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Tras los muros de un convento

Tras los muros de un convento

Florencia Luce sintió “la llamada” siendo joven, se hizo monja contemplativa y, pasado algún tiempo, colgó los hábitos para abrazar otro tipo de llamada, ahora la de la literatura. Su novela El canto de las horas bebe en cierta medida de su propia experiencia en un convento, puesto que narra la historia de un grupo de monjas, y en especial de una llamada Marie, que se rige según los dictados de una abadesa demasiado humana.

En este making of Florencia Luce explica el origen de El canto de las horas (Libros del Zorzal).

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Me gusta la posibilidad de reflexionar sobre el proceso de escritura de El canto de las horas en este making of. La novela fue publicada en la Argentina hace más de un año. Me han entrevistado con gran curiosidad sobre el tema tratado, y sin embargo fueron pocas las oportunidades de hablar del camino creativo.

Un convento de clausura genera curiosidad. La vida de las monjas contemplativas produce fascinación; los ritos, los votos sagrados y los conflictos internos son algunos temas de esta historia. ¿Cómo llegué a contarla?

Tiempo atrás, leyendo Alexis, de Marguerite Yourcenar, tomé nota de esta frase: “Si es difícil vivir, más arduo aún es explicar la propia vida”.

Qué buen epígrafe para el escrito que estaba comenzando y que no tenía intención de publicar.

No puedo explicar mi vida, esos años de mi vida, pensé. Es imposible; ni yo la entiendo.

Pero sí era evidente que tenía una historia para contar. Un mundo poco conocido, misterioso y rara vez comprendido.

"Al retomar mi historia se volvió inevitable la ficcionalización. La primera persona me volvía vulnerable. Me asociaba demasiado con la experiencia vivida"

Estaba entonces compilando algunos recuerdos. Algunas reflexiones sobre esos doce años vividos en un monasterio de clausura, que estaba repensando y analizando. Buscaba entender. Esos escritos me conectaban y en alguna medida me reconciliaban con aquel pasado.

Los recuerdos se fueron plasmando en escenas. Pero las notas sueltas no fueron suficientes.

Debía escribir una historia coherente, pero quería escribirla bien, con un lenguaje bien pulido.

Ese deseo me llevó a un gran maestro argentino, Hugo Correa Luna, quien me fue guiando y mostrando cómo descubrir y llegar a mi propio estilo; como buen mentor, él buscaba que yo misma encontrara mi voz escrita.

Fue entonces que experimenté con otros temas. Escribí cuentos, escribí mi primer libro, una crónica de familia.

"Las diferencias surgen nada menos que en el interior de cada mujer u hombre que las vive. En sus sueños y sus crisis, en las dudas y las fragilidades"

Al retomar mi historia, se volvió inevitable la ficcionalización. La primera persona me volvía vulnerable. Me asociaba demasiado con la experiencia vivida. Una experiencia que era universal, prototípica, no era mía. Una historia que iba más allá de mi persona. Una historia de experiencias y sensaciones que se repetían en otras personas.

La vida monástica se define desde la rutina. Cada día es igual al otro, cada año repite el anterior. Es una vida que gira en torno a la liturgia, un ciclo que abre y cierra una y otra vez.

Las diferencias surgen nada menos que en el interior de cada mujer u hombre que la vive. En sus sueños y sus crisis, en las dudas y las fragilidades.

¿Qué es ficción, qué es realidad? Una pregunta que se me hace con frecuencia. La respondo parafraseando a Lucía Berlín: yo exagero y mezclo realidad y ficción, pero jamás miento.

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Autora: Florencia Luce. Título: El canto de las horas. Editorial: Libros del Zorzal. Venta: Todos tus libros, Amazon, Fnac y Casa del Libro.

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