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Una historia de Europa (LXI)

Los turcos eran el problema. Y de los gordos. Una de las grandes paradojas de los siglos XVI y XVII en la fascinante historia de Europa fue que mientras a los pobres moros españoles del reino de Granada, que se dedicaban a trabajar y no se metían con nadie, los Reyes Católicos les habían hecho del todo la puñeta en 1492, expulsándolos a África, los turcos, que eran agresivos y peligrosos que te rilas, se paseaban por Europa oriental como Pedro por su casa y nadie se ponía de acuerdo para romperles el espinazo. Los pactos secretos de Francisco I de Francia con Solimán el Magnífico (animando el gabacho a los piratas otomanos a asolar las costas españolas para reventar a su odiado Carlos V de España y Alemania) son una muestra de por dónde iban los tiros. Las cruzadas contra el Islam ya eran pretérito pluscuamperfecto: en la Europa cristiana, alterada por las tensiones religiosas y nacionales, cada uno iba a su negocio y los grandes acuerdos parecían imposibles. Los cada vez más definidos estados modernos se hallaban ocupados en consolidarse y trazar límites con sus vecinos, y sus monarcas ejercían ya un poder interior casi absoluto, que ni hartos de Jumilla habrían soñado sus abuelos. Entraba además en juego un elemento casi nuevo: el capitalismo en su sentido actual. Los monarcas, desde el primero al último, comprendían que lo de acudir al parlamento para que les aprobaran impuestos y recursos encabronaba a la peña, y a menudo les decían que te subsidie Rita la Cantaora, chaval. Anda y vete por ahí. Sin embargo, los banqueros soltaban la viruta muy a gusto (a cambio de privilegios, claro), sin que hubiera que rendir cuentas a nadie. Así, amparado por las monarquías, el capital europeo se puso tan gordo y lustroso como choto de dos madres. La palabra santa era dinero, y quien disponía de él dormía tranquilo. Todo eso, lógicamente, trajo consigo una nueva e inevitable libertad intelectual, con el desarrollo potente de las artes, las ciencias y las letras que habían fraguado en el Renacimiento. En ese registro de modernidad fueron ejemplares los Países Bajos, prósperos por su industria de paños y comercio internacional, unidos entonces en un solo espacio político (bajo la monarquía española, lo que traería problemas en un futuro inmediato), precedente de lo que hoy conocemos como Bélgica y Holanda. Las ciudades de Brujas y Amberes eran puertos internacionales de mucho tronío, con una potente burguesía local que estaba superpodrida de pasta, y sus barcos mercantes empezaban a moverse por el ancho mundo al socaire de los grandes descubrimientos de españoles y portugueses. En cuanto al imperio austríaco, en ese momento vinculado al español con Carlos V y luego (cuando Carlos abdicó en su hijo Felipe) por estrechos lazos de familia, era entonces la gran potencia indiscutible de Europa central. Habría sido ése, ojo al dato, un momento óptimo para dar en los morros a la amenaza turca y al Islam que seguía dando por saco desde Levante; pero los trajines domésticos y la falta de unidad europea hacían imposible tan deseable firmeza. Y fue una lástima, de la que todavía hoy sufre Europa las consecuencias. En los siglos XV y XVI la invasión turca fue la mayor desgracia que desde el fin del imperio romano afligió a Europa (eso fue Henri Pirenne quien lo dijo); y los pueblos que cayeron bajo su dominio, búlgaros, serbios, rumanos, albaneses y griegos, se vieron sumidos en un despotismo, crueldad y barbarie propia y ajena (la despiadada manera turca de hacer entonces las cosas) que no cesaron hasta el siglo XIX, con serios coletazos en el XX que incluyeron, hasta ayer  mismo, las guerras de los Balcanes. Tiene mala sombra constatar que mientras los pueblos germanos que en otro tiempo habían invadido el imperio romano (todos más brutos que un sushi de panceta) acabaron adquiriendo virtudes y costumbres de los pueblos conquistados, cristianismo incluido, los turcos hicieron justo lo contrario. Los súbditos forzosos de su enorme imperio no les interesaron nunca un carajo excepto como chusma a explotar en todos los terrenos: laboral, militar, sexual y cuantos etcéteras quieran añadir ustedes. Durante cinco siglos, vivir bajo el yugo turco (casi nadie de allí se convirtió al Islam, salvo parte de los albaneses) fue una verdadera pesadilla, y cualquier insurgencia se resolvía con matanzas que ponen los pelos de punta. Para darle de hostias a la Sublime Puerta y expulsarla de Europa habría hecho falta una coalición de potencias occidentales como las que luego se formarían contra la Francia de Napoleón, contra la Alemania del Káiser y contra la de Hitler. Pero no hubo ganas, ni huevos.

[Continuará].

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Publicado el 18 de agosto de 2023 en XL Semanal.

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Basurillas
Basurillas
8 meses hace

Es curioso comprobar, en estas series históricas de don Arturo, que pocos cambios, salvo tecnológicos, se pueden apreciar hasta nuestros días. El dinero, la pasta, sigue siendo el quid de la política y de las relaciones de los estados con sus subditos o ciudadanos -más lo primero que lo segundo- y de los estados entre si. Los bancos, nacionales o extranjeros, siguen prestando dinero a los partidos políticos para alcanzar sus fines que luego recuperan en forma de concesiones de todo tipo, privilegios, ausencia de controles reales en sus formas de operar y, en definitiva, con una enorme influencia en las decisiones políticas que verdaderamente se adoptan finalmente. La deuda pública, cada vez más disparada, se encuentra mayormente en sus manos de una u otra forma, manteniéndose así, en un circulo vicioso perpétuo, atadas las manos de los que tendrían que tener libertad total para regir nuestros destinos. Cuando además, como entonces, ese capitalismo se entremezcla con la ciencia, la cultura, y la sociedad en general, el control se vuelve casi absoluto. Es lo que hay.

Ricarrob
Ricarrob
8 meses hace
Responder a  Basurillas

Razón lleva usted tanto en lo que respecta al pasado como al presente. Los Fugger, los Medici, los venecianos, todos ellos y alguno más eran prestamistas del endeudado hasta las cejas Imperio. Estudio histótico pendiente está sobre la influencia de estos oligarcas en las decisiones reales de gobierno y en la promoción de las guerras ya que la paz seguramente los hubiera arruinado.

Y, hoy, lo mismo. Macro-bancos, Soros, Buffet, etc, y también grandes estados con superavit como China que tienen en su poder la deuda de medio mundo. Y deciden. Por ello, el micropoder que les queda a los estados es residual, condicionado y evanescente.

Volviendo hacia atrás, las decisiones de los supuestamente todopoderosos Carlos V y Felipe II, estaban en manos de los banqueros.

Respecto a los cambios tecnológicos, comienzan a dispararse desde el XVII o incluso un poco antes, desde el Renacimiento. Hasta entonces, casi nada. Causas: el corsé dogmático que atenazó Europa desde el Imperio Romano. Eso sí, una vez tomado el ritmo, Europa se convirtió en el poder tecnológico del Globo.

Saludos.

Basurillas
Basurillas
7 meses hace
Responder a  Ricarrob

Efectivamente señor, un corsé dogmático representado por la Iglesia, institución que, no obstante, fue también durante el largo medievo el reducto donde, a base de copistas, bibliotecas monásticas y seguidores del saber grecoromano, se mantuvo la semilla y la esencia del saber occidental que, tiempo después, pondría las bases del maravilloso y mucho más libre renacimiento.
Un placer y un orgullo coincidir tantas veces con usted. Otro afectuoso saludo.

ricarrob
ricarrob
8 meses hace

Sigue usted en su excelente línea, don Arturo. Amena y agradable lectura en este Agosto tumefacto, bochornoso (en sentido calorífero, en sentido político y en sentido celebraciones deportivas besucono-babeantes-abrazantes de intrépidos y desvergonzados sinvergüenzas tocapelotas-masajeahuevos) y asfixiante. Alegra leer estas líneas que deberían ser más extensas (por pedir que no quede).

Queda que usted nos indique a que «Pedro por su casa» se refiere. Si se refiere usted a la casa independentista o a la casa de los indultos.

Recordarle solamente que en 1492 también se expulsó a los judíos, gran pérdida social, económica, artesanal y de todo tipo, que fue el gran error de la monarquía isabelino-fernandina a causa de la presión de la élite eclesial. Gran pérdida para los que se fueron y también para el país.

No había «ni ganas ni huevos». Bueno, pues ahora parece que sobra de ambas cosas, por lo menos a nivel de los cargos públicos: ganas de liarla y ganas de acosar impúdicamente; y huevos, muchos huevos y muy gordos que algunos impresentables necesitan masajearse hasta estando en público y en presencia de mujeres ya que no les caben entre las piernas (un psicólogo o quizás un psiquiatra tacharía estos compulsivos ejercicios gimnásticos de ejercicios de autoafirmación). No sé quien se atreve a darle la mano a este sujeto sin preguntarle si se las ha lavado antes. Pero se la dan; incluso en la casa de Pedro, una vez superada la Sublime Puerta.

Remarcar que los piratas turcos también asolaron las costas italianas con el beneplácito de los gabachos e incluso con su apoyo.

Y en cuanto a los Paises Bajos, decir que también se convirtió en multinacional económica y comercial la Serenísima, Venecia, que llevaba haciéndolo desde el siglo X. Impresionante imperio comercial regido además por una cierta democracia renacentista, precursora, junto con Florencia, de los inicios liberales de los siglos XVIII y XIX.

Después de leer lo escrito, quizás se me tache de mezclar churras con merinas. Quizás. Pero no puedo evitarlo y me divierte, quizás para evadirme de este asfixiante calor que reblandece los cerebros de los que todavía no los tenemos reblandecidos, independientemente del calor y para evadirme de las vergonzosas escenas que a todos nos ha tocado contemplar y que nos han dejado a la altura del betún.

Carlos V abdicó o dimitió, que para el caso… Y no por masturbarse en público… que sepamos… ¡¡¡Que cunda el ejemplo!!! (me refiero a lo de dimitir no a lo de masturbarse) Ya sé, ya sé, dirán ustedes, los olmos no tienen peras.

Saludos asfixiantes.

Juan
Juan
8 meses hace

«la despiadada manera turca de hacer las cosas»… Mmm, se me hace que don Arturo escribió esto y, después, con esa media risa que le deja ver el colmillo, agregó, socarrón, el frío y calculado «entonces». Nada más para que no lo acusen de causar el fin de la alianza Atlántica 🙂

Ricarrob
Ricarrob
8 meses hace
Responder a  Juan

Bueno, efectivamente ahí está el genocidio armenio a principios del XX… por ejemplo.

Juan Jiménez
Juan Jiménez
8 meses hace

Bravo Arturo, sigue siendo auténtico, te lo agradecemos.
Y Viva Jumilla.

Francisco Brun
8 meses hace

Cuando leo e imagino aquellas épocas a las que nos transporta el señor Pérez Reverte, siempre las comparo con nuestra época actual, principio de este siglo XXI, del que aún no tenemos una perspectiva a la distancia para poder analizarla con precisión. Seguramente, un nuevo Pérez Reverte, ilumine con alguna columna virtual en 3D nuestro presente, que será un pasado muy lejano, y otro entusiasta y culto señor Ricarrob, comentará dichos pasajes…bueno, siempre que el mundo siga en pie.
No creo que exista una persona o grupo, que pueda interpretar que sucede hoy mismo; tal vez se puedan aproximar a temas concretos como la economía, o la política de las distintas regiones, o el comercio, o la ciencia; pero la verdad, es decir, poder descifrar con exactitud, que proyectan esas fuerzas ocultas, las cuales mueven el mundo para bien o para mal; por ahora los hombres y mujeres de a pie, jamás lo sabremos.

Cordial saludo.

Ricarrob
Ricarrob
8 meses hace
Responder a  Francisco Brun

Muchas gracias sr. Brun.

Seguramente lleva usted razón en cuanto a las limitadas posibilidades que tenemos de interpretar el presente y la historia reciente sin tener la perspectiva del paso del tiempo. No digamos ya el manido tema de interpretar el futuro aunque descerebrados augures siempre los hay. Sobre todo las famosas «agendas» políticas que nunca se cumplen y que solo sirven para encandilar al pueblo (me viene a la cabeza la agenda veinte veinte zapaterina y la veinte treinta sanchista). Pero la gente se lo cree, cae en la trampa y vota. Juegan con que, cuando llegue el 2030, nadie se acordarà de lo pronosticado y no cumplido.

En mi opinión, no sé si equivocadamente, si que creo que se puede interpretar de algún modo el presente y el futuro próximo estudiando muy bien nuestra historia, nuestro pasado. Porque, aunque las modernas tendencias historiográficas no apoyan el que la historia se repita, yo si que creo, como decía un historiador que ahora no recuerdo, que no se repite pero se reitera. No son cìrculos cerrados pero si espirales ascendentes o descendentes. Tanbién Mark Twain decía que la historia no se repite pero rima. Vamos, como una poesía.

O sea, sr. Brun, que creo, en mi opinión, que hace usted muy bien en comparar nuestra época con la historia pasada.

Porque, como también decía el filósofo Jorge Ruiz de Santayana, «quien olvida su historia está condenado a repetirla».

Saludos.

Carlos Santovenia Pérez
Carlos Santovenia Pérez
8 meses hace

Ojalá éstas entregas terminen siendo un libro.

Fernando
Fernando
8 meses hace

Bravo Don Arturo!!
Como no podía ser de otra forma, aprendiendo Historia con Ud!!
Viajando en la máquina del tiempo…y a la vez las historias actuales ,o mejor dicho la actualidad en cierta forma ,no difiere para.nada de las crueldades de muchos en la antigúedad.
Espero desde mi pequeño país, Uruguay,con muchas ansias, continuar recibiendo sus notas.

Fernando
Fernando
7 meses hace

Gracias Don Arturo, por hacer tan entretenida e interesante la Historia.
Hay hechos que se repiten en el tiempo y genocidios que en cada siglo están ,lamentablemente presentes.
Más allá de eso estoy de acuerdo con el poder de «la pasta» ,como le llaman Uds ,los españoles y al cual ud hace referencia, movió ,mueve y moverá este Mundo…
Abrazo coordial desde Uruguay.