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Tiempos nuevos, tiempos salvajes

Tiempos nuevos, tiempos salvajes

La quinta novela de Javier Valenzuela está ambientada en la fina frontera que separaba el Madrid de la Movida con el Madrid de los quinquis. Una periodista especializada en cultura musical recibe el encargo de cubrir puntualmente la sección de Sucesos, situación que le llevará a adentrarse en los barrios donde las drogas, la brutalidad policial y la corrupción de los poderosos lo inundan todo.

En este making of, Javier Valenzuela reconstruye el chispazo que le llevó a escribir Demasiado tarde para comprender (Huso).

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Creo que Madrid no ha vuelto a tener una banda sonora propia como la que tuvo a finales de los años 70 y comienzos de los 80 del pasado siglo, el periodo de explosión de la libertad y la creatividad juveniles que hemos dado en llamar la Movida. Esa maravillosa banda sonora fue mi principal compañera el pasado invierno, durante la redacción de mi quinta novela: canciones de Gabinete Caligari, Alaska y Dinarama, Radio Futura, Los Chichos, Joaquín Sabina… El título de la novela lo deja claro: Demasiado tarde para comprender, una contundente frase de «La chica de ayer», un tema de Nacha Pop que aún humedece mis ojos.

¿Nostálgico? Sí, ¿por qué no? Nostálgico de mi juventud y de la vitalista juventud democrática de una gran ciudad y un gran país. Y es que llegué a Madrid a comienzos de los 80 para trabajar como cronista de sucesos en El País, y de inmediato me puse a cubrir atracos a punta de escopeta de cañones recortados, muertes de yonquis por sobredosis en los lavabos, motines en la cárcel de Carabanchel y denuncias de tropelías policiales en la Puerta del Sol. Pero yo aún no tenía 30 años, así que por las noches me iba al Penta, la Vía Láctea o el Rock-Ola para escuchar música, bailar como si no hubiera un mañana y, claro, intentar ligar.

"Supongo que escribo novelas que me hubiera gustado leer, novelas sobre determinados tiempos y lugares escritas por autores más dotados que yo"

Aquel Madrid tenía como alcalde ese gran personaje literario apellidado Tierno Galván y era una ciudad luminosamente oscura, ideal para que alguien sitúe allí una novela negra. Burbujeaban los grupos pop, los aspirantes a cineastas como Almodóvar, los creadores gráficos como Ouka Leele, Ceesepe y Alberto García-Alix, pero también los quinquis de los suburbios que atracaban bancos, joyerías y gasolineras al ritmo de Los Chichos y Los Chunguitos. Se bebía Four Roses, se fumaban canutos y la heroína se extendía como una pandemia sin vacuna conocida. En cuanto a su Policía, era la del franquismo, acostumbrada a resolver los casos en los calabozos. A hostias, por supuesto. Así fue como se cargaron en Sol a El Nani.

Supongo que escribo novelas que me hubiera gustado leer, novelas sobre determinados tiempos y lugares escritas por autores más dotados que yo. Pero pasaban los años, los lustros y las décadas y aún no había podido hincarle el diente a una novela negra ambientada en el Madrid de los 80. Así que, terminada mi trilogía ‘Tánger Noir’, decidí continuar con la serie ‘Madrid Noir’ que había iniciado con Pólvora, tabaco y cuero, situada en la Guerra Civil, y añadirle una segunda entrega que se desarrollara en tiempos de la Movida.

"La libérrima Olga pronto tomó vida propia y empezó a moverse a su bola por la oscuridad del Madrid ochentero, lidiando con policías malos y menos malos, abogados corruptos y honestos, quinquis desdichados y homicidas potenciales"

Tuve claro que la protagonizaría una periodista. Aquella época fue también la edad de oro del periodismo español, cuando las empresas no querían ver a sus redactores pisando moqueta, sino buscando historias en la calle. Y aquella fue también la época de la incorporación masiva de las mujeres al reporterismo, aunque todavía no a los puestos directivos. Confieso que lo pasé muy bien creando el personaje de Olga Sanz, joven redactora de Diario 16, pelirroja y ácrata como su abuelo Liberto Sanz —uno de los secundarios de Pólvora, tabaco y cuero—, parecida físicamente a Lauren Bacall y enamorada de la moda juvenil.

Fui el primer periodista en ocuparse del caso El Nani —el primer desaparecido de la recién nacida democracia española— y arranqué mi novela atribuyéndole a Olga Sanz la investigación periodística de un atropello policial muy semejante. Pero la libérrima Olga pronto tomó vida propia y empezó a moverse a su bola por la oscuridad del Madrid ochentero, lidiando con policías malos y menos malos, abogados corruptos y honestos, quinquis desdichados y homicidas potenciales, periodistas valientes o medio pensionistas. Con dos ovarios y al ritmo de la efervescente música de la Movida.

Querida Olga, tienes razón: eran tiempos nuevos, tiempos salvajes.

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Autor: Javier Valenzuela. Título: Demasiado tarde para comprender. Editorial: Huso. Venta: Todostuslibros, Amazon, Fnac y Casa del Libro

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