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Thiong’o: «El monolingüismo es el dióxido de carbono de la cultura»

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Thiong’o: «El monolingüismo es el dióxido de carbono de la cultura»

El escritor keniano Ngugi Wa Thiong’o, que ha presentado en Barcelona la fábula La revolución vertical, considera que el monolingüismo «es el dióxido de carbono de la cultura, mientras que el multilingüismo es el oxígeno de las culturas».

Candidato desde hace años a obtener el Premio Nobel de Literatura, defiende desde siempre la igualdad de todas las lenguas del mundo y hoy ha vuelto a reivindicar que «cada persona tiene derecho a hablar su propia lengua y, aunque solo la hablen cinco personas, tiene todo el derecho de existir y de ser».

A su juicio, «cada lengua es un tesoro de belleza, historia, conocimiento y posibilidades y, en este sentido, no hay lenguas grandes o lenguas pequeñas».

Thiong’o, que reside en Estados Unidos desde que se exilió de Kenia, aunque escribe en gikuyu, ha argumentado que las lenguas son «como instrumentos musicales, con su propia sonoridad, única y conjunta».

«Cada lengua tiene su musicalidad única y no se puede decir que la musicalidad de una sea superior o inferior a la musicalidad de otra y, conjuntamente, pueden constituir una orquesta», ha subrayado.

A la vez, ha denunciado que si a una persona no se le deja aprender y conocer su propia lengua materna por cuestiones políticas, «eso es esclavismo».

Para Thiong’o, «cuando dices ‘mi lengua es más lengua que las otras’, es como cuando una religión dice que su dios es más dios que los otros dioses, algo, por cierto, muy poco piadoso, muy poco reverente. Cuando las lenguas se relacionan entre sí, no como una jerarquía sino en red, se dan oxígeno unas a otras», ha insistido.

Ha valorado muy positivamente el hecho de que en España «La revolución vertical» aparezca ahora publicada en castellano, asturiano y catalán por Rayo Verde/Raig Verd, en euskera por Txalaparta, en gallego por Galaxia y en aranés por Pagès.

Esta historia, que se ha traducido a un total de 83 lenguas, ha continuado, la escribió hace unos años para su hija y en ella narra la formación del cuerpo humano como una discusión entre sus partes, con brazos y piernas reclamando que son más importantes que el resto de órganos, mientras los animales de la tierra contemplan azorados la discusión.

En las ediciones españolas, la obra va acompañada de las ilustraciones de Agustín Comotto y se incluye una canción compuesta por Clara Peya, con letra adaptada por Alícia Serrat.

Preguntado sobre cómo ve el racismo en las sociedades occidentales, el escritor ha apuntado que fue la mano de obra africana esclava «la que dio nacimiento a las grandes metrópolis europeas» y ha recordado que el continente africano es el más grande del mundo, «pero sus recursos han sido robados en un noventa por ciento por europeos».

Entiende que África «es la donante eterna de Occidente, pero nos explican que es Europa la que da a África, girando completamente lo que ha ocurrido».

En cuanto a la situación catalana, ha confesado que se formula «muchas preguntas para intentar entender lo que sucede, porque estoy confundido, se lo pregunto a mi editora Laura Huerga, pero no lo acabo de entender».

A la vez, ha precisado que quiere «ver un mundo en el que no haya prisioneros de ninguna clase, tampoco políticos. Mi imaginación me lleva a un mundo sin prisiones, especialmente sin prisioneros políticos, porque nadie debería ser encarcelado por la visión que tenga sobre cómo debe ser una determinada sociedad».

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