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“Por su ley y por su rey quería morir”

“Por su ley y por su rey quería morir”

Mucho se ha escrito y filmado —hasta alguna canción hay también— sobre el infame Lope de Aguirre, “el loco”, “el tirano” o “el peregrino”, apodo este último con el que firmó irónicamente su celebérrima carta a Felipe II en la que le declaraba la guerra. En el Amazonas, entre la selva asfixiante y el inmenso río, habían ya dejado un reguero incontable de muertes entre la fatídica expedición comandada al inicio por el altanero y enamorado Pedro de Ursúa en busca de las tierras de Omagua y El Dorado. Se conoce menos la posterior y mortal estancia de aquella jauría de indeseables en la isla Margarita durante el verano de 1561 y, en especial, el asesinato de alguien muy relevante que demostró hasta el final su valentía y fidelidad a la Corona, pues “por su ley y por su rey quería morir”, y así parece que dejó este mundo. Lo contaré brevemente.

Doña Aldonza Manrique era la gobernadora de la isla Margarita y don Juan de Villandrando, su yerno, ostentaba el mando sobre el terreno por delegación suya, como teniente de gobernador. Casado con su única hija Marcela apenas un año antes, nada hacía presagiar entonces que la tragedia y la sangre correrían a raudales poco después en aquel enclave del Caribe. Allí llegó a finales de julio de 1561 la maltrecha partida de Lope de Aguirre tras desembocar su bajel en el océano Atlántico y navegar luego hacia el norte.

"Aquella partida de rufianes ocultó sus intenciones y los numerosos crímenes que arrastraban durante unos pocos días, hasta que lo inevitable ocurrió"

La reacción de los margariteños al divisar en el horizonte una vela no esperada fue la lógica en aquellos tiempos de frecuentes ataques corsarios y piratas. Se asustaron y sonaron las campanas de alarma, pues temieron que fuera una nave francesa o inglesa con las peores intenciones en aquel enclave escasamente protegido y tentador por la riqueza perlífera de sus aguas. Cuando comprobaron que se trataba de españoles, los isleños respiraron con alivio y sus imprevistos visitantes fueron recibidos por las autoridades y vecinos eminentes, con Villandrando a la cabeza.

Aquella partida de rufianes ocultó sus intenciones y los numerosos crímenes que arrastraban durante unos pocos días, hasta que lo inevitable ocurrió. Precisaban víveres, agua, armas, pólvora, caballos… y todo lo exigieron o tomaron por la fuerza, perlas incluidas y algunos esclavos negros, asesinando a no pocos pobladores que se opusieron al saqueo —entre ellos a varias mujeres— y apresando a sus autoridades, incluido su teniente de gobernador. Días después les dieron garrote sin contemplaciones y dejaron la isla para continuar su enajenada huida hacia tierra firme, en Venezuela, donde sembraron de nuevo el pánico allí por donde pasaron hasta la muerte final de Aguirre, arcabuceado a manos de los suyos cuando éstos ya se vieron perdidos y asediados por las tropas enviadas para acabar con semejante rebelión. Eso ocurrió a finales de octubre de 1561, en Barquisimeto.

Mapa de Isla Margarita.

"El cobarde asesinato de su yerno, además de la muy precaria situación en la que había quedado doña Aldonza, consiguieron conmover al Consejo de Indias"

La isla Margarita había quedado arrasada tras el paso de aquella jauría de hombres viles que arramplaron con todo lo que tenía algún valor y quemaron lo que no pudieron llevarse, dejando sin apenas sustento a sus moradores. La gobernadora, Doña Aldonza Manrique, recibió en Santo Domingo las trágicas noticias sobre lo acontecido y, poco después, decidió partir hacia España acompañada por su hija viuda y su nieto recién nacido. Buscaban ante las autoridades indianas socorro urgente para la isla y sus gentes, además de alguna merced para ambas mujeres tras haber perdido casi todo. A su llegada, relató con todo detalle lo sucedido, poniendo especial énfasis en la valentía y lealtad mostradas por su yerno, don Juan de Villandrando.

“… y tuvo preso al dicho don Juan de Villandrando más de treze días con muy estrechas prisiones, ymportunándole que se rebelase contra el servicio de vuestra majestad… diciéndole que le quitaría la vida y que vuestra majestad no se la podía dar, y que para salvarse debía seguir su tiranía y que el dicho Juan de Villandrando, como bueno y leal vasallo de vuestra majestad, no lo quiso hacer y le respondió que por su ley y por rey quería morir, y que así le dio garrote y le mató cruelmente…”

El cobarde asesinato de su yerno, además de la muy precaria situación en la que había quedado doña Aldonza, consiguieron conmover al Consejo de Indias, que determinó una muy especial concesión hasta entonces no contemplada y a la que dio el visto bueno su majestad, Felipe II, con posterioridad. El nieto, apenas un bebé entonces, podría heredar la gobernación de la isla Margarita cuando ella muriera, lo que en efecto sucedió cuando tuvo edad para ello, siendo el último gobernador de la familia desde 1583 y hasta 1593.

Juan de Villandrando, el hombre que se mantuvo firme en sus postreros momentos y “por su ley y por su rey quería morir”, así lo hizo en el fatídico agosto de 1561 a manos del infame Lope de Aguirre. Treinta y dos años después de aquello, su hijo, Juan Sarmiento de Villandrando, “cayó a la mar hecho pedazos”, víctima de un cañonazo corsario, tal y como les conté hace un tiempo en este mismo espacio.

Trágicos y heroicos finales los del yerno y el nieto de doña Aldonza Manrique en aquella isla de las perlas abundante, también, en desgracias.

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Josey Wales
Josey Wales
1 año hace

Héroes, héroes y más héroes. Hubo tiempos en los que estaban en todas partes… ¿Qué digo? Los héroes, los de verdad, no esas infames caricaturas de Marvel, fueron bastante habituales en el pasado. Y aún digo que si estos tiempos fueran más claros, también hoy veríamos muchos. Héroes son quienes se vencen a sí mismos, quienes viven y mueren cumpliendo su deber, es decir, poniendo en acto lo que otros sólo hacen de boquilla. Eso vale lo mismo para un soldado que para un padre de familia. A cuántos conozco de éstos, que ni son visibles, como dicen ahora los cretinos, ni puta falta que hace. A veces nos quejamos del indecente olvido en que España tiene a sus héroes, pero la queja es algo injusta: hay tantos, que es tarea muy grande conocerlos a todos. ¿Qué más da? Para Dios no hay héroes anónimos ni soldados desconocidos.

Daniel
Daniel
1 año hace
Responder a  Josey Wales

Así es, la mayoría permanecen en el olvido… Uno trata de recordarlos. Un saludo.

Ricarrob
Ricarrob
1 año hace

Efectivamente, hay tantos, tantos héroes en nuestra historia… Pero también hoy hay tantos, tantos tontos… Para ellos, seguramente que doña Aldonza y su yerno son fachas y Lope de Aguirre y su horda de asesinos inmisericordes son idealistas revolucionarios en busca de la utopía.

Daniel
Daniel
1 año hace
Responder a  Ricarrob

Espero que no sea así, aunque me temo que no va del todo desatinado su comentario… Saludos.

Alvaro Villamizar
Alvaro Villamizar
1 año hace

En la bella isla de Margarita una de sus múltiples playas se llama El Tirano, doloroso recuerdo del paso del criminal Lope de Aguirre. La biografía del criminal se narra en la novela El ¨Paiz de la Canela del colombiano William Ospina. Recomiendo su lectura

Daniel
Daniel
1 año hace
Responder a  Alvaro Villamizar

Así es, gran libro de Ospina que disfruté hace unos años y que forma parte de su trilogía sobre El Dorado. En mi libro sobre doña Aldonza Manrique narro con más detalle lo muy resumido en este artículo. Saludos.