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Plomo en las entrañas

Plomo en las entrañas

El pasado verano viajé a Collioure y deposité un ramillete de flores en la tumba de Antonio Machado. Acababa de terminar el manuscrito de Pólvora, tabaco y cuero y, sin pensarlo demasiado, había decidido que el mejor modo de celebrarlo era rendirle un modesto homenaje personal al viejo poeta. Intelectual y emocionalmente, yo había vivido los meses anteriores en el Madrid de la Navidad de 1936, aquel Madrid cercado y bombardeado por las tropas de Franco, aquel Madrid famélico, aterido y, sin embargo, resistente que el poeta había presentado como el “rompeolas de todas las Españas”.

Le debía a Madrid escribir Pólvora, tabaco y cuero. Ya sé que en la vida de esta inabarcable ciudad mi novela es tan insignificante como el aleteo de uno de sus gorriones, pero yo, puedo jurarlo, no iba a quedarme en paz conmigo mismo hasta escribir una novela que transcurriera en ella y la tuviera como protagonista. Madrid ha sido tan generosa conmigo como con la inmensa mayoría de los que no nacimos aquí pero aquí vivimos. Por mi trabajo de corresponsal he vivido en muchos lugares del planeta, pero en ninguno me he sentido tan en casa como en Madrid.

"¿Y si escribiera una obra que transcurriera en el Madrid del ¡No pasarán! y tuviera como protagonistas a los anarquistas?"

La revelación me vino el 20 de noviembre de 2017. Como cada año desde 1975, los medios hablaban del aniversario de la muerte de Franco, pero yo caí en la cuenta de que también era el aniversario de la de Durruti. El coloso anarquista había fallecido el 20 de noviembre de 1936 a causa de una grave herida de bala recibida frente al Hospital Clínico. Él y los milicianos catalanes de su columna participaban entonces en la defensa de Madrid frente a las arremetidas del fascismo.

¿Y si escribiera una obra que transcurriera en el Madrid del ¡No pasarán! y tuviera como protagonistas a los anarquistas? Empecé ese mismo día a navegar por internet y una canción juvenil de Loquillo dedicada, precisamente, a Durruti me regaló el título: Pólvora, tabaco y cuero. Lo tuve clarísimo: fuera lo que fuera aquello que terminara escribiendo debía llamarse así.

Soy libertario desde mi adolescencia, libertario a la manera de Albert Camus, de los que piensan que pan sin libertad es tiranía y que libertad sin pan es la ley de la jungla. No tuve la menor duda de que, entre los héroes de la defensa de Madrid, mi novela debía dar voz a los anarquistas, perdedores entre los perdedores de la Guerra Civil española, doblemente aplastados, por los fascistas y por los estalinistas. Quería decirles lo que Camus, en el único acto público que aceptó tras recoger su Premio Nobel en Estocolmo, dijo a los republicanos y anarquistas españoles exiliados en Francia: “Vosotros teníais razón”.

"Aquella tarde estival de 2018 no fui el único que visitó al viejo poeta en Collioure. Cuando llegué, la tumba de Machado estaba cubierta de ramos de flores frescas, banderas republicanas, cartas y poemas"

Me gustaba el desafío que la documentación de la novela suponía para un viejo reportero como yo. Por primera vez en mi larga vida de periodista y en mi corta vida de novelista, no podía recurrir a las técnicas del reporterismo: presentarme en el lugar de los hechos y hablar directamente con sus protagonistas. Ahora tenía que documentarme al modo de un historiador: leer libros, escuchar grabaciones, ver películas, oír canciones de época, charlar con especialistas que tampoco habían vivido en sus carnes el cerco de Madrid. Recorrí a pie el barrio de Tetuán y otros lugares de la capital donde iba a situar mi historia, pero apenas conservaban huellas de aquel período. Y si las conservaban no estaban señaladas como tales. En esto Madrid no es como la memoriosa Berlín.

Luego vino el encerrarse a escribir. El hacer que la arrojada Marcela, el adusto Ramón, el siempre hambriento Liberto y los demás personajes del libro caminaran, pensaran, sintieran, sufrieran y amaran por aquel Madrid del que Machado dijo que tenía “plomo en las entrañas”. Ellos, claro, empezaron a vivir una novela negra, una historia de crímenes y traiciones en el vientre de una ciudad en guerra.

Aquella tarde estival de 2018 no fui el único que visitó al viejo poeta en Collioure. Cuando llegué, la tumba de Machado estaba cubierta de ramos de flores frescas, banderas republicanas, cartas y poemas. Cuando me fui, un grupo de compatriotas me tomó el relevo.

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Autor: Javier Valenzuela. Título: Pólvora, tabaco y cuero. Editorial: Huso. Venta: Amazon, Fnac y Casa del libro

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