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Una deconstrucción pedagógica

Una deconstrucción pedagógica

«Para realzar todavía más en mi fantasía la idea de la amiga tan anhelada, no quisiera apuntar en este diario los hechos sin más, como hace todo el mundo, sino que haré que el propio diario sea esa amiga, y esa amiga se llamará Kitty».

Este juego metafórico con el que Anne Frank personifica su diario transformándolo en la destinataria —y, por tanto, narrataria— de su relato es el punto de partida de la novela gráfica Dónde está Anne Frank, en la que el cineasta Ari Folman se alía con la ilustradora Lena Guberman para continuar la tarea ya iniciada con su adaptación a este mismo género de El diario de Anne Frank, ilustrada en aquel caso por David Polonsky.

En esta ocasión, sin embargo, no se nos plantea una recreación fiel del texto original, sino una nueva lectura que deconstruye y completa la narración original para ahondar en dos aspectos fundamentales: por un lado, el destino de la propia Anne —todo el horror que era imposible que quedara registrado en su diario y que, gracias a la labor de su padre, constituye un testimonio crudo y directo del holocausto—; por otro, la pervivencia de sus palabras en un contexto como el actual, en el que las vidas de tantas y tantos refugiados que huyen de países en conflicto así como de graves situaciones de miseria son un cruel recordatorio de nuestra incapacidad para dar respuesta desde los países más ricos a conflictos que atentan contra los Derechos Humanos más básicos.

"La importancia de su mensaje sumada al concepto gráfico de la obra convierte este título en una lectura claramente pedagógica que, sin duda, puede ser disfrutada por los lectores más jóvenes"

El objetivo del libro, atendiendo a su premisa, es loable pues, tal y como el propio Folman afirma en el epílogo, pretende servir de respuesta a un hecho de lo más preocupante: la negación del Holocausto. Asimismo, sus autores se proponen recordarnos (y así lo expresan) que «hay que salvar a toda costa a los niños que viven en zonas en guerra, independientemente de su identidad religiosa, nacional o étnica».

La importancia de su mensaje sumada al concepto gráfico de la obra —que gana en matices y en capacidad imaginativa cuanto más se adentra en los momentos más trágicos y sombríos de la historia, creando un infierno visual con notable anclaje mitológico— convierte este título en una lectura claramente pedagógica que, sin duda, puede ser disfrutada por los lectores más jóvenes, a quienes les permitirá conocer la historia de Anne Frank desde un tiempo —el ahora— con el que la obra tiende constantes lazos. Es más, seguro que más de uno de esos lectores querrá después buscar la fuente original y localizar a Kitty, la que se convierte —en esta historia— en «la mujer diario» protagonista.

"Tampoco los personajes se trabajan desde una perspectiva psicológica que nos sorprenda o permita empatizar con ellos, cayendo a ratos en una condescendencia poco deseable"

La premisa argumental es sencilla, y quizá en esa ausencia de ambición narrativa radique su mayor debilidad. Kitty sale de las páginas del diario en la actualidad y se enfrenta a dos realidades que le resultan tan desconcertantes como dolorosas: la ausencia de su amiga Anne (¿qué ha sido de ella?) y la situación de los menores refugiados a los que conoce en las calles de Amsterdam. A pesar de la leve capa de misterio con que se tiñe la obra —la fuga de Kitty, su persecución por quienes creen que ha robado el diario o hasta una apresurada y esquemática historia de amor con Peter, un joven refugiado—, la intención didáctica pesa tal vez demasiado a lo largo de todas sus páginas, de modo que estamos ante un libro más expositivo —e incluso argumentativo— donde prima el recuento de hechos y la defensa de ideas sobre el relato de hechos o sucesos.

Tampoco los personajes se trabajan desde una perspectiva psicológica que nos sorprenda o permita empatizar con ellos, cayendo a ratos en una condescendencia poco deseable y contentándose con trazar sus orígenes con someras síntesis que no responden a la importancia de lo que se pretende contar. Quienes sí tienen mayor hondura —como la propia Anne— es porque la han heredado de la fuente original, pero los personajes nuevos —como Kitty o Peter, cuya improbable historia de amor transcurre paralela a la narrada por la propia Anne en su diario— son más bien actantes cuya misión es guiarnos a través de las puertas que nos permiten asomarnos al pasado o a las heridas en las que ese ayer resuena en nuestro presente.

El juego de espejos sobre el que se construye la arquitectura de la obra es muy evidente y quizá esa honestidad sea uno de sus mayores méritos: la sencillez con que se estructura un viaje que no pretende dar origen a una obra autónoma de gran calado, sino más bien servir de puente hacia el libro del que nace y que reivindica. Un grito contra el auge del neofascismo, del negacionismo y de la ignorancia que engendra el odio. Y en esa voluntad es donde, sin duda, el trabajo de Folman y Guberman sí triunfa. Ojalá cuando los más jóvenes se acerquen a sus páginas no se conformen con conocer a Kitty sino que, respondiendo al propio título de este novela gráfica, corran a sus bibliotecas y librerías para leer y comprender a Anne. Porque solo comprendiendo el pasado podemos llegar a imaginar un futuro que merezca la pena.

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Autor: Ari Folman. Ilustradora: Lena Guberman. Traductora: Neus Nueno Cobas. Título: Dónde está Anne Frank. Editorial: DeBolsillo. Venta: Todos tus libros, Amazon, Fnac y Casa del Libro.

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