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Tocando las pelotas y, de paso, los ovarios

Tocando las pelotas y, de paso, los ovarios

Mi amigo Melchiorre hace el mejor café de la ciudad. Su difunto padre, que Dios lo tenga en su Gloria, pontificaba que confeccionaba unos macchiati y unos cappuccini tan sublimes a causa de la mala leche que atesora en su menudo cuerpo. Melchiorre es un toccacabbasisi, dicho en su nativo siciliano, un rompicoglioni, que dirían los descendientes de Dante de baja ralea. No tolera la impertinencia ni la nula educación en quien acude a su Baretto. Sus 40 años a pie de barra le han granjeado el derecho a ser tratado como un ser humano, no como un despojo, tal y como algunos se manejan con quienes los atienden tras un mostrador. Cuando alguien saca su descortesía, mi amigo lo pone en su sitio, que muchas veces es la calle. De ahí lo de rompicoglioni.

Lo frecuento desde hace casi 30 años. Harpía lo llamo. A ver si aprendes de mí, me dice. Hay gente a la que sólo pones en su sitio cuando le espetas cuatro palabrotas bien dirigidas.

"De formación grecolatina, como don Miguel, quiero ver en él el manantial del que manó esta áspera sensación que nos ahoga a quienes escuece en llaga viva el solar que habitamos"

En algún lugar he leído que fue don Miguel de Unamuno el autor de una frase que hice mía: “Me ahogo, me ahogo, me ahogo en este albañal y me duele España en el cogollo del corazón”. Cuentan que la escribió en una carta dirigida a un profesor español residente en Argentina cuando fue destituido como Vicerrector de la Universidad de Salamanca por sus críticas al régimen de Primo de Rivera. Algunos le buscan otros padres a la expresión. Ciertos politicastros de cien al cuarto han osado apropiársela y la han usado en sus insulsos discursos, condenados al olvido tanto como la inane figura de quien la usurpó.

De formación grecolatina, como don Miguel, quiero ver en él el manantial del que manó esta áspera sensación que nos ahoga a quienes escuece en llaga viva el solar que habitamos. Aunque lo primero que habría que definir sería qué es España, lo cual excede a las dotes de este aprendiz de latinista, Quijote al dejarse arrastrar por quimeras en su busca de desfacer entuertos, pero Sancho por crianza, oronda figura y gusto por refranes y sentencias.

No sé qué es lo que es hoy España. Desde luego, no lo que nos venden desde el albañal en el que hemos dejado que conviertan la vida político-social. Cuando recorro sus veredas, cuando yanto en sus ventas y mesones, cuando frecuento su paisanaje y lo escucho desenvolverse en el idioma que los dioses hayan tenido a bien otorgarle (sea euskera, gallego, catalán, valenciano, bable o cualquier otro dialecto o lengua que, a modo de tesela, configuran el fascinante mosaico lingüístico que nos caracteriza), una especie de fascinación me embriaga. Se apodera de mis sentidos. Me enamora, sin más. Sobre todo si en ese viaje sigo las huellas que alguna figura de nuestras letras o Historia han dejado. Por eso, sin rubor, digo que amo España, pero también que me duele. Me aflige hasta el tuétano.

"Uno de Albacete o del Bierzo, aunque quisiera, no habrá podido estudiar catalán o valenciano en su carrera habitual. Supongo que sucederá lo mismo en Euskadi y en Galicia"

Dentro de un mes miles de nuestros compatriotas se enfrentarán a una de las pruebas más onerosas que la vida pondrá ante ellos: se examinarán en las oposiciones que dan acceso a la condición de profesor de enseñanza secundaria en el sistema público. Como mínimo tendrán que medirse con 15 o 20 conciudadanos más para hacerse con la nota que les permita, al menos, trabajar de interinos, si no consiguen la ansiada plaza. A ello habrán dedicado horas y horas, día tras día, mes tras mes, año tras año. En un sacrificio mudo e ingrato, del cual sólo su flexo y allegados son conscientes. Quien lo probó lo sabe, que diría Lope de Vega, pero refiriéndose al amor.

Un nacido, por un decir, en la Horta de Sant Joan, hermosa población de la Terra Alta tarraconense, a tiro de piedra de Aragón, o en Benisanó, municipio valenciano, habrá podido presentarse a la convocatoria de la Generalitat de Cataluña en abril. Si no ha conseguido su objetivo entonces, aún le quedará mayo para volverse a probar en la convocatoria auspiciada por la Generalitat Valenciana. Si, cosa harto más habitual de lo que parece, los hados no le han sido propicios, todavía podrá presentarse en las convocatorias que al efecto realicen en junio las Consejerías de Educación de Aragón, Murcia, Andalucía, Madrid, Castilla y León, Extremadura o Castilla-La Mancha, entre otras. O sea, catalanes y valencianos habrán tenido tres oportunidades.

En cambio, que yo sepa, un nacido en Beceite, bella localidad turolense a 25 kilómetros de Horta de Sant Joan, o uno de Tragacete, población conquense de la Serranía Alta, no habrán podido presentarse a las oposiciones en Cataluña y Valencia: a los opositores en ellas se les exige el C1 o superior en el idioma de esa comunidad, certificación que adquieren quienes hayan cursado allí sus estudios. Uno de Albacete o del Bierzo, aunque quisiera, no habrá podido estudiar catalán o valenciano en su carrera habitual. Supongo que sucederá lo mismo en Euskadi y en Galicia: los residentes en estas comunidades con el nivel lingüístico exigido podrán presentarse a sus convocatorias y a otra del resto de España, cosa que no podrá hacer un vallisoletano en las oposiciones de regiones con lengua propia.

"No soy experto en Derecho, pero esta ignominia me parece que encaja muy pero que muy mal en la Constitución, ya que da la impresión de distinguir entre españoles"

Antaño esta excoriante injusticia venía siendo remediada por las administraciones competentes convocando el mismo día las oposiciones en todo el territorio nacional. Pero, a la vista está, se están pasando por el forro de sus entretelas esta costumbre.

Que uno de Cataluña o Valencia tenga tres oportunidades y sólo compita con los que tienen acreditado el C1 en su lengua, mientras que un murciano o leonés haya de medirse con cualquier español, sin serle exigido C1 ni pijos en vinagre, y únicamente tenga una oportunidad para jugarse su futuro clama al cielo, al infierno y a la Virgen del Pompilio. Es para correr a gorrazos a los infames que lo han consentido en esta tierra cainita y navajera.

No soy experto en Derecho, pero esta ignominia me parece que encaja muy pero que muy mal en la Constitución, ya que da la impresión de distinguir entre españoles, agraviando a los nacidos en unas comunidades con respecto a los oriundos de otras.

Y aunque de nada sirva, aunque nada vaya a cambiar, pues esto se ha consentido sin que ningún sindicato ni partido político de diestra, siniestra o cabestra haya puesto pie en pared, con la complicidad dolosa de sus votantes, me convierto en tocapelotas, en rompeovarios. Al menos doy voz a quienes han de sufrir en carnes propias esta canallada a fuer de que me tachen de tabernario.

Que en su penosa travesía hallen vientos propicios pese a la incomprensión y atropello de esta España que tanto, tanto duele en el cogollo del alma.

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Julia
Julia
1 mes hace

Sr Arístides Mínguez:
Estoy de acuerdo con usted y cuando comenzó este lío de las lenguas cooficiales ya manifesté mi disconformidad con la obligación de aprender algo que sólo sirve para convertirnos en otra torre de Babel.

Puedo falar y leer a los escritores gallegos y tratar de farfullar algunas palabras para comunicarme en Portugal y Brasil, sin embargo de qué me sirve en nuestro país si hablando en español me entienden en cualquier región de España incluida Galicia.

Las otras lenguas españolas deberían ser estudiadas por aquellos que gustan de conocer cualquier idioma, pero que los estudios en Galicia sean en gallego coloca a los alumnos en desventaja ante dominio del castellano para presentarse a cualquier oposición del Estado.

En tiempos de Franco hablar gallego era de paletos y a pesar de ello se hablaba; hoy, ante el descenso de los gallego parlantes, han tenido que hacer publicidad para incentivar el aprendizaje.

Me considero gallega/española y me gusta mi tierra con sus pros y contras, pero tal como está el panorama no sé si acabaremos convertidos en reinos de Taifas.