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Silva, Pery, Astillero y Sanjuán debaten sobre infiltrados y lucha antiterrorista

Silva, Pery, Astillero y Sanjuán debaten sobre infiltrados y lucha antiterrorista

A veces no valen maniqueísmos, la línea que separa el bien del mal es tan difusa como la que distingue los géneros literarios. A veces, la ley sobre la que se alza la democracia y otras grandezas, parece escrita sobre papel mojado y un juez se ve obligado a autorizar delitos para que los policías infiltrados en las organizaciones criminales puedan cumplir con su deber. Dar luces a estas sombras es todo un género literario, que, ya de antiguo viene reuniendo a alguno de sus autores más destacados en las mesas redondas de Getafe Negro. La de este año, bajo el lema de Maridaje literario: literatura y sombras en la lucha antiterrorista, reunió en la librería Vino a por letras a Lorenzo Silva —comisario honorífico de Getafe Negro—, Agustín Pery —director adjunto de ABC—, Manel Queralt —coronel de la Guardia Civil— e Iñaki San Juan —comisario jefe de la Policía Nacional—. Todos ellos son autores de algunos de los textos, sobre esas sombras aludidas en el lema, más celebrados de los últimos meses. Jorge Bustos —subdirector editorial de El Mundo— actuó de moderador.

A medida que el lector se adentra en ese maridaje literario, en el que parecen confundirse los dos lados de la ley y la verdad con la ficción, se le descubre mucho más plausible que el true crime, tan en boga últimamente, por ciertas series televisivas, aunque no más apegado a la realidad. La guerra sucia, como recuerda Lorenzo Silva siempre que le preguntan sobre Púa (Destino), su última entrega, no es exclusiva de ningún país. La hubo en Francia cuando la OAS se oponía a la independencia de Argelia; en el Reino Unido en los años de plomo del IRA, en Estados Unidos en su lucha contra varios de sus enemigos y hasta en la Jerusalén de Conrado de Montferrato durante la tercera cruzada, allá por el siglo XII. Púa, el personaje que da título a su novela, es un soldado de élite en esa guerra en la penumbra, librada en un país impreciso, aunque en algunos aspectos semejante al nuestro. Buen profesional, es capaz de matar y de torturar sin titubeos a quien es menester en aras de intereses superiores. “Sabe que las cosas que ha hecho no están bien, que son envilecedoras y que a él le envilecen. Pero cuando le piden que lo vuelva a hacer, en lugar de negarse, afirma que solo lo hará cuando sea necesario. Nunca porque sí, banalmente. Son actos moralmente repugnantes, pero afronta cometerlos por lealtad. Eso sí, no espera llegar a ser una buena persona. Hay ciertas cosas que solo las pueden hacer las malas personas”.

"Según Lorenzo Silva, el heroísmo y la villanía de cada uno no es algo consustancial a cada persona; es una iluminación, un aliento, meramente circunstancial"

Lejos de maniqueísmos, defiende Silva que tenemos una visión “muy simplista de los villanos”, villanía que, desde esa perspectiva generalizada, en las páginas de Púa también alcanzaría a su protagonista, a ese buen profesional de las cloacas del estado. A decir del autor de la serie de Bevilacqua y Chamorro, los investigadores más famosos de la Guardia Civil, el heroísmo y la villanía de cada uno no es algo consustancial a cada persona; es una iluminación, un aliento, meramente circunstancial. “no todo lo que hacemos es el resultado de una deliberación previa, impulsada por nuestra voluntad”.

Por su parte, Agustín Pery afirmó que Txalaparta (Pepitas de Calabaza) está protagonizada por un personaje —que también da título a la novela— sin redención. A decir de Bustos, “a través de la forma se nos adentra en la violencia del fondo. Por muy espontáneo que parezca, el registro mal hablado de la literatura es muy difícil de escribir”. En cualquier caso, esa violencia verbal de Txalaparta, apodo por el que conocen a un policía cuyos métodos son mucho más expeditivos que su lenguaje, parece encontrar acomodo en ese “retablo de la podredumbre” donde trabaja. Txalaparta no es otro que Iñaki Altolaguirre, el policía nacional de Moscas (Pepitas, 2018), su primera novela. “Escribo sobre lo que he conocido”, comenta este veterano periodista, azote de los corruptos en Mallorca durante su etapa al frente de El Mundo/El día de Baleares. En esta nueva ficción, ya en su propia tierra, la Navarra de los años 90, a Iñaki Altolaguirre le llaman Txalaparta porque golpea a los detenidos con la misma contundencia que se toca este instrumento de percusión del folclore vasco.

"Uno de los destinos de José Ángel Astillero le llevó al País Vasco en los años de plomo. Sus recuerdos de entonces le han inspirado Pazman"

Por motivos personales, su “entonces novia, hoy mujer, es de allí”, Pery conoció aquella Navarra de los “años de plomo de ETA, en la que si decías en un bar que eras del Real Madrid, acababas siendo un fascista”. Supo de “la mujer de un guardia civil, destacado en el aeropuerto, que tenía que ir al logopeda para quitarse el acento de Jaén y le indicaba a su hijo que dijera en el colegio que su padre era comercial de tractores”. Y aquí no hay simbolismos que valgan. Cualquier español que viviera entonces y no hiciera oídos sordos a lo que repetían casi a diario innumerables informaciones, sabe cuál fue el tiempo y el lugar de Txalaparta. “Mi personaje es un personaje malvado, muy malvado, porque quería que fuera el espejo de ese tiempo de amargura. Nunca se nos debe olvidar que hubo años terribles, sangrientos y profundamente injustos porque hubo unos españoles que pusieron la nunca y otros decidieron matarlos. Unos decidieron matar, otros no decidieron morir y eso no se nos debe olvidar nunca”.

Coronel de la Guardia Civil, diplomado en estado mayor, la hoja de servicios de José Ángel Astillero nos habla de sus actividades docentes, siempre dentro del Cuerpo. No obstante, uno de sus destinos también le llevó al País Vasco en los años de plomo. Sus recuerdos de entonces le han inspirado Pazman (Roca Editorial), que ha firmado como Coque Astillero. Definida por alguno de sus críticos como una de las mejores muestras del true crimen último, con ella quedó finalista del Premio Azorín en la edición del pasado año. “A veces teníamos que pagar la gasolina de nuestro bolsillo”, comentó, preguntado por Bustos, evocando lo apurados que eran los medios de los que disponían, siempre suplidos por el compañerismo y la entrega que había en el Cuerpo. “Y los guardias ponían lo mismo que el teniente para llenar el depósito del coche oficial”. El teniente de su ficción responde al nombre de Manel Queralt.

"Esa guerra sucia, esas luces y sombras aludidas en el lema de la convocatoria son algo tan frecuente, y universal, que nos demuestran que el estado precisa de sus cloacas para que su fontanería funcione como debe funcionar"

“Es un personaje motivado por las luces. En agosto del 92 llega al cuartel de Lasarte esperanzado, eufórico, con ganas de contribuir a la lucha contra ETA. Pero descubre una realidad áspera y trasforma todas esas ilusiones en rabia, impotencia y desencanto”, comentó Astillero. Bustos llamó la atención sobre cierta rivalidad entre la Guardia Civil y la Policía Nacional, en sus esfuerzos por ser los más eficientes en la lucha contra el terrorismo. Tanto Astillero como Sanjuán la reconocieron bromeando. Pero, volviendo al asunto de su novela, el coronel comentó: Pazman pone el foco en el compañerismo. Un compañerismo extremo que se convertía en amistad. Y ese compañerismo extremo a veces te hace pasar al lado oscuro de la fuerza”. La alusión a la lejana galaxia de George Lucas no fue baladí, “el título de cada capítulo hace referencia a una película”.

Esa guerra sucia, esas luces y sombras aludidas en el lema de la convocatoria son algo tan frecuente, y universal, que nos demuestran que el estado precisa de sus cloacas para que su fontanería funcione como debe funcionar. De otra manera, quienes creen que el crimen siempre paga dejarían de creerlo.

"El comisario Iñaki Sanjuán, en Operación Protector, nos lleva allende de nuestras fronteras. Su trama nos remite hasta Molenbeek"

El comisario Iñaki Sanjuán, en Operación Protector, nos lleva allende de nuestras fronteras. Su trama nos remite hasta Molenbeek, el barrio de Bruselas que parece ser el epicentro del yihadismo en Europa. Un lugar, donde según Bustos, “no ha entrado la civilización. Bueno, entró y salió. Es el barrio más peligroso de Europa, lo que pasa es que, como se matan entre ellos, apenas se dan noticias. Operación protector es una novela de infiltrados, lobos solitarios y tráfico de armas. Sus personajes son más internacionales. Y juega con una cosa muy literaria, la identidad, un travestismo existencial muy interesante”.

San Juan, en efecto, dio fe de la veracidad de lo contado. “Es una historia que yo he vivido. Tiene un pequeño halo de ficción. El terrorismo de ETA apenas lo conocí, llevo muy poco en esto, doce o trece años. Al principio me infiltraba en movimientos violentos, después en la yihad”. Su protagonista, en su avatar para la infiltración, responde al nombre de Roberto. Y el comisario, recordando su trabajo, explica: “Pero en la Costa del Sol se le llamaba de otra manera. El terrorismo yihadista, que por desgracia vuelve a estar de actualidad, es la base de todo el libro”.

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