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Tierras Perdidas, o la carta de amor a Milla Jovovich

Tierras Perdidas, o la carta de amor a Milla Jovovich

Tenía que ser Paul W. S. Anderson quien, tras el aura de prestige de series de televisión como Juego de tronos y La Casa del Dragón devolviera al escritor George R. R. Martin ese aura de pulp desorejado de muchos de sus relatos. No por casualidad el propio creador ha calificado esta Tierras Perdidas, adaptación de la historia corta In the Lost Lands, como el primer largometraje que logra captar su propia voz en pantalla.

Quizá sea uno de los reclamos habituales de Martin para vender la moto, pero lo cierto es que si uno sabe ya qué emisora sintoniza el cine de Anderson, cineasta extrañamente fiel a sus principios desde tiempos de la noventera Mortal Kombat, esta Tierras Perdidas puede erigirse como ese tipo de serie B todavía visible en cines cuyo descaro argumental, hiperreferencialidad lindando con el rip-off y heterogeneidad a la hora de mezclar literatura, cómic, videojuego y cine, va de alguna manera en consonancia con cierto sentido de la moderación exigido por su limitado (pero decentemente aprovechado) nivel presupuestario.

"Con casi 50 años, la Jovovich puede presumir de la misma belleza juvenil y casi similar elasticidad a los tiempos de El quinto elemento"

Pero quizá en lo que más destaca Tierras Perdidas es por su naturaleza, una vez más, de carta de amor de Anderson no tanto al cine de género como a su mujer, la ucraniana Milla Jovovich, que ha protagonizado la practica totalidad de sus largometrajes desde la ya lejana Resident Evil (2002). Con casi 50 años, la Jovovich puede presumir de la misma belleza juvenil y casi similar elasticidad a los tiempos de El quinto elemento, y su hechicera Gray Alis, que inicia un viaje fantástico junto al mercenario Boyce (Dave Bautista) en pos de un misterioso poder que permite a un hombre convertirse en lobo, no deja de representar otra oportunidad para fantasear con, y junto, a ella.

Tierras Perdidas funciona como un sucedáneo de las últimas entregas de Mad Max con la estética de tebeo digitalizado de las adaptaciones de Sin City. Anderson mete en la batidora motivos visuales del western en la caracterización de Bautista, que parecen extraídos directamente de la saga de fantasía de Stephen King La Torre Oscura. Hay que sumar también una subtrama de conspiración palaciega (herencia, suponemos, de Juego de tronos) que ocupa muchos minutos, manifiesta las limitaciones de Anderson y en ocasiones el desarrollo de la trama aventurera que verdaderamente interesa.

"No se puede calificar Tierras Perdidas como una buena película, simplemente porque no lo es en absoluto. Pero sí se puede alabar su honestidad"

No se puede calificar Tierras Perdidas como una buena película, simplemente porque no lo es en absoluto. Pero sí se puede alabar su honestidad, su descaro y voluntad de rizar el rizo no con sus escenas de acción (el diseño de producción, no obstante, se revela como más que suficiente gracias a la experimentada planificación de Anderson) sino más bien mediante algún giro de guion tan carente de vergüenza como, en verdad, romántico en todas sus acepciones. Si uno sabe manejar su sentido de lo hortera, la copia descarada de producciones recientes e incluso su infantilismo, podrá disfrutar de su aseada puesta en escena, aprovechamiento de medios y voluntad de crear ese otro cine comercial del que no interesa hablar porque no se traduce en ningún rédito sesudo e intelectual.

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