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Rosa Campos: esa inquietud que alumbra

Rosa Campos: esa inquietud que alumbra

Del Árbol de la Vida
yo me nutro.

Dos versos de la primera página del libro De luz y de sombra bastan para describir su poética. Sencilla, como ella, discreta y mínima, pero que surge de lo importante. Y que no se arredra ante nada.

Pintora, poeta, articulista y narradora, Rosa Campos es una persona dotada de una sensibilidad especial. Para ella, el arte no es artificio o discurso estético. Al menos, no solo eso: es una pulsión que nace de lo habitual y que debe ir íntimamente unida a ello. Se ve en sus composiciones: todas pretenden, desde una humildad natural, edificar un escenario común mejor, más justo, solidario, comprensivo, piadoso, feminista.

Y lo hacen de una forma orgánica: cada una de las palabras que elige están ahí porque proceden de su vocabulario cotidiano, se desprenden de una experiencia, la suya, que es ejemplo y guía de todo ello.

Poesía que asume los papeles de testamento y testimonio, donde Rosa se muestra todo el tiempo consciente de la grandeza que contiene cada mujer, cada hombre, en su pequeñez, en su insignificancia: «desde mi justa estatura / me sostengo».

"La autora se ha ido acercando al corazón de las cosas a través de distintas ópticas y, a la vez, superponiendo capas de tensión y nuevas fronteras de sentido conforme su escritura ha ido madurando"

A partir de esa base, ha entregado a los lectores varios libros en los que ha ido depurando su poesía. Siempre con un profundo respeto por la palabra, siempre eligiendo bien cómo decir lo que dice, a lo largo de obras como De luz y de sombra (Proyecto Siembra, 2005), De colores (Asociación Cultural Siembra, 2012) o Patio Interior (editorial Almadenes, 2023) la autora se ha ido acercando al corazón de las cosas a través de distintas ópticas y, a la vez, superponiendo capas de tensión y nuevas fronteras de sentido conforme su escritura ha ido madurando: de lo más simple y vivencial hasta la denuncia social hacia todo lo implica atentar contra lo humano; de los juegos estéticos más simbólicos hasta la poética más narrativa y experiencial. Forma y fondo mutan sin obviar la esencia que, como creadora, pone en todo lo que hace.

Para, así, lograr una obra cada vez más universal en la que seguir incidiendo en sus preocupaciones como ciudadana. Así ve la poesía: «Tener versos es / como tener pan, / tener agua»; una herramienta con la que abrazar el «corazón activo» y «mirar también / la sombra y la lección que enseña».

(…)
Yo soy de amor entera
porque tengo dolor y risa
y puedo hablarte
del viento que agita
los frondosos pinos
y expande los álamos gigantes,
del sol que madura
las uvas de mi pino,
el trigo de mi pan,
de la leña fiel
que en mi lumbre arde
y del mar completo
donde mis redes tiro.

Soy perfecta
porque yerro tantas veces,
y la luz tantas veces me esquiva,
tantas muerdo el anzuelo,
que a menudo se me seca la saliva.

Alzar la voz desde la tierra

Nacida en Calasparra, un apacible municipio de Murcia, lleva décadas instalada en Cieza, otra pequeña localidad de la Región. Desde ahí, ejerce como laboriosa abeja de la lírica y la pintura.

Licenciada en Bellas Artes, enseña cada día a niños y a mayores a convertir pinceles y lápices en armas que contribuyan a la mejora social desde la expresión artística. Una lucha pacífica, un activismo sereno que nace pensado desde el entorno, desde lo inmediato.

Porque para ella, en las calles que se transitan a diario, en las gentes con las que uno se encuentra al comprar el pan o al cruzar la acera, es donde debe surgir la comunidad que impulse el cambio. Ese es el compromiso que asume de manera constante ya que, si no lo hiciera, se sentiría incómoda.

Así me lo reconocía hace justo una década: «Me preocupa la gente que no tiene lo necesario para vivir con decencia. Que haya gente que mire para otro lado o que no sienta el latigazo del dolor de las personas que lo están pasando mal. Creo que no somos todo lo solidarios que se necesita, que no entendemos que el mundo y la existencia son de todos, que es un común. Es necesario sentir que vivimos en comunidad».

Y así lo ha escrito en forma de versos:

(…)
Estoy en el mismo plazo
de tiempo que me despierta y espabila,
que me indica
que tú no tienes nada con que llenar tu plato
ni dinero para comprar el libro,
y que los dos nos merecemos
el cuenco lleno
y la palabra rica.

Esto es lo que mueve su obra, especialmente la literaria: la justicia social; la dignidad de todos; el acceso a la cultura, que también es pan, la posibilidad de que cualquiera se exprese con absoluta libertad.

"Todo ello se trenza en unas manos a menudo tibias que sostienen y empujan. Que abrazan lo sensible, como ríos de luz que nos llenan"

Y su escritura, donde hay lugar para lo biográfico y lo sentimental, se sustenta especialmente en ello. Todos sus libros tienen, casi a cada página, una de estas llamadas de atención: incluso cuando ella se define. Es mujer, libre, amante, sensible y dura, defensora con voz propia.

No hay otra cara de Rosa Campos: una voz que que no pide permiso, pero tampoco se impone desde el ruido, sonrisa siempre abierta, mesura y precaución —pues las palabras hieren—, absoluta firmeza ante lo injusto… Todo ello se trenza en unas manos a menudo tibias que sostienen y empujan. Que abrazan lo sensible, como ríos de luz que nos llenan:

Confiar es la palabra que envuelve nuestras vidas,
confiar por encima de posibles desacuerdos…
Comprender que la amistad
no es flor de un día,
que está preñada de eso que se espera,
y de lo que no se guarda y hace la vida hermosa,
o nos impugna y hace la vida intensa.
Que no castiga ni sesga las verdades.

Es sentir en mí que otro dolor me toca,
que otra alegría es madeja grande
y elástica, como resina fresca,
que me enlaza
y me induce también al alborozo.

Es entender que todo eso es nuestro,
prodigioso y nada esquivo,
que nos sabe dispares,
y nos quiere y nos cuida
y enuncia nuevas metas
para este vivir que sufre desperfectos
–por un progreso de especies
que se ha quedado rancio–.

Es evolución social, que urge,
que en amistad germina…
En amistad, estancia de cultivo sagrado
donde sombras de árbol nos guarecen
y ríos de luz nos llenan

Las palabras de tus nietos cuando aún no eran tus nietos

En mi cabeza, Rosa Campos es ternura. En su ternura, la firmeza de lo que ha generado su ser convive con una alegre inocencia que disfrutan quienes están cerca: se toma el mundo, cada día, como un regalo inédito.

Como un niño que descubre, por fin, que poner un pie detrás de otro supone dar un paso; como ese mismo pequeño, cuando se cae y siente el equilibrio. Una vez más, como el infante que al llegar al suelo se duele, se humilla… pero empieza de nuevo.

Así, de algún curioso modo, es esta mujer de mirada amable y sonrisa encogida. Por eso un libro como De colores resulta tan especial.

"Todo ello se trenza en unas manos a menudo tibias que sostienen y empujan. Que abrazan lo sensible, como ríos de luz que nos llenan"

Con ecos al trabajo de Gloria Fuertes y esos otros autores que se toman la literatura infantil muy enserio, la autora juega con conceptos como la sinestesia en su poemario. Y vuelca un cúmulo de ‘imágenes del símbolo’ que inciden en esos valores que la construyen: el disfrute de lo íntimo, el respecto a quienes han emprendido una lucha silente en generaciones pasadas, la contemplación del día a día con la certeza de que cada segundo merece la pena.

Y todo ello con el uso de brevísimos poemas que se sirven de los pares de rimas, de lo corriente del calendario… y donde va ‘colando’ pequeños detalles que amplifican los sentidos para el lector adulto. Como cuando escribe: «Cúrame el dolor / con color»… Cosas que, «para verlas / has de poseer / la mirada lista / que las sepa ver».

Desde ahí, el viaje literario de Rosa, como árbol, se ramifica: relatos; novelas costumbristas que rompen con los cánones y buscan a una mujer dueña de sus destinos; libros de autor en los que pintura y literatura se dan la mano casi en forma de objetos de exposición y colección… Hasta llegar a Patio Interior (2023).

Un espacio íntimo que se convierte en colectivo

Como dice Miriam Cano Motos en el prólogo de este último libro de poemas, en esta colección de textos Rosa busca «aquello que la hace sentirse viva y conectada con los demás seres humanos»; por eso aquí surge una voz un poco más directa, que se cuelga en el marco de lo real más que nunca y que reflexiona directamente desde distintos tipos de dolor.

Deja de lado, aunque no del todo, el espacio íntimo desde donde impulsa el cambio, para acercarse a un territorio colectivo en el que cabe una militancia algo más agresiva, un grito evidente que lanza, de una manera especial, contra el mar.

"Pero en el poemario halla, el lector, una de las disposiciones más encomiables de esta escritora: la de la esperanza, la de la fe ciega en la bondad del ser humano"

Habla del dolor de quien lo cruza en busca de un futuro. Ni siquiera mejor: solo futuro. Como un en rosario seglar, le ruega a las olas una mesura que no tienen los hombres: que permita a los migrantes un viaje tranquilo antes del reto verdadero.

El de sentirse ajenos.

El de ser un blanco fácil.

El de convertirse en el ‘otro’ para quien parece buscar a quien odiar.

Pero en el poemario halla, el lector, una de las disposiciones más encomiables de esta escritora: la de la esperanza, la de la fe ciega en la bondad del ser humano. Porque siempre habrá, defiende, «gentes / que desde lo hondo sonríen», «luz que irradie caminos», portadores de aliento que son «la libertad hecha poesía».

Ella misma, como en una ensoñación, en el fondo de un tétrico bosque. Su perfil de beata laica, el vapor de sus vestidos como abrazo. Esa pacífica inquietud que caldea su

Patio interior,
columna vertebral de mis estancias,
donde me riego,
alcanzo el sol cuando a mi sitio llega,
mis sueños tejo con el velar de luna,
me discrepo,
examino en el hacer,
me rediseño…
Reduzco hacia un nosotros la distancia.

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