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Primeras letras: La importancia de la «opera prima»

Primeras letras: La importancia de la «opera prima»

Acaba de salir a la venta un nuevo volumen de la Cátedra Arturo Pérez-Reverte de la Universidad de Murcia, que esta vez no está dedicado en su totalidad al autor de Cartagena, sino que lo comparte con otros diez escritores. Como sugiere el título, el objetivo del libro es echar un vistazo a la primera novela o relato publicado por cada uno de los once autores analizados y comprobar si en esa primera obra ya se anunciaba el escritor que sería durante el resto de su carrera o hubo algún tipo de evolución después. Hay que mencionar también que todos los estudiados están vivos aún, ya que, como dice en el prólogo José Belmonte, uno de los coautores, aspiran a dar «merecido reconocimiento a aquellos autores que se encuentran en pleno proceso creativo, y no a varios metros bajo tierra. Es tristemente común en este país esperar a que el o la escritora abandone el mundo de los vivos para empezar a recordarlos en una antología».

El primer artículo es de Beatriz de Ancos, de la Universidad de Murcia, sobre la obra de María Dueñas El tiempo entre costuras, con un enfoque que tiene como principal objetivo analizar las voces femeninas de la misma, constante en toda su producción posterior, sobre todo «una heroína moderna y actual, algo distante de las heroínas narrativas del siglo XIX como Ana Karenina, madame Bovary, Ana Ozores, Pepita Jiménez o Fortunata y Jacinta. Sira Quiroga lucha en un mundo adverso, dominado por el elemento masculino, del que consigue independizarse y actuar libremente, batallando incansable con la realidad que le toca vivir».

Ángel Basanta, crítico literario, escribe a continuación sobre Luis Mateo Díez y Las estaciones provinciales, que ya introduce algunas claves de lo que luego sería el territorio «mítico pero de carácter universal» de Celama, basado inicialmente en la provincia de León, prestando especial atención a lo esperpéntico, lo carnavalesco, lo kafkiano y lo buñuelesco, dentro de una existencia de provincias, muy lejos de aventuras exóticas en África o los océanos del globo. Se destaca el realismo metafórico, la variada fauna de tipos, que llegará a los varios centenares con el paso de los años y los nuevos títulos, y la riqueza simbólica de todo el territorio, desde su paisaje hasta sus negocios, monumentos e instituciones.

En el capítulo tercero, el veterano revertólogo Alexis Grohmann, de la Universidad de Edimburgo, escribe sobre El húsar, novela que contiene el primer héroe cansado, ya a los 19 años de edad, de Arturo Pérez-Reverte, junto al tratamiento de la guerra como un lugar de mierda, barro, sangre y sufrimiento con muy poca gloria, donde queda al descubierto lo peor, y también a veces lo mejor del ser humano. Además, «el estilo de Arturo Pérez-Reverte puede oscilar en una misma obra y a lo largo de su trayectoria entre el «humilis» o sencillo, el «mediocris» o medio y el «gravis» o sublime (…), además de poseer una expresión clara y con apariencia de naturalidad. Cabe recordar que la apariencia de naturalidad o un estilo diáfano también son fruto del artificio». Sin embargo, el tema de la mujer, que irá creciendo en importancia en novelas posteriores, aquí aún es «algo muy remoto», en medio de los campos de batalla andaluces durante la invasión napoleónica.

José Manuel López de Abiada, de la Universidad de Berna, falleció recientemente tras una larga carrera dando a conocer a novelistas en español dentro y fuera de España, entre ellos Arturo Pérez-Reverte. A él se dedica el volumen, y él es el responsable del cuarto capítulo, sobre la primera novela de Rafael Chirbes, Mimoun (1988), que muestra la importancia de la época de la Transición en toda la obra del autor valenciano, escrita con un «realismo inobjetable, convencido de que era la mejor forma para relatar lo que se proponía: dar noticia cumplida del devenir democrático de España y de los cambios ideológicos de algunos de sus coetáneos y amigos, antaño militantes en los partidos de izquierda. Un propósito y una empresa que impulsa, desarrolla y expone novela tras novela, al socaire de las traiciones, los ajustes y acoplamientos de los respectivos personajes». Además, «el narrador es el primero de una larga serie de perdedores en las obras del autor», que era «sumamente cuidadoso de la forma y de los pormenores narrativos, de la expresión y el lenguaje literarios, de las estructuras narrativas y del estilo, del tejido sensorial de sus “dos almas”: el alma proustiana y el alma leninista. En suma: un creador comprometido con el pasado y con el presente».

Carmela Morales, de la Universidad de Murcia, escribe a continuación de El frío, de Marta Sanz, novela en la que ya se puede apreciar su tendencia a tratar las relaciones sentimentales y el amor de una manera muy poco romántica, muy tóxica y que pone el acento sobre el control, los reproches, la violencia y la opresión que puede llegar a sufrir la mujer en ellas. También aparece «el desencanto por el amor, por las dudas que recorren a todos sus personajes que, ante la incomunicación, no saben qué esperar de aquellos con quienes comparten su vida» y unas escenas sexuales deserotizadas a veces hasta el surrealismo o lo grotesco. «Para los personajes de Marta Sanz el mundo es hostil y extraño. Deben luchar contra sus semejantes para elaborar su propia identidad y conquistar un espacio propio que les permita retroceder y ahondar en su memoria». «Cuestionando los principios básicos de nuestra sociedad, como el amor o las relaciones personales, la creación de la identidad respecto al otro, establece puntos de partida para la reflexión sobre la sociedad que construimos y apoyamos, ya sea pasiva o activamente. La fuerte carga feminista de la narrativa de Sanz está presente en la reivindicación que hace de la necesidad de visibilizar la posición de los que socialmente han sido obligados a someterse y a los que se les ha inculcado que deben agachar la cabeza y aguantar».

El capítulo sexto lo dedica Carmen Morán Rodríguez, de la Universidad de Valladolid, a los inicios narrativos de Cristina Fernández Cubas con Mi hermana Elba. La primera constante que refleja este libro es su «concepción orgánica, concebido no como mero formato editorial de un conjunto de textos que tendrían peor salida comercial por separado, sino como obra de conjunto en la que cada cuento guarda un equilibrio secreto y misterioso con los demás». También se aprecia desde el principio su capacidad «para narrar historias que combinan el extrañamiento fantástico con el interés psicológico por los trastornos del individuo que padece una crisis de identidad y por las anomalías mentales que abren nuevas dimensiones de la realidad». «No opta nunca por lo monstruoso o por lo sobrenatural crédulamente asumido como contrarrealidad opuesta al mundo racional de la cosmovisión materialista y científica, sino que siempre deja abierta la posibilidad de que lo extraño se deba a la perspectiva excepcional del narrador (o de la narradora, pues predomina el punto de vista femenino) o a problemas psíquicos del personaje. Sus cuentos mezclan la ensoñación con el horror que provoca el sentirse dislocado en lo conocido».

El séptimo autor considerado es Javier Marías, con su primera novela, Los dominios del lobo, publicada con 19 años de edad, un libro que rompía con el dominio de lo galdosiano y el realismo social con planteamiento, nudo y desenlace, en favor de «un ámbito u hogar intelectual y cultural en el que es posible interpretar y descifrar las incongruencias y la futilidad cultural y ética de la sociedad y el mundo contemporáneos y mantener una posición de lucidez y honestidad intelectual frente a ellos. La literatura no es una terapia ni un prontuario de respuestas prácticas y simplistas a temas complejos, y no persigue, por tanto, proporcionar soluciones concretas a los problemas y las dificultades colectivos (…). La literatura no tiene en Marías como finalidad primaria complacer o entretener (aunque el placer estético está presente en ella), sino promover la reflexión y el cuestionamiento de las ideas y los prejuicios prevalecientes que están firmemente enquistados en el contexto social». La influencia angloparlante y del mundo del cine se citan también como elementos presentes desde el inicio de su obra. «Los dominios del lobo ofrece, de manera incipiente e incompleta pero intensa, una ruptura neta con el precario modelo de la novela que había imperado en España durante la larga posguerra. Otras novelas lo habían intentado previamente con éxito notable. Tiempo de silencio, de Luis Martín Santos, Señas de identidad, de Juan Goytisolo y Volverás a Región, de Juan Benet, son ejemplos sobresalientes. La aportación fundamental de la novela de Marías, que es posterior a esas tres novelas determinantes, es que desplaza el referente espacial y cultural español, que todavía predominaba en esas otras novelas, y lo amplía a un medio físico y cultural más lejano y amplio. Lo hace, además, desde una perspectiva sobre todo narratológica y estética y no moral e ideológica».

El octavo capítulo lo dedica Natalie Noyaret, de la Universidad de Caen-Normandía, a Luis Landero, que desde su debut, Juegos de la edad tardía, ya «ha encontrado sus temas, o mejor dicho sus “demonios literarios”, siendo el más importante, y quizá el único, el fracaso en el que viven sus personajes al no ser lo que hubieran querido ser». También se destaca la importancia de los diálogos, de gran naturalidad, incluso los que sus personajes mantienen primero por teléfono y años más tarde por WhatsApp.

El noveno autor analizado es Juan Manuel de Prada, y Emilio Ramón García, de la Universidad Católica de Valencia, define su novela Las máscaras del héroe como «metaficción historiográfica de una España abocada a la tragedia, mezcla de tradición barroca y esperpento, collage de textos reales y ficticios». Ya desde el principio de su carrera, «por la que incluso sacrificó su infancia», mostraba «una
devoción adoradora por la literatura en sí misma: el propósito trasgresor y lírico, explorador y libertario, de imaginar y releer una tradición para subvertir con humor y sabiduría un molde dócil al espíritu inquisitivo y rebelde (…). Todo aquel que para Prada merece la pena opta por la parte vocacional de la misma, mientras que aquellos a quienes desprecia eligen el mercantilismo (…). Él reconoce, a la manera de Eco, que resulta casi imposible crear algo verdaderamente nuevo, por lo que opta por un «neokitsch» que se adueña “descaradamente de materiales literarios e históricos para, sin complejo alguno, presentárselos al lector con poca o ninguna variación respecto a los originales”. Este es el autor tratado más por extenso, mostrando en detalle cómo sus primeras creaciones influyen en el resto de sus obras posteriores, por ejemplo rebajando un poco sus barroquismos verbales y acercándose más a rasgos propios de Pérez Galdós o Pío Baroja.

En décimo lugar Marco Succio, de la Universidad de Génova, escribe sobre El enfermo, de Manuel Longares, una obra de la que el propio autor renegó más adelante y que incluso suprime de su bibliografía oficial. Él mismo dijo después que «entre los narradores que me han determinado destacaré cinco: Pérez Galdós y Pío Baroja te forman el carácter, Chéjov te enseña la ternura, Ortega te educa a pensar y a escribir y, por encima de ellos y de otros igualmente decisivos, como Cervantes, Valle Inclán, Clarín, Salinger y Kafka, o de libros eternamente jóvenes como Diario de un cazador, de Miguel Delibes, y El rey de las Dos Sicilias, de Andrzej Kusniewicz, queda Proust, porque Proust es la literatura». De entre estos, Succio identifica a Kafka, Salinger y Proust como las principales influencias de este libro en concreto: existencialismo, congoja espiritual, alienación, conflictividad entre padres e hijos, rechazo de algunas normas sociales, análisis interior e importancia del recuerdo son las piezas principales, algunas de las cuales se irán perdiendo en novelas sucesivas.

Y por último Anne Walsh, de la Universidad de Sídney-Australia, se ocupa de La última noche en Tremore Beach, de Mikel Santiago, en un artículo escrito en inglés. La fiabilidad del narrador, la importancia del entorno físico y el complejo papel del lector a la hora de extraer conclusiones son algunos de los elementos mencionados. También es importante que esta novela, un thriller de intriga sobrenatural, es la primera del autor publicada «de manera convencional», en papel por una editorial, pero Santiago ya había autopublicado en internet otras cuatro obras, por lo cual también se analiza el papel de las expectativas que el lector puede ya traer consigo al conocer otras obras del autor y su estilo de escribir.

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