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Una década de nomadismo y escritura

Una década de nomadismo y escritura

El escritor barcelonés Sergi Bellver no tiene casa, pero tampoco vive en la calle. Hace diez años, y tras verse sacudido por una crisis personal y profesional, decidió lanzarse a conocer mundo sin saber dónde pasaría las noches. Por suerte, nunca le ha faltado una cama, ya sea en pisos vacíos, en mansiones lujosas o en cabañas perdidas en medio del bosque.

En este making of, Sergi Bellver narra los motivos que le llevaron a vivir las andanzas que relata en Blanco móvil (Aguilar).

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El modo de vida que llevo desde hace algo más de diez años, sin domicilio fijo y siempre de refugio en refugio, no es un fin en sí mismo, sino sólo un medio. Tampoco empezó de forma deliberada, pero tras una pésima racha personal, profesional y material que fue de 2007 a 2012, descubrí que, a través de la renuncia y la austeridad, podía convertir aquella debacle en una oportunidad de hacer las cosas de otro modo. Durante ese lustro redescubrí mi vocación literaria ―más diferida que tardía, por así decirlo, porque me puse manos a la obra con treinta y muchos―, probé suerte en varios oficios relacionados con el sector del libro ―creo que sólo me quedan por catar oficialmente los de agente y distribuidor, aunque alguna vez haya ejercido como tal para terceros―, se me llevaron por delante la crisis económica global y la precariedad en todas esas tareas relacionadas con la cultura, tuve un desahucio, mi escritura no terminaba de cuajar y estuve a punto de tirar la toalla, no sólo con las letras. En la Nochebuena de 2012, sin embargo, una vez tocado fondo, me di cuenta de que sólo tenía dos opciones: quedarme allí y renunciar, o remontar, quemar las últimas naves y, sin medias tintas, apostarlo todo por la literatura. Blanco móvil es, entre otras cosas, la historia de ese envite.

"Lo que me importa como autor al editar es contar con buenos profesionales, algo que he tenido la suerte de encontrar en Aguilar, como lo hice en su día con todos mis editores anteriores"

La otra historia, la literal, más insólita o peculiar a primera vista, la de “un escritor que lleva diez años sin casa”, llamó la atención de la que hoy es mi editora en Aguilar, Mónica Adán, quien hace poco más de un año me propuso narrarla para su catálogo, así que Blanco móvil es también mi primer libro de encargo. Me gustan los retos y las primeras veces en este oficio y en otras lides porque me aburre repetirme y, desde que publiqué mi primera colección de relatos en 2013, a punto de cumplir los 42, cada libro ha sido otro “debut” a su manera: un primer cuaderno de viajes en 2017, un primer poemario ―con 47 tacos ya, tiene delito― en 2019 y mi primera novela, Del silencio, que me llevó seis años de trabajo pero que publiqué por fin en noviembre de 2021, pocos días después de celebrar mi medio siglo. Esos cuatro libros salieron en pequeñas editoriales independientes, con lo que, además de mi primer “ensayo”, Blanco móvil es mi primer título en un gigante editorial como Penguin, una experiencia de la que aprendo cada día, pues ser cabeza de ratón o cola de león tiene sus pros y sus contras a todos los niveles. De hecho, creo que en ocasiones deberíamos cuestionar el aura de romanticismo que rodea a la edición independiente, ya que al final todo el mundo depende de que los lectores pasen o no por caja, y lo que me importa como autor al editar es contar con buenos profesionales, algo que he tenido la suerte de encontrar en Aguilar, como lo hice en su día con todos mis editores anteriores.

"De modo que la versión de Blanco móvil que salió de imprenta está escrita en tres meses, con la ligereza y la soltura de una conversación en torno a un café"

Si entrecomillo la palabra “ensayo” es porque Blanco móvil no se lleva bien con las etiquetas ―ya lo he visto colocado en tres secciones diferentes en librerías: “narrativa de viajes”, “literatura española contemporánea” y “biografías”― y, además de ese género, tiene bastante de crónica, algo de cuaderno de viajes y varios trazos de autobiografía, pero sólo los justos y necesarios para darle sentido y contexto a este libro en primera persona y sin ficción, para el que, como escribo en su introducción, me impuse dos reglas: “ni contarlo todo ni inventarme nada”. Cuando disipé mis dudas y mis reparos iniciales a exponer una parte de mi vida privada, pues me llevo mucho mejor con la ficción ―mi terreno natural como escritor―, acepté el encargo de Aguilar y comencé una primera versión del texto a las afueras de Barcelona. Seis meses después, con la fecha de entrega contratada ya a la vista y el manuscrito casi terminado, me mudé a un pueblo en el Delta del Ebro, releí aquel texto con cierta distancia y, de repente, me pareció tan denso, egocéntrico y farragoso que me bastó media hora para decidir tirarlo a la basura y empezar otra vez de cero.

Pasé octubre y noviembre enfrascado en la nueva y arriesgada tarea, le pedí a la paciente Mónica una prórroga ―quien me editó, lo sabe―, me fui a Sicilia, porque ya había planeado de antemano casi todo mi viaje, y entre el caos de Palermo a primeros de diciembre, la belleza del paisaje siciliano invernal y los alucinantes amaneceres de Taormina en Navidad, corregí el original por toda la isla en un extraño y a ratos hermoso estado de ansiedad y de lucidez. De modo que la versión de Blanco móvil que salió de imprenta está escrita en tres meses, con la ligereza y la soltura de una conversación en torno a un café, una de esas charlas que van al fondo de las cosas sin detenerse en chismes ni bobadas, que toca hueso sin caer en la pornografía emocional, con una mirada crítica pero no quejica sobre la vocación literaria y el mundo editorial y, sobre todo, usando mi experiencia como pretexto para hablar de algo mucho más importante, transferible y universal: la lealtad a nuestra voz interior, la empatía con el prójimo y la búsqueda de una verdadera libertad personal y creativa. En otras palabras, al escribir esta crónica ensayística autobiográfica ―llamémosla así― he pensado por primera vez en el lector, y no tanto en “mi obra”, algo que muy probablemente no volveré a hacer. De hecho, estoy deseando regresar al camino y a la escritura desatada, como un náufrago a la tranquilidad de su isla desierta, porque mi vida nómada jamás fue el objetivo, sino sólo una circunstancia inesperada de la que, con el tiempo y cierta paz mental, hice un medio para volcarme de lleno en la literatura. De momento, y a la espera de otras manos en esta partida, la apuesta sigue valiendo la pena.

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Autor: Sergi Bellver. Título: Blanco móvil. Editorial: Aguilar. Venta: Todos tus libros, Amazon, Fnac y Casa del Libro.

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Bosquimano
Bosquimano
10 meses hace

Tu libro tendrá la exótica etiqueta de «libro singular», Muchos admiramos tu voluntad de oficio, pero mucho más tus historias y tu forma de narrar. He disfrutado mucho con «Del silencio». Este lo tengo en cola para el mes que viene.