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Primeros escritos filosóficos, de Simone Weil

Primeros escritos filosóficos, de Simone Weil

Zenda publica un adelanto de los Primeros escritos filosóficos (editorial Trotta), de Simone Weil (París 1909 – Ashford, Londres, 1943). El pensamiento filosófico de Simone Weil empieza a tomar forma en los cursos de su maestro Alain. Tras pasar por la Escuela Normal Superior, enseñará filosofía en liceos femeninos de provincias, hasta que sus dolores de cabeza crónicos la obliguen a abandonar las tareas docentes. Vinculada a grupos pacifistas y al sindicalismo revolucionario, a finales de 1934 deja por un tiempo la enseñanza para trabajar en distintas fábricas. Llevada por esta necesidad interior de exponerse a la realidad, asumirá a lo largo de su vida distintos trabajos manuales y participará brevemente en la guerra civil española, en la columna Durruti.

El tiempo, la geometría, la percepción, la atención o el trabajo son algunos de los temas que la ocupan desde un principio y van adquiriendo consistencia en trabajos posteriores como Ciencia y percepción en Descartes. Este volumen reúne los escritos de Weil, aún inéditos en castellano, hasta inicios de los años treinta.

PRÓLOGO

Emilia Bea

La temprana muerte de Simone Weil a los treinta y cuatro años de edad, en el sanatorio de Ashford (Inglaterra) el 24 de agosto de 1943, en plena guerra mundial, deja una ingente cantidad de manuscritos inéditos de diversa índole (cartas, cuadernos, ensayos, artículos, poemas…) frente a una minoría de trabajos publicados en vida. Estos manuscritos, dispersos entre París, Marsella, Nueva York y Londres, las ciudades que jalonan su itinerario vital, fueron custodiados y transcritos por sus padres, su hermano (el matemático André Weil) y sus amigos, entre los que destaca la labor desarrollada por el padre Joseph-Marie Perrin y Gustave Thibon, además del papel esencial de Albert Camus.

Los textos que aquí presentamos, reunidos bajo el título de Primeros escritos filosóficos y traducidos por primera vez al castellano, vieron la luz en el tomo I de las Obras completas de Simone Weil. El libro tiene la novedad, respecto a las ediciones separadas de las obras, de regirse por un principio prioritariamente cronológico para tratar de adaptarse, en lo posible, a la evolución intelectual y espiritual de Simone Weil, e incluye tanto textos completos, publicados en su día o inéditos, como fragmentos y notas aclaratorias, que en este caso provienen de los cursos impartidos por ella entre 1931 y 1936. En la presente edición española, se ha prescindido solo de los apéndices que incluyen borradores o variantes de textos, ofreciendo al lector la traducción íntegra de todos los escritos de dicho primer tomo, subdivididos en cuatro grandes apartados: «En la clase de Alain» (octubre de 1925-julio de 1928); «Los ensayos de 1929»; «Ciencia y percepción en Descartes» (Diploma de Estudios Superiores, 1930), y «Temas diversos» (el periodo 1928-1931).

Por tanto, los textos aquí recogidos van de 1925 a 1931, año en que Simone Weil supera la agregación y se incorpora a sus tareas docentes en plena efervescencia sindicalista y obrerista. Por las fechas reseñadas, y teniendo en cuenta que nació en 1909, el primer dato a considerar es que estamos hablando de textos escritos entre los dieciséis y los veintidós años, es decir, a una edad muy temprana y estrechamente ligada a su formación académica, de la mano sobre todo del maestro Émile Chartier (más conocido por el pseudónimo «Alain» y del que se decía de forma muy gráfica que era un éveilleur d’esprits, un desvelador, el iluminador de conciencias de toda una generación). Simone Weil sería alumna de Alain en el liceo Henri IV de 1925 a 1928 en los cursos preparatorios (la khâgne) para el examen de ingreso en la Escuela Normal Superior, tanto entonces como ahora una de las instituciones académicas más prestigiosas. Convertida en normalienne, continuó asistiendo a sus cursos y sometiendo a su valoración los ensayos redactados en esta época.

Evidentemente, la vinculación con Alain es uno de los aspectos más importantes de estos escritos. La relación de Simone Weil con este maître à penser se proyecta en la recepción del pensamiento de otros autores y marca una línea de continuidad que resulta esencial a la hora de reflexionar sobre el tema de la transmisión filosófica, pues nos encontramos ante un caso muy singular de lealtad crítica, allá donde fidelidad y diferencia dejan de oponerse, y de actualización de una tradición casi inmemorial, ya que, a juicio de Weil, la única novedad posible en filosofía consiste en imprimir un acento nuevo al pensamiento eterno.

La consulta de los primeros escritos de Simone Weil en el departamento de Manuscritos de la Biblioteca Nacional de Francia, aunque fueran conocidos algunos detalles de las anotaciones de Alain, me permitió comprobar el grado de minuciosidad en la corrección y revisión de los textos. Cualquier defecto ortográfico, gramatical e incluso caligráfico aparecía señalado, así como su apreciación general marcada en los márgenes del trabajo: «Excelente»; «Muy bueno»; «Gran ensayo, bien escrito». Con letra aún de niña (una letra reconstruida con gran esfuerzo en su afán de perfección, tras los apuntes casi ininteligibles anteriores a 1925) y con las ilustraciones de sus enigmáticos dibujos y garabatos infantiles, sorprende la calidad de la redacción y la madurez de pensamiento de sus trabajos escolares, que pertenecen al ejercicio de escritura conocido como topo; textos libres, ensayos cortos, propuestos por Alain para mejorar el estilo y fomentar la reflexión de sus alumnos. El objetivo del método de aprendizaje de Alain consistía en poner orden en las ideas, ser capaz de expresarlas fielmente y de forma rigurosa, leyendo y reflexionando con la pluma en la mano. Alain enseña a Simone Weil a pensar a través de la escritura, sin tachaduras, con la concreción y el rigor más estrictos. En tanto pensar bien implica necesariamente escribir bien, el lenguaje adquiere un protagonismo esencial, y Simone Weil se dispuso a trabajar esa dimensión, cuyos primeros resultados serán los escritos filosóficos de clase. Dado que se trata de textos para ser entregados y corregidos, y, por tanto, que obedecen a unos cánones establecidos a pesar de la audacia y libertad que se respiraba en el aula, utilizará un lenguaje rígido, caracterizado por la concisión, la disciplina y el método, que se irá haciendo más personal a lo largo de los años, pero que no diferirá sustancialmente del estilo inicial.

Gracias a estos textos vemos cómo se gesta un pensamiento, cómo nace una obra, y en qué medida lleva impresa para siempre la huella del ambiente que le dio origen, y ello a pesar de la radicalidad que va adquiriendo la inicial preocupación social de Simone Weil y a pesar de la iluminación de una inspiración mística imprevisible en su formación filosófica. Simone Weil es ante todo una filósofa en el sentido más estricto del término, que se adentra por caminos insospechados, pero plenamente coherentes. Ella misma señala: «Aunque han sido varias las veces que he franqueado un umbral, no recuerdo, sin embargo, haber cambiado nunca de dirección». Siguiendo a Domenico Canciani, su reflexión resulta singularmente unitaria; las intuiciones de los escritos escolares renacerán «de forma más elaborada, rica y profunda dentro de un proyecto de reformulación y de reconstrucción de los fundamentos de la civilización occidental».

El pensamiento de Simone Weil está muy marcado por todo aquello que Alain representaba como educador republicano, a partir de la convicción de que la cultura es la condición esencial de una sociedad democrática, y, en el fondo, supone afrontar con una voz propia, impulsada por el maestro, el reto epistemológico de una época, el final de la Gran Guerra, caracterizada por el desamparo y la perplejidad. Alain no pretende formar historiadores de la filosofía sino filósofos en la acepción más plena de la palabra. Simone Weil se separará de él en muchos puntos, pero mantendrá siempre la exigencia de probidad intelectual, aprendida en los pupitres del liceo Henri IV cuando ya soñaba con trabajar algún día en una fábrica. La primera parte del volumen recoge los escritos de este periodo, que tratan tanto de filosofía como de literatura, en consonancia con la enseñanza de Alain, que proponía alternar la lectura de obras filosóficas con la de teatro, novela o poesía. En cualquier caso, se propugnaba un acceso directo a los grandes textos sin mediaciones, es decir, sin citar literatura secundaria; una lectura respetuosa y escrupulosa destinada a asimilar, digerir y comprender más que a criticar o refutar lo leído.

El volumen se abre con una preciosa redacción sobre «El cuento de los seis cisnes en Grimm», el relato de la paciente laboriosidad de una joven que debe coser en silencio, durante seis años, seis camisas de anémonas blancas para liberar a sus hermanos de un hechizo que los ha convertido en cisnes. Con tan solo dieciséis años, la autora es capaz de anticipar nociones, como la espera o la atención, que serán el núcleo de sus escritos de madurez y que se proyectarán en múltiples planos como clave de acceso a lo real. También se intuye ya esa certeza en sus aseveraciones tan característica de su pensamiento. Simone Weil tenía predilección por los cuentos precisamente como forma privilegiada de transmisión. La tradición popular tiene vestigios de aquellas ideas eternas que los grandes pensadores han ido alumbrando, ya que la filosofía se enraíza en lo más concreto de la existencia y los grandes modelos son a la medida de cada uno de nosotros.

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Autora: Simone Weil. Traductores: Teresa Escartín y José Luis Escartín. Título: Primeros escritos filosóficos. Editorial: Trotta. Venta: Amazon y Fnac.

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