El sello editorial Puertagranada vuelve a hacer una sorprendente entrega de un poemario, no sólo por su impecable factura y edición sino también por dar a conocer a una poeta prácticamente desconocida que, sin embargo, se ha estrenado con libro profundo y maduro, de tono evocador y sugestivo, poderoso en imágenes y decididamente elegante en las formas.
El poemario, que consta de tres partes, se inicia con un poema a modo de prólogo o pórtico donde se plantea de inicio la cuestión fundamental que atañe a todo poeta: el problema del lenguaje, esa niebla que debe ser abierta y sobre el papel del creador en la construcción del texto más allá de la mera expresión egocéntrica como edificación de la propia identidad en el lenguaje, en las brechas y silencios del lenguaje.
En la primera parte, se ahonda en las cuestiones apuntadas en el primer poema y la poeta se abre al mundo en un deseo de entrega al mundo y su belleza, entendida como categoría ontológica y nutricia del espíritu. En esta parte se abre un espacio de comunicación hacia lo otro y hacia otras voces, una plegaria al mundo que a veces responde a través del temblor que nos hace salir de nuestro ensimismamiento y nuestra soledad. La poesía asume ese papel mediador con los ámbitos de lo invisible y lo onírico: “Las sílabas que descienden / por la escalera del sueño. // Las margaritas que abren grietas / en los sepulcros de las horas”.
Ya en esta parte aparece un diverso catálogo natural de pájaros y plantas, de fenómenos y momentos de la naturaleza, pero concebidos más allá de lo meramente decorativo, como fuerza de presencias activas y símbolos significativos. Naturaleza y Belleza son caras de dos esferas complementarias de lo real en nuestra autora.
El amor, a modo de carnalidad trascendente que conecta el aquí y el ahora, las coordenadas de lo concreto, con los estadios menos expuestos y evidentes de la existencia humana, se convierte en la segunda parte en un relato del encuentro amatorio con poderosos símbolos como el ángel o la rosa abierta, de larga repercusión y enormes resonancias que nos permiten rastrear la filiación de los poemas. Así, dice Jimeno, “el mundo florece en esta grieta / que el amor abre con su ala”, exponiendo muy a las claras que tanto el deseo como el sentimiento de amor pueden perfectamente definir y determinar la realidad.
La última parte del libro, parece percibirse un tono casi místico, a la manera de San Juan, en los encuentros amatorios. La belleza que supone el instante de unión es ambivalente sin embargo en su capacidad destructiva de los límites identitarios y físicos y de ahí la insistencia de asumir el dolor de la belleza en el éxtasis del amor y del canto. La autora se ofrece a sí misma, presentada desnuda y descalza, en un estado de ansia de amor y de belleza, de vida y plenitud, aun en los instantes de espera, que también están definidos para ser colmados por la soledad del ángel.
Quién, si no es un ángel es un libro del instante, de la precisión en la fugacidad, del temblor de existir en las palabras, un aprendizaje de la noche donde el silencio dice “quién, / a esta hora, / si no es un ángel, / canta lo que somos”.
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Autor: Isabel Jimeno. Título: Quién, si no es un ángel. Editorial: PuertaGranada. Venta: Web de la editorial.


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