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Ronia, la hija del bandolero

Ronia. La hija del bandolero, una de las grandes obras de madurez de Astrid Lindgren, es una novela idílica familiar de perfil simbólico. Su condición de idilio (nada que ver con la acepción amorosa-pasional del término, de alcance más restringido y moderno) radica en su vínculo con el espacio natural (la tierra natal) y con la formación en el ámbito de la familia: Ronia es la última descendiente de una estirpe de bandoleros asentada en la vida natural del bosque.

Su perfil simbólico no se limita a la presencia de elementos fantásticos procedentes del folclore (arpías, gnomos, troles…) sino que radica en la construcción de un gran símbolo sobre el que se articula toda la novela: la superación de una brecha, la conciliación de elementos antagónicos. Ambos elementos (el idilio familiar y el símbolo de la reunión) están íntimamente relacionados, y de esa unión poderosa nace el magnetismo de esta novela, capaz de arrastrar la imaginación de quienes la leen.

La unión toma cuerpo desde el principio de la novela: el nacimiento de Ronia viene acompañado de elementos extraordinarios (un gran rayo partirá el castillo donde viven sus padres y la banda de ladrones, abrirá una gran grieta que dividirá la fortaleza en dos). En esa otra mitad del castillo se instalará la banda de ladrones que es rival encarnizada de la liderada por Mattis, el padre de Ronia. Llevan décadas en lucha. Aparece de esta forma la primera dualidad: dos clanes (pues tal es la fórmula familiar, primitiva, representada en la novela) enfrentados.

"La decisión de Ronia y de Birk, romper con sus respectivos clanes, abre un cisma psicológico en la pequeña Ronia, una crisis de identidad entre su deseo de independencia y el amor de su padre"

El juego de simetrías empieza aquí y se extenderá pronto, pues Borka, el líder del clan enfrentado a Mattis, también ha tenido un vástago llamado Birk, nacido la misma noche en que nació Ronia. Ronia y Birk están unidos desde su nacimiento, son descendientes de entornos similares y tienen el mismo vínculo orgánico con la naturaleza (símbolo de los valores puros, frente a la historia de enfrentamientos familiares).

Una serie de sucesos reforzará ese vínculo vital, y ambos muchachos se reconocerán unidos, concordados, sellando una relación de hermandad que encontrará en los peligros de la naturaleza y en los dones de ésta el perfecto idilio de un verano compartido. Ronia y Birk huyen de sus casas, rebelándose al enfrentamiento de sus respectivos padres, y fundan un hogar nuevo en el que su condición presexual (ambos tienen once años) muestra una variante peculiar de la de uno de los primeros idilios de la literatura occidental, el encarnado por los pequeños pastores Dafnis y Cloe. Ambos adecuan su vida a los ciclos de la naturaleza (signo distintivo de las novelas idílicas, donde el tiempo de la historia es irrelevante, donde el tiempo se mide en función del calendario estacional y de los ritos generacionales —nacimientos, casamientos, muertes…—) y construyen un hogar donde aprender a sobrevivir y a formar su identidad.

"Ronia se debatirá en este abismo, que modela buena parte del imaginario infantil en la aventura de la adolescencia: la conquista de la libertad individual frente al mundo arcádico de la niñez"

Aquí radica la segunda gran brecha de la novela. La decisión de Ronia y de Birk, romper con sus respectivos clanes, abre un cisma psicológico en la pequeña Ronia, una crisis de identidad entre su deseo de independencia y el amor de su padre (recordemos que esta doble identidad está presente en el propio título de la novela). Ronia se debatirá en este abismo, que modela buena parte del imaginario infantil en la aventura de la adolescencia: la conquista de la libertad individual frente al mundo arcádico de la niñez. Aquí es donde Lindgren demuestra su talento creador, pues la educación en el proceso de adquisición de una nueva naturaleza (la niña que crece y es capaz de sobreponerse a la fractura entre dos universos) consuma la imagen final de ambos clanes reunidos y de una vida capaz de fusionar el amor a los padres (fundamental, también en esta novela, el papel mediador y equilibrado de Livis, madre de Ronia) y la libertad individual, el desempeño en un futuro liberado de miedos.

La autonomía de Ronia y de Birk, capaces de encontrar formas de reunir lo roto, de propiciar símbolos de unión social, personal y con la naturaleza (una vida íntegra) confiere altura didáctica a la novela, muestra enseñanzas decisivas. Como fondo, late la risa, que humaniza y aleja dogmas (cómica es la hermandad del clan de bandidos, como divertida resulta la “ejemplaridad” de su oficio en una novela que será leída por los pequeños).

El idilio es una estética alegre donde también está presente la seriedad. En el idilio suele presentarse la muerte de la que nacen nuevas formas de vida, la “elegía alegre” de la que habló Friedrich Schiller, uno de sus grandes teorizadores. Mueren los viejos y nacen los niños. Muere la infancia y llega la madurez. Muere la injusticia para que pueda surgir de ella un orden más justo. Llega el invierno al que seguirá la primavera y el dulce verano que se llevará el otoño.

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Título: Ronia. La hija del bandolero. Autora: Astrid Lindgren. Editorial: Kókinos. Venta: Todostuslibros.

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