Inicio > Blogs > Proyecto Itinera: En busca de los clásicos > Proyecto ITINERA (XVI): Halloween vs Hades

Proyecto ITINERA (XVI): Halloween vs Hades

Proyecto ITINERA (XVI): Halloween vs Hades

El Proyecto ITINERA nace de la colaboración entre la Asociación Murciana de Profesores de Latín y Griego (AMUPROLAG) y la delegación murciana de la Sociedad Española de Estudios Clásicos (SEEC). Su intención es establecer sinergias entre varios profesionales, dignificar y divulgar los estudios grecolatinos y la cultura clásica. A tal fin ofrece talleres prácticos, conferencias, representaciones teatrales, pasacalles mitológicos, recreaciones históricas y artículos en prensa, con la intención de concienciar a nuestro entorno de la pervivencia del mundo clásico en diferentes campos de la sociedad actual. Su objetivo secundario es acercar esta experiencia a las instituciones o medios que lo soliciten, con el convencimiento de que Grecia y Roma, así como su legado, aún tienen mucho que aportar a la sociedad actual. 

Zenda cree que es de interés darlo a conocer a sus lectores y amigos, con la publicación de algunos de sus trabajos.

A nadie resulta ya extraño el término “Halloween”. Todos los colegios lo celebran y, fuera del colegio, cada vez más niños salen con sus disfraces a pedir golosinas con aquello del trick or treat. Es evidente que esta celebración inglesa de origen celta está ya totalmente instaurada en nuestra sociedad y me contendré para no decir que se trata de una “invasión cultural”. Realmente no me parece mal que nos “contagiemos de la riqueza cultural de otras civilizaciones”, al revés, creo que es muy saludable. Sin embargo, sí que me parece horrible, “un asesinato de nuestra cultura” —diría y así lo pienso— que perdamos nuestra cultura, nuestras celebraciones. “Dejamos morir nuestra cultura”, provocando un empobrecimiento cultural que nos lleva al olvido de quiénes somos y el porqué de nuestras costumbres.

Los niños celebran Halloween, pero no saben que Hades, el Plutón romano, era el dios del Inframundo, donde iban a parar las almas de los difuntos. Los niños no saben que el rapto de Perséfone, Proserpina para los romanos, hará que Deméter, Ceres, descuide sus tareas de la agricultura y del campo, preocupada por encontrar a su hija, produciéndose así las estaciones del año. Los niños no saben, tampoco la mayoría de los adultos, que durante mucho tiempo los enterramientos se producían de noche para que las almas, al salir del cuerpo, no se perdieran y siguieran la luz de las antorchas hasta el cementerio. Por ello la procesión del silencio se hace de noche y con velas.

"Una vez las almas cruzaban el río Aqueronte, se encontraban con el can Cerbero, el perro de tres cabezas y cola de serpiente, que era el portero que vigilaba para que los vivos no entrasen al Inframundo"

Hermes, Mercurio para los romanos, llamado también psicopompo —el guía de las almas— llevaba las almas de los difuntos hasta el río Aqueronte, donde Caronte, tras cobrar dos monedas, accedería a cruzar a las almas al mundo de los muertos. Por ello durante siglos se enterraba al difunto con dos monedas en los ojos. Aquellas almas que no podían pagar a Caronte vagaban durante cien años por las praderas de Asfódelos, un jardín oscuro y tenebroso. Estas almas que vagaban por los campos de Asfódelos, al no poder recibir las ofrendas de sus familiares, tenían que salir de noche para alimentarse chupando la sangre a los vivos, de donde surge el mito de los vampiros.

Una vez las almas cruzaban el río Aqueronte, se encontraban con el can Cerbero, el perro de tres cabezas y cola de serpiente, que era el portero que vigilaba para que los vivos no entrasen al Inframundo, ni saliesen las almas difuntas.

Las Moiras o Parcas, tres ancianas horribles que compartían un solo ojo y un solo diente serán quienes manejen el hilo de la vida de los hombres, lo midan y lo corten, decidiendo así los destinos, Fata en Latín, de donde surgirán las dulcificadas dueñas de los destinos Hadas, también tres, en los cuentos infantiles.

"Para que las almas de familiares y amigos difuntos no se sintiesen olvidadas, solas y tristes, había varias fiestas a lo largo del año en las cuales la familia se reunía"

Los romanos tenían en sus casas un larario, un pequeño altar donde rendían culto a sus antepasados, de donde viene nuestra tradición de poner velas a las fotos de nuestros difuntos. Cuando en Roma fallecía un ser querido, se le guardaba luto durante un año, vistiendo de negro y dejando la puerta de casa entreabierta en señal de duelo. El dolor por el fallecimiento de un ser querido era tan grande que era frecuente que los familiares dejasen que fueran los libitinarii quienes organizaran todo el proceso del enterramiento. Los libitinarii eran empresarios que organizaban los oficios religiosos, el cortejo fúnebre, el enterramiento y las ofrendas como flores y perfumes, para que nuestros difuntos tengan adornada y elegante su última morada.

Para que las almas de familiares y amigos difuntos no se sintiesen olvidadas, solas y tristes había varias fiestas a lo largo del año en las cuales la familia se reunía, visitaba las tumbas de sus fallecidos en los cementerios y realizaba banquetes y fiestas en honor de sus antepasados. Estas fiestas eran las Parentalia, las Feralia o las Larvae. En estas últimas, en las Larvae, las sacerdotisas vestales preparaban una salsa sagrada y pasteles de harina con las primeras espigas de trigo de la temporada, pues se celebraban el día 15 de mayo, como nuestro día de Todos los Santos, que se celebraba el día 13 de mayo, hasta que el Papa Gregorio III cambió la fecha al día 1 de noviembre.

4.8/5 (42 Puntuaciones. Valora este artículo, por favor)
Notificar por email
Notificar de
guest

0 Comentarios
Feedbacks en línea
Ver todos los comentarios