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Poesía y virtud en Roberto Saviano

Poesía y virtud en Roberto Saviano

Imaginemos, por un instante, a Homero y Platón conversando a orillas del Mediterráneo, ambos con la mirada perdida en el anchuroso mar. Enfrentados, molestos el uno con el otro, firmes en su defensa de la tragedia y la mesura. Homero, el legendario poeta de la antigua Grecia, conocido por sus épicos poemas La Ilíada y La Odisea, contrasta con Platón, el filósofo ateniense, alumno de Sócrates y maestro de Aristóteles, cuyos diálogos han formado la base de la filosofía occidental. Platón reconocería que Homero ha sido el gran ideólogo y arquitecto de Grecia, pero su defensa de la imperfección, siendo bella y portentosa, debilita el uso de la virtud. La poesía debe elevar el alma hacia lo bueno, hacia lo verdadero y bello. Su retrato elegíaco de los peores impulsos, su glorificación de las pasiones y errores, empujan a los jóvenes a admirar lo pasional frente a la sabiduría y la justicia. Homero, por otro lado, respondería que la valentía y la virtud no residen en la perfección, sino en la porfía constante del ser humano con sus defectos y desafíos. La poesía debe reflejar todas las facetas de la humanidad, y hacerlo sin afán prescriptivo. «No, querido Platón, la poesía y tus diálogos filosóficos no se contraponen. Muy al contrario, son el complemento perfecto frente al dolor y la violencia que nos imponen los dioses».

"No hay héroes sin antihéroes. No hay mesura sin tempestad. No es posible desglosar la virtud, sin restregarse antes en los barros de la locura"

La historia no permite hermanamientos tardíos. Las discrepancias, siempre teóricas, se vuelven monumentales gracias al estudio y los tratados. Pero si ese encuentro hubiese tenido lugar, Homero y Platón habrían suscrito un importante convenio de colaboración frente a los infiernos, casi siempre absolutos, que se desatan en la tierra y en la presumible exposición de motivos, ambos habrían expuesto que la virtud sin poesía es sinónimo de ceguera, de equidistancia, de indolencia con los muchos desmanes —la mayoría irracionales, pero todos razonados— que perpetúan el desequilibrio y la abundancia de sangre.

No hay héroes sin antihéroes. No hay mesura sin tempestad. No es posible desglosar la virtud, sin restregarse antes en los barros de la locura. Concebir la poesía de Homero como un sólido susurro dirigido al filósofo —en este caso, Platón— permite comprender el terrible parentesco que une a quienes declaran hoy la guerra a la maldad.

"Falcone era un poeta, y así se lo hizo saber el fiscal Chinnici. Un poeta apasionado que asumía su derrota sin camuflajes, sólido y frágil ante ese otro poeta del mal, Rinna, que componía infames versos en la clandestinidad"

Muchas fueron las conversaciones que tuvieron el juez Giovanni Falcone y el fiscal jefe del tribunal de Palermo, Rocco Chinnici. Mediaban los años 80, y Falcone había iniciado su particular campaña judicial contra los principales miembros de la Cosa Nostra, al frente de los cuales se encontraba Totò Riina, también conocido como “La Bestia”. Nacido en Corleone, Sicilia, en 1930, Riina se coronó como el jefe absoluto de la organización criminal, a finales de los 70. Violento y poderoso, sanguinario con los baluartes del poder y tosco ante los magistrados que dirigían la macrocausa más importante de Italia. No se trataba de un criminal, sino de un juez sentenciador con tentáculos en la ciudad, en los barrios y en la cárcel. Un sujeto que malvivía en chiqueros y cobertizos de su pueblo natal, Corleone, para desplegar así un poder omnímodo que dictaba decretos, sometía a banqueros y fijaba ahora su atención en los pocos jueces que habían decidido diseccionar sus entrañas financieras. En uno de los despachos del tribunal, Chinnici hizo saber a Falcone que su línea de investigación, sin duda suicida, le traería problemas, y que toda política estatal contra la mafia debía ser mesurada, virtuosa y fruto del consenso entre quienes, emulando a los héroes clásicos, declaraban diariamente la guerra al crimen organizado.

"El autor napolitano construye un fresco narrativo que retrata con profundidad la compleja vida de un hombre de leyes que ascendió al Olimpo de los héroes trágicos"

Falcone era un poeta, y así se lo hizo saber el fiscal Chinnici. Un poeta apasionado que asumía su derrota sin camuflajes, sólido y frágil ante ese otro poeta del mal, Rinna, que componía infames versos en la clandestinidad. La mesura del fiscal bien pudo maniatar a Falcone, redirigir su acción por los cauces de la sensatez y la virtud. Pero allí, en ese despacho forrado de legajos y emblemas de la República, Chinnici le dijo: «Susúrrame tus versos para que, si caes, yo pueda convertirme en poeta».

Con Los valientes están solos (Anagrama, 2023), Roberto Saviano nos entrega una brillante biografía novelada del juez Falcone. En ella, el autor napolitano construye un fresco narrativo que retrata con profundidad la compleja vida de un hombre de leyes que ascendió al Olimpo de los héroes trágicos. Con una eficaz mezcla de reportaje e imaginación literaria, Saviano retrata las capas ocultas del juez y lo exhibe no solo como un magistrado, sino como el poeta que supo plasmar en sus escritos el eterno conflicto lo que la moral dicta y su propia condena a muerte. Esta es una novela imprescindible no solo por su rigor, habitual en el autor, y por el frenético ritmo que imprime a la historia y su cronología, sino por ser un tributo a quien entendió, más allá de la pólvora y el fuego, que la poesía y la virtud son caras de una misma moneda.

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Autor: Roberto Saviano. Título: Los valientes están solos. Traducción: José Manuel Salmerón. Editorial: Anagrama. Venta: Todos tus libros.

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