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Soy Harold, de Daniela Demarziani

Soy Harold, de Daniela Demarziani

Daniela Demarziani es una escritora y traductora nacida en Buenos Aires, Argentina, en 1984. Se ha desempeñado como editora para distintos sellos de España y Argentina. Trabajó junto a Ricardo Piglia durante el proceso de corrección de sus diarios. Presentamos una muestra de Soy Harold, su primer libro, publicado por Overol Ediciones en 2023, un diario en el que la protagonista, para no huir de una ruptura amorosa, se dedica obsesivamente a traducir un poema de Harold Norse y utiliza esta traducción como excusa para abordar temas relacionados con su día a día y su identidad. Esta obra ante la que nos encontramos, se engloba en una familia de obras que durante los últimos años vienen ocupando un lugar destacado en la literatura escrita en español y que ponen el foco en lo fragmentario, en la intertextualidad y en las sensaciones e imágenes que nos acompañan a diario de manera tan fugaz como los vagones de metro que atraviesan los túneles en la noche. Bitácoras, obras híbridas, en las que los límites de la ficción siempre son difusos y el relato trasciende lo puramente anecdótico, el género de diario en sí, para transformarse en algo mucho más potente: otra manera de entender la vida y la escritura alejada de los cánones más tradicionales a la hora de contar una historia. La obra de Daniela Demarziani plantea el interrogante de qué es en realidad un diario y cuál es el límite entre realidad y ficción, un libro en el que los debates sobre los límites entre los géneros carecen de sentido frente a lo que importa: escribir como se vive.

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De la casa de Entre Ríos lo que más me gusta es el ruido de la puerta mosquitero de la cocina. Es el único sonido de mi vida que se mantuvo constante.

Me gusta la permanencia de las cosas en un pueblo.

***

Otro odioso día en la escuela. Traduzco rápido un poema de Norse entre clases. Queda pendiente resolver cuestiones sobre las que volveré nunca.

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NO LES RECOMIENDO EL AMOR

 

sentí la cabeza atravesada

por una corona de espinas pero bromeé y anduve en subte
y me escabullí en baños de escuela para masturbarme
y escribí en secreto

sobre el infierno adolescente

porque yo era «distinto»
el primero y último de mi especie
sensaciones asfixiantes agudas
en piscinas y vestuarios
adicto a los labios y a los genitales
loco por los culos

que Whitman y Lorca

y Catulo y Marlowe

y Miguel Ángel

y Sócrates admiraban

y escribí: Amigos,
si desean seguir con vida
no les recomiendo
el Amor

***

Nos conocimos un día de tormenta. Nos despedimos justo un segundo antes de que cayera muy cerca nuestro un rayo que nos hizo apretarnos a todos contra la persiana baja del bar que cerraba.

Algo de la electricidad de ese día debe haber que dado en nuestro campo magnético, porque la primera vez que te besé te di corriente. Y la segunda también.

***

Esta tarde, caminata por el barrio, té con mi abuela en Caballito y paseo por el mercado. Compré garbanzos y ensalada de frutas. Quedé debiendo doce pesos.

Cuando salí caminé pensando que a lo mejor algún día iba a querer recordar esta tarde como una de las mejores de toda mi vida y me concentré fuerte en grabarla en algún azulejo de la mente para cuando la necesitara.

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¿Quién escribe este diario? ¿Son míos estos recuerdos? Y más aún, ¿son verdaderos?

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La psiquiatra me recuerda de «aquellos años».

Después de pasar por la farmacia para comprar un antidepresivo leve con un nombre gracioso y demasiado literal, voy a tomar mate a lo de mi abuela que hoy cumple noventa.

Le pinto las uñas en la mesa del comedor mientras la guerra fría entre mi madre y mi tía se despliega sin sutilezas de ningún tipo.

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Dice Piglia en el prólogo a El último lector: «A veces los lectores viven en un mundo paralelo y a veces imaginan que ese mundo entra en la realidad».
Para Piglia el narrador/lector devenido en traductor (ver esta transición del narrador) del Tlön de Borges es «el lector perfecto, un copista que escribe lo que lee en otra lengua, que copia, fiel, un texto, y en la minuciosidad de esa lectura olvida lo real». Uno escribe su vida cuando cree escribir sus lecturas.

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Mi amigo traductor me dijo que los números que se vuelven recurrentes es porque son o han sido importantes en algún momento de nuestras vidas. Subo a la terraza y entiendo que mi obsesión por el número 22 proviene del modelo de la Remington familiar que ya no anda y dejé arriba en el cuartito de la terraza, como quien arma un altar con sus objetos fundamentales.

***

los cuerpos intentan contactarse unos con otros

con gestos de impotencia

los amantes se vuelven locos en camas caníbales

se muerden la carne

Se me hace evidente que los poetas necesitan constante contacto físico: darse abrazos cortos con los saludos, acariciarse las manos y los pelos durante las lecturas de poesía, besarse si la noche lo habilita.

Es una forma de enmascarar la grosera individualidad de los egos, pero también un gesto universal de desesperación.

***

El insomnio lo paso abrazada a una prensa que olvidaste en casa. Es casi tan suave como la piel de tus cachetes. Tiene, también, una cinta muy larga que, si me descuido, puede envolverme el cuello por la noche y matarme.

Una vez me confesaste que el rubor en tus mejillas no era encanto sino una condición. Por la noche tu rostro desborda de aureolas violáceas y miradas lascivas, y aun así priman la belleza pálida y ese espacio inabarcable entre tus dientes que con los años erosionó una cadena montañosa en la parte interna de tu labio superior.

***

¿Quién escribe este diario? ¿Son míos estos recuerdos?

Dice Harold Norse en sus Memorias de un ángel bastardo: La memoria es una misión de rescate para recuperar, como mejor podamos, lo irrecuperable.

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Autora: Daniela Demarziani. Título: Soy Harold. Editorial: Ediciones Overol. Venta: Todostuslibros.com

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