Polémica en el sistema nacional de creadores

Cada año ocurre algo parecido: la concesión de becas para el Sistema Nacional de Creadores de Arte (SNCA) que otorga el Gobierno mexicano provoca una polvareda de críticas, malestar y enfado en el mundillo artístico. En concreto, se dice que este año se han roto reglas al surgir conflictos de intereses sin consecuencias, tomándose decisiones que violan el propio reglamento del programa y que se están consolidando privilegios. Por ejemplo, se acusa que Fernanda Melchor vuelve a aparecer entre las beneficiarias a pesar de tener un contrato millonario con Netflix; que Guadalupe Nettel, una académica con sueldo fijo y denuncias por explotación laboral, también figura de nuevo; que Valeria Luiselli, instalada en Nueva York y con un prestigio internacional indiscutible que le permite vivir de su oficio, suma otro estímulo económico a su ya sólida carrera. Quienes critican no dicen que su elección haya sido ilegal, pero sí la califican de inmoral, porque, en efecto, el SNCA no fue concebido para subsidiar las carreras de quienes ya no necesitan ese dinero para producir, sino que fue pensado para garantizar que quienes carecen de condiciones materiales puedan dedicarse a crear sin morirse de hambre. Y lo que muchas veces ocurre es que este sistema acaba financiando a artistas ya consolidados que no necesitan el apoyo de los 33 mil pesos (unos mil 400 euros) mensuales que se otorgan durante al menos un año para sobrevivir. Por otra parte, hay algún caso que llama la atención y no solo sonroja, pues manifiesta una clara violación del reglamento: resulta que Atenea Cruz fue jurado del SNCA en narrativa siendo amiga cercana de Liliana Blum, una de las seleccionadas, y no firmó el documento de ética que obliga a los jurados a deslindarse de evaluar a personas con las que tienen vínculos personales. Y como argumentan los críticos, esta no es una irregularidad menor, sino una violación evidente del reglamento que por sí sola debería ser motivo para anular el proceso de selección de Blum, porque es cierto que si los jurados no están obligados a cumplir con las normas básicas de imparcialidad todo el sistema pierde legitimidad, ya que el código de ética del Sistema Nacional de Creadores no es un requisito burocrático ni una sugerencia amable, sino que es un instrumento legal que obliga a quienes participan en el proceso de evaluación a actuar con imparcialidad, independencia, confidencialidad y ausencia de conflicto de interés y amiguismos, y como sostienen los críticos, el incumplimiento no debería resolverse con un simple llamado de atención ni con el silencio institucional, sino con sanciones administrativas claras como la anulación inmediata del fallo a favor de Blum y la inhabilitación temporal o definitiva de Atenea Cruz como jurado. Quienes han elevado su voz para señalar estas anomalías exponen que si el SNCA quiere recuperar un mínimo de legitimidad necesita transformarse desde sus cimientos y que no bastan ajustes superficiales, sino medidas urgentes, entre las que destacan una declaración de vínculos obligatoria, verificable y con consecuencias; una evaluación que se base en criterios socioeconómicos donde, además del talento y la trayectoria, se tenga en cuenta el contexto, pues el sistema debe considerar a quienes realmente necesitan el apoyo para crear; y un límite de dos periodos por persona, pues el estímulo no debe convertirse en un salario durante años y años, como ha ocurrido en algunos casos, donde un mismo nombre se ha repetido hasta en seis ocasiones. La conclusión de quienes no están de acuerdo con la forma en que se está manejando el SNCA es que este sistema de apoyos nació hace treinta años con la promesa de garantizar condiciones dignas para la creación artística, así que habrá que plantearse muy seriamente su funcionamiento para que así sea. De lo contrario, cada año veremos irregularidades y situaciones donde la ética brilla por su ausencia.