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Sinatra juró no volver a España por culpa de un pirata de «Pueblo»

Sinatra juró no volver a España por culpa de un pirata de «Pueblo»

Frank Sinatra fue expulsado de España por culpa de un pirata del diario Pueblo. Me entero bien ahora, ay, que me he zampado, y en sólo dos tardes, Sinatra: Nunca volveré a ese maldito país (Fundación José Manuel Lara, 2015), un ensayo brillante del periodista Paco Reyero (Sevilla, 1971) que, amén de recoger las aventuras y, sobre todo, las desventuras de La Voz en nuestra patria, se lee como un “viaje pretendidamente meticuloso por una época” fascinante, carpetovetónica, entrañable y escandalosa, en la que Hollywood desembarca en una dictadura que muta por conveniencia, en la que Ava Gardner tenía una suite asignada en el Hilton, en la que el ministro Arias Salgado festejaba que “antes que implantásemos estas nuevas normas de orientación, el noventa por ciento de los españoles iba al infierno. Ahora, gracias a nosotros, sólo se condena al veinticinco por ciento”, etcétera, etcétera.

"Sinatra termina pagando una multa de 25.000 pesetas y se da el piro diciendo: I’ll never go back to that fucking country again"

Cuenta Reyero que rondaba Sinatra por Málaga, en septiembre de 1964, rodando El coronel Von Ryan. Se hospedaba en el Hotel Pez Espada de Torremolinos, “una barriada de pescadores de la capital” que, por entonces, empezó a llenarse de suecos, celebrities y neones. El corresponsal de Pueblo Juan Francisco Avellaneda, un tipo que, según Amilibia, “se trabajaba la noche, las salas de fiestas, los cabarés, los puticlubs de entonces, compraba una página que titulaba Madrid La Nuit y luego la revendía publicitariamente a este tipo de locales nocturnos”, aborda a la estrella y le pide una entrevista. Sinatra le remite a su corte. El 17 de septiembre, el intérprete de “Fly Me to the Moon” alterna en la parrilla del citado hotel con Ondina Canibano, una actriz “cubana de piel mulata y carnes sabrosas”. Un fotógrafo los caza y dispara, pum, pum. Un machaca de Sinatra le quita el carrete y la cámara se va al carajo. Canibano le tira una copa al cantante, se enzarzan en un forcejeo, interviene la dirección del hotel, llaman a declarar a Sinatra y éste, entonces, se cisca en Franco y en la dictadura e incluso le brinda un escupitajo. Termina pagando una multa de 25.000 pesetas y se da el piro diciendo: “I’ll never go back to that fucking country again”. La traducción no tiene mucho misterio. Pueblo celebra que el actor pague en moneda nacional. Emilio Romero, el gran director del periódico de los sindicatos verticales: “Ha estado bien que alguien, sin dar más importancia al asunto, lo haya agarrado delicadamente de los fondillos de los pantalones y le haya dicho con zumba mediterránea: ¡Hale!, ¡a las Vegas!”. Días después, Ondina y Avellaneda también son multados, reconociéndose así que promovieron el montaje.

"Es también la postal de un país perdido, como de otro mundo, supongo que peor, pero también atractivo"

Nunca volveré a ese maldito país es un bestiario mitológico en el que sus dioses, como los griegos, maridan ferozmente la gloria y el pecado. Con una prosa efectiva y, en ocasiones, festiva sin llegar a incurrir en el manierismo —a Dios gracias—, Reyero retrata a un Sinatra que, cuando llega a España con treinta y cuatro años, “empezaba a ser repentinamente viejo”, además de a una Gardner “rural, violenta, caprichosa” que en español sólo sabía decir “muy bien, olé, gracias, naranja y adiós”. Es también la postal de un país perdido, como de otro mundo, supongo que peor, pero también atractivo, extremo, imprevisible, pacato de cara a la galería, en celo permanente de puertas adentro. Hínquenle el colmillo al libro, sin duda. Y sólo una cosa más: Sinatra acabó volviendo a España. Más información, ya saben dónde.

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