Un consuelo, que también lo es la lectura, siempre.

Saludos.

Soledad
7 meses hace

Que ganas de tenerlo entre mis manos y empezar a disfrutarlo.

Pepe Cuervo
Pepe Cuervo
7 meses hace

Recuerdo de chaval leer a Poe, en Los asesinatos de la Rue Morgue y alucinar de como al final encontró la explicación al asesinato de las dos mujeres, en aquella cerrada habitación el protagonista. Pues nada, esperaremos a que salga su novela para devorarla como pan con hambre.

David Sepúlveda Pérez
David Sepúlveda Pérez
7 meses hace

Acabo de terminar «Revolución» -Como siempre, me la trajeron de la península, porque por acá demoraba mucho en llegar- y ahora a leer «El Asesinato de Roger Ackroyd», opera prima de doña Agatha y considera por muchos la mejor novela policial de la historia… como preparación y mientras espero este nuevo regalo de don Arturo.

Ricarrob
Ricarrob
7 meses hace

Revolución la leí el pasado año. En dos días y porque me interrumpieron. Es excepcional y eso que no la coloco entre las mejores. En eso interviene el gusto. En lo de excepcional interviene la calidad.

El personaje tiene el enrevesamiento y la complejidad que son típicos perez-revertianos. Mejor dicho, los personajes, todos ellos. No sólo Martín sino también Zapata, Villa e incluso la periodista. Una compleja trama de impulsos, deseos, codicia, idealismos, realidades, desdichas, incumplimientos, traiciones, intereses… Novela a recordar y a releer más veces.

Como la de ahora sea mejor, la superaciòn tiene mucho mérito. Quizás don Arturo diría simplemente que esta es diferente.

Saludos.

David Sepúlveda Pérez
David Sepúlveda Pérez
7 meses hace
Responder a  Ricarrob

No puedo estar más de acuerdo.
Saludos.

Julia
Julia
7 meses hace

Será un reto interesante para alguien, como yo, que presume de haber leído todas las obras de A. Christie. Sólo en tres de ellas no descubrí al asesino.
También leí a Conan Doyle y a otros autores, cuyos nombres no recuerdo, pero mi favorita es » la reina del crimen».
Me servirán de algo las enseñanzas de Christie para enfrentarme a la novela del Sr Pérez Reverte?

Diego Fdez. Sández
7 meses hace

Arturo: con muchas ganas de leer esa aventura que me trae muy buenos recuerdos de aquel ciclo de películas de Basil Rathbone y Nigel Bruce en Televisión Española de hace años. La compaginaré con mi actual lectura de las también intrigantes de Tintín (las 24) y retocando mi nueva novela enigmático-humorística.

Maria del Carmen
Maria del Carmen
7 meses hace

No puedo agregar nada a lo que ya dijo Ricarrob, coincido con todo lo que dice. Nunca me defraudo un libro tuyo, me arrogo el permiso de tutearte, hace mucho que nos conocemos a través de tus libros. Pero ahora que pienso si hubo un libro que dejé y fue en el que describes la batalla del Ebro, si bien entiendo cual era tu propósito, marcar el sufrimiento de ambos bandos, no lo terminé. Soy hija de militar republicano y me cuesta aceptar al otro «bando». Mi padre estuvo condenado a muerte por adhesión a la «rebelion» que paradoja no? se salvo por muy poco, por una cuestion de azar., y fue denunciado por segunda vez por un compañero del ejercito de la republica, convertido en militar de Franco. salió de España con papeles falsos hacia Argentina donde murió y yo vivo desde los 7 años. Nunca pudimos convencerlo de volver a España ya una vez indultado ( por Suarez) y reincorporado al ejercito ( por Felipe). Espero con ansias tu próximo libro. Y que llegue pronto a Argentina

David Sepúlveda Pérez
David Sepúlveda Pérez
7 meses hace
Responder a  Maria del Carmen

Disculpe, pero entiendo bien a su padre: a Ud. no.
Esa misma desgracia de revestirnos con trapos ajenos para reclamar unos agravios -supuestos- sufridos por otros -supuestamente- es la que denuncia don Arturo en esa novela y en tantas otras apariciones y publicaciones.
En Chile estamos hasta más arriba de la coronilla de eso y a punto de conmemorar los 50 años de un suceso que se suele marcar como «el quiebre» pese a que éste se venía produciendo desde hace rato ya. Es el momento para cambiar las versiones, manipular la Historia, demonizar al adversario… Y cuidado con eso, porque es el paso necesario para quitarle a ese contrario la dignidad de persona, de ser humano pensante, sintiente y con derecho a pensar y sentir distinto a nosotros.
De allí a la masacre no hay ni medio paso.

Ricarrob
Ricarrob
7 meses hace

Toda la razón tiene usted sr, Sepúlveda. Hay familias, como la mía que tienen agrabios que recordar por los dos bandos. En este caso, hay muchos como el mío, el espíritu está dividido. ¿Que hacemos si no somos como Zapatiesto que solamente tiene un abuelo?

La novela de don Arturo sobre la guerra civil es impecable, una de sus mejores obras. Equilibrada, equidistante, crìtica con todo y con todos, respetuosa con las personas y crítica con las ideologías. Un portento de novela.

Saludos.

IÑAKI RUBIO ZAPIRAIN
IÑAKI RUBIO ZAPIRAIN
7 meses hace

Metaliteratura, Arturo? Juego metafísico entre autor y lector? Me ha recordado este prólogo a una típica reflexión borgiana sobre el cuento policial.Saludos y afectos.

Fritango
Fritango
7 meses hace

Yo he leído Somnium, de Jorge Vedovelli y me ha sorprendido la tremenda agilidad de la novela teniendo en cuenta que está narrada exclusivamente por la conciencia del protagonista en segunda persona. Como las voces esas que nos torturan a diario. Muy recomendable como literatura de verdad.

Ricarrob
Ricarrob
7 meses hace

He comenzado a leer la novela y lo primero que se me viene a la cabeza, con las primeras páginas es «El decamerón» de Boccaccio. Hasta coincide en el número de participantes: nueve más uno. Y no ha recurrido don Arturo al multirrecurrido Covid para el confinamiento obligado. No sé si lo ha hecho inconscientemente o es pura elucubración y asociación de ideas mía. Y volver a los años sesenta y a su estética, a su sociedad, a su vestimenta y a sus costumbres y tics, es un placer.

Son guiños tambièn a los clásicos renacentistas como a Dante y su Divina Comedia y al paraiso, con su infierno, ubicados en esta pequeña isla cuyo nombre parece ficticio ya que no he sido capaz de encuentrarla en enciclopedia ni en atlas. Corfú si, es famosa y con una extensa historia. Quizás es también un guiño a un cierto concepto japonés.

Es un placer esta novela…

Basurillas
Basurillas
7 meses hace

Greta Garbo más sensible que un sismógrafo (Foxá dixit). No puedo parar de reir…
Por ahora genial la obra.

Diego
Diego
7 meses hace

Una vez leída la novela la sensación es de total decepción. Me esperaba mucho más.
No soy fan de Conan Doyle pero sí de Agatha Christie y la de Torquay ya resolvió este «problema final» en 1933. Mismo escenario, mismos protagonistas, misma solución, pero a ella le bastaron apenas 20 folios y mucha, muchísima menos parafernalia.

Ricarrob
Ricarrob
7 meses hace
Responder a  Diego

Los gustos y las preferencias son muy particulares. A mi no me hubiera importado que se hubiera extendido 300 páginas màs. Quizás, incluso la resolución de la trama me parece bastante breve.

Ricarrob
Ricarrob
7 meses hace

Leída ya al completo aunque es pronto para asimilar. Enrevesadamenre difícil. Se podrìa decir que es sibilina. Don Arturo se ha dedicado, durante todo el relato a jugar con el lector. No pude descubrir la trama hasta pocas pàginas antes de que se desvelara.

Un juego también entre ficción y ficción de la ficción. Varios niveles. El protagonista no se sabe a que nivel está. Llegas a dudar si tú como lector puedes ser el asesino o uno de ellos, incluso cuando intentas saber quien serà el próximo asesinado o a quien asesinarìas tú.

El final, un final felizmente justificativo para quienes no confiamos en cómo se administra la justicia y cómo se penaliza el delito, se parece un poco al final de la novela «El asedio», una de las mejores de don Arturo. Comparaciones odiosas, ya lo sé. Pero la línea argumental y la intriga están implìcitas en ambas. Algo también hay de «La tabla de Flandes», incluso el ajedrez presente aunque menos. Pero, ahí está presente la reina negra y el jugador fracasado y su atávica culpa de juventud.

Se me han quedado detalles por averiguar. Hay elementos que me parecen simbólicos y multirrepetidos. Algunos marcan hitos en la novela otros son pausas en la trama. El tabaco, los libros, los zapatos, eso si con cordones, las omnipresentes botellas de licor en una ardua lucha consigo mismo, el diente de oro que da un aire de capo mafiosoo de extraperlista franquista, la biblioteca siempre símjolo de todas las conjuras… Hay un pequeño detalle que me ha sorprendido: los cipreses presentes a lo largo del relato, sin casi venir a cuento cuando, me tengo que documentar, no creo que haya abundancia de cipreses en las islas del Egeo. ¿Trágico símbolo de cementerio quizás?

Excelente novela. No estoy en condiciones todavìa de decir si es una de las mejores. Tiempo y… una segunda lectura.

CarmenN
CarmenN
7 meses hace

Yo la estoy empezando, así que de momento poco puedo opinar. Me gusta jugar, así que me gustará que el autor juegue conmigo y yo, tal vez, le diré después si ese juego me gustó.
No me gusta, en general, la novela negra (entiendo por tal esas historias macabras, crudas,…), pero sí la intriga y el suspense, por lo que probablemente esta novela me guste. En principio, es una novela «muy pija», como también son las de Joel Dickers (no recuerdo si se escribe así), cuyos finales suelen decepcionarme, pero la trama me entretiene. No leo ya a Pierre Lemaitre, a quien le dedica su novela, porque me da un poco de escalofrío.
En fin, a ver qué me encuentro: comprobaré si su objetivo está cumplido. En cualquier caso, enhorabuena.

ricarrob
ricarrob
7 meses hace

Bueno, parece que mi ignorancia de la flora, y quizás también de la fauna, es indiscutible, por lo menos de las islas egeas. En mi descargo, no las he visitado, por desgracia, y es una asignatura pendiente en mi caso.

Parece ser que el ciprés es un árbol común en estas islas. Otro tema es por qué don Arturo hace tantas referencias a él. Quizás es un tema solamente descriptivo pero como sus lectores sabemos que no da puntada sin hilo…