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Última parada, de Miguel Aguerralde

Última parada, de Miguel Aguerralde

Miguel Aguerralde regresa al thriller, de la mano de la editorial Cazador, para traer de vuelta al detective Matt el Rojo en esta edición especial que reúne las novelas Última parada: la casa de muñecas y su precuela No podrás salir junto a dos relatos inéditos protagonizados por este personaje.

Damián es un conductor de autobuses huraño y taciturno, encerrado en sí mismo desde la muerte de su esposa. Quiere hacerle a su hija el mejor regalo de cumpleaños posible, y lo que más le gusta a Linda son las muñecas que él le fabrica. Esta vez piensa hacerle muñecas más reales que nunca…

El número de personas desaparecidas en la ciudad se multiplica y Matt el Rojo, un policía tan perdido y roto en pedazos como aquellos a los que busca, es el encargado de averiguar por qué. Las Palmas de Gran Canaria es el tablero sobre el que se juega esta partida macabra a contrarreloj. 

***

Capítulo 0

La luz se encendió de pronto y la súbita claridad le hizo daño. Llevaba tanto tiempo a oscuras que se había olvidado de que tenía los ojos abiertos. Estaba tirada en el suelo, desnuda. Las lascas de cemento y un frío helado se clavaban en su cuerpo. Probablemente tendría una pierna rota.

Una mano agarró su brazo y tiró de ella con violencia. No podía ver nada más que fluorescentes sucediéndose uno detrás de otro y paredes grises. Alguien la arrastraba por un pasillo interminable, desgarrándole la piel de la espalda. Sus gritos no sirvieron de nada. Otros gritaban más fuerte.

Tres escalones le trajeron la oscuridad de nuevo. También hicieron crujir su cadera. Las punzadas de dolor se multiplicaban. La sentaron en una silla y escuchó el chirrido de las patas metálicas de un taburete arañando el suelo. Se encendió entonces una bombilla frente a ella. El viejo la estaba mirando. Sonreía.

El tipo acercó sus manos al cuerpo de la chica y la palpó de arriba abajo. Respiraba con dificultad emitiendo un gruñido molesto, asmático. De vez en cuando hacía un chasquido nervioso con la lengua, como si quisiera despegarse un caramelo de los dientes.

Aquella piel, tan lisa y morena, le gustaba, pero tenía demasiados arañazos. Los miembros eran largos, escuálidos: no le servirían. Le llamaba la atención el pelo, quizá lo utilizaría más tarde. Se permitió un segundo para pensar con qué cuchillo arrancárselo sin producir demasiados desperfectos en el rostro.

No obstante, lo que codiciaba de ella eran sus ojos. Esos sí los quería. El viejo acercó un punzón al globo ocular.

Capítulo 1

El hombre intentó levantarse, pero, una vez más, cayó sobre el asfalto.

Aunque aún no la recordara, la paliza había sido brutal. El lado derecho de su cuerpo estaba completamente entumecido, era posible que tuviera la pierna y el brazo fracturados. No sabía cuántas horas llevaba tirado en aquella cuneta; sin embargo, presentía que, si no lograba levantarse, iba a ocurrir algo horrible. Decidido a continuar, se giró sobre sí mismo y gateó hasta el quitamiedos.

Aferrándose a la valla metálica consiguió al fin erguirse.

Se encontraba en lo alto de una loma. Abajo, el océano rugía al reventar contra las rocas del acantilado. El hombre apoyó los dos pies en el barro y se esforzó en seguir ascendiendo por la carretera. Mientras lo hacía, le asaltaban imágenes desenfocadas, ruidos y una marea confusa de voces.

«El viejo, busca al viejo».

Tuvo que detenerse para recuperar el aliento. Apretó los párpados y maldijo en los dos idiomas que conocía. Debía recordar, tenía que hacerlo. Finalmente, sus rodillas cedieron y se desplomó de nuevo.

«Matt».

El grito de una mujer acudió a su mente. Reunió fuerzas y, con dificultad, se ladeó para apoyar en la tierra el brazo sano. Un camino sin asfaltar se abría ante sus ojos, un sendero embarrado que desaparecía tras un recodo. Se arrastró hasta ponerse de pie junto a la pared de roca que bordeaba el precipicio, con la mirada fija en la penumbra donde se perdía de vista el camino, como si desde allí le llegaran palabras y recuerdos que su mente no era todavía capaz de ordenar. La mujer, los disparos, el viejo…

«Corre, Matt, corre».

Un extraño sonido interfería entre todas aquellas voces repitiéndose constantemente como el estribillo de una canción infantil. Un chasquido húmedo, pegajoso.

Entonces, su mente lo reprodujo al fin con todo el horror que contenía. Sus músculos se tensaron.

«¡Yetch!».

Las piernas volvieron a flojearle y, extenuado, se arrodilló de nuevo en la cuneta. El dolor era insoportable, pero ahora ya sabía qué lo había llevado allí, sabía quién era y, lo más importante, sabía que apenas le quedaba tiempo.

Un rugido metálico quebró el silencio. En la carretera, varios metros más arriba, la reja de seguridad de un local acababa de ser abierta.

El policía se levantó y se dirigió hacia ella.

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Autor: Miguel Aguerralde. Título: Última paradaEditorial: Cazador. Venta: Todos tus libros, Amazon y Casa del Libro.

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