Un tango en París

Horacio Ferrer y Tania. Fotos: Daniel Mordzinski

Una mañana de domingo Palmira Márquez citó a Daniel Remón y a Daniel Mordzinski en el parque del Retiro para una sesión de fotos. Remón es guionista, dramaturgo y director de cine, y en enero publicará su primera novela, Literatura, en Seix Barral.

A la entrada del Palacio de Cristal dos músicos interpretaban el adagio de Albinoni con un contrabajo y un violín. Dentro, la exposición de Petrit Halilaj mostraba unas enormes flores que contrastaban con la alfombra de hojas secas que sembraban el parque.

Tras las fotos, y ya de camino a la salida del Retiro, nos encontramos con multitud de figuras que simulaban estatuas, de magos y de músicos. Uno de los grupos empezó a interpretar una milonga, cuando llegamos a su altura, y Mordzinski, que, como Cortázar, hiciera el viaje Buenos Aires – París y lleva siempre el “recuerdito” en su corazón, preguntó:

¿Saben quién fue Tania?

Y ante el silencio de los tres, comenzó a contarnos una historia:

En realidad Tania era su nombre artístico. Se llamaba Ana Luciano Divis —ni idea, debimos de pensar todos—. Era española, de Toledo, y llegó al puerto de Buenos Aires con 24 años y se quedó.

—¿Fue importante? —preguntó alguien.

—Sí, por supuesto. Pocos saben que fue una de las grandes voces del tango argentino.

"Daniel Mordzinski sabe contar una historia. Utiliza su voz de barítono porteño y maneja con maestría las cadencias y las inflexiones"

La milonga seguía sonando mientras un grupo de niños pedía a sus padres subir a remar a las lanchas del lago. La milonga es más alegre que el tango, y entre el ritmo pegadizo de la música y las ganas de conocer más detalles de la historia que nos estaba contando Daniel, nos manteníamos expectantes. Y salió el nombre de Santos Discépolo.

—Tania fue la compañera de Enrique Santos Discépolo, el mítico autor de tangos como “Cambalache”, “Cafetín de Buenos Aires”…

Ferrer y Tania. Foto: Daniel Mordzinski.

Daniel Mordzinski sabe contar una historia. Utiliza su voz de barítono porteño y maneja con maestría las cadencias y las inflexiones para que los que le escuchan sientan que el “cuento” se cuela por las venas hasta hacerse imprescindible quedarse hasta el final.

—Fue en octubre y sucedió en París. Tania tenía 99 años y junto a Ferrer participaban en una gala dedicada a Argentina en el Teatro Nacional de la Colina, dirigido por Jorge Lavelli. Un día antes de la presentación nos encontramos Horacio Ferrer, Tania y yo, en la Place du Tertre de Montmartre, para celebrar los 99 años de Tania con un verre de Beaujolais Nouveau

— Ferrer…, ¿te refieres a Horacio Ferrer, el músico…? —preguntó Márquez.

— Sí, Horacio Ferrer, el mismo que hizo dupla con Piazzolla. Pero de eso les cuento otro día.

—¿Y?… ¿cómo terminó aquel encuentro con Ferrer y Tania?

—Han pasado 25 años pero lo recuerdo con nitidez: un acordeonista se acercó y propuso tocar un tema para nosotros. ¿Conoce “Cambalache?”, pregunté, y entre risas y brindis, Ferrer se puso a bailar con Tania.

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