Este libro contiene toda clase de descubrimientos, peripecias y anécdotas en torno al mundo de los descubrimientos arqueológicos. Por ejemplo, parece que fue una niña de ocho años quien vio por primera vez los bisontes pintados en las cuevas de Altamira. Todo esto, y mucho más, en este libro ilustrado por Quino Marín.
En este making of Vicente G. Olaya desvela el origen de Pequeña historia de los grandes descubrimientos (Espasa).
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Todo fue culpa del relevo en la dirección del periódico. Cuando un director da paso a otro, las personas más próximas a él también suelen ser sustituidas, como en cualquier gran empresa. Y eso fue lo que ocurrió a mediados de 2018 en el diario donde trabajo. Pasé de ser máximo responsable de la información local de Madrid a redactor de la sección de Cultura. Treinta años dedicándome al periodismo político y, de repente, termino en una redacción de paredes recubiertas de estanterías repletas de libros y cientos de volúmenes sobre las mesas de trabajo. ¿Dónde había caído? Yo no sabía nada de literatura, danza, teatro, cómics o arte. De esas cosas que mis nuevos compañeros escribían con soltura y precisión. Era, literalmente, un elefante en una cacharrería.
Al día siguiente, se lo propuse al entonces responsable de la sección. Me miró un poco extrañado. El periódico apenas publicaba nada de eso. Los lectores no lo reclamaban. “Déjame intentarlo. No perdemos nada”. Y me puse a ello. Solo tenía que traducir al lenguaje de la calle esos pesados informes arqueológicos a los que pronto accedí. El éxito fue total: entre uno y dos millones de lectores al mes. “Oye, eres lo más leído del periódico semana tras semana. No me lo puedo creer”, me dijo orgulloso el redactor-jefe.
En 2020 recibí una llamada. “Tenemos una proposición que no podrás rechazar”, me explicaron. Así nació mi primer libro, La costurera que encontró un tesoro cuando fue a hacer pis (Espasa, 2021). Luego llegaron las charlas en importantes museos arqueológicos, entrevistas en medios de comunicación, invitaciones…
Y pasaron tres años. Ring, ring. “Tenemos otra proposición que tampoco podrás rechazar”, me soltó a bocajarro mi editora, Pilar García-Cortés. “Es que tenemos una colección para niños y jóvenes…”. Así nació Pequeña historia de los grandes descubrimientos arqueológicos (Espasa, 2025). La dificultad estribaba en que en La costurera solo traté yacimientos españoles que podía visitar y documentar fácilmente en caso de duda. ¿Pero cómo voy a escribir sobre Machu Picchu o Los guerreros de Xiam sin haber estado nunca allí? No voy a estar a la altura de los autores que me han precedido en la colección.
Solo había una solución: empaparme de esos lugares, leer y ver todo lo que estuviese a mi alcance, dejar volar la imaginación y, sobre todo, hacer lo que ya probó con éxito mundial el divulgador y periodista C. W. Ceram en Dioses, tumbas y sabios en 1949: hacer periodismo.
Así que, si no podía viajar a la isla de Pascua a ver los moáis, sí podría reconstruir el primer encuentro entre el cartógrafo Felipe González de Ahedo con los rapanuis en el siglo XVIII. ¿Cómo se entenderían? ¿Contaría la verdad Moses Wilhelm Saphira cuando anunció en 1883 que tenía el manuscrito hebreo más antiguo del mundo? ¿Por qué nadie le creyó? ¿Por qué se suicidó? ¿Por qué Pizarro no volvió a Panamá y decidió seguir viaje hacia el peligroso imperio inca? Fue más de un año de comprobación de todos los datos que aparecen en el libro, vueltos a comprobar, una y otra vez, por los editores de Espasa.
Y entonces apareció, como por arte de magia, el otro autor de la Pequeña historia, el ilustrador Quino Marín. Ring, ring… “Tenemos una proposición que…”. “Ya, ya…”. “Hemos pensado que Quino es el dibujante perfecto para el libro”.
Comienzo a mandarle los primeros capítulos y me los devuelve con unas ilustraciones increíbles, impresionantes, deslumbrantes, asombrosas. Su lápiz mágico había convertido mis textos en un libro de coleccionista. Recreaba al descubridor de la tumba de Tutankamón, Howard Carter, momentos antes de que le picase el mosquito que le provocaría la muerte, a Napoleón extrayendo sarcófagos en Egipto como si no hubiera un mañana, a la comitiva funeraria que llevaba el cuerpo putrefacto del emperador Qin Shi Huang con pinzas en la nariz para soportar el hedor y a Henry Layard saqueando Nínive… Y entonces me dije: “El libro está acabado”. Gracias, Quino; gracias, Pilar.
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Autor: Vicente G. Olaya. Título: Pequeña historia de los grandes descubrimientos arqueológicos. Editorial: Espasa. Venta: Todos tus libros.


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