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Una interpretación periodística de los hechos

Una interpretación periodística de los hechos

Qué sucede cuando un texto periodístico deja sin responder una de las cinco w y, en particular, la que corresponde al why: por qué. Esta pregunta sobre otra pregunta rondó por la cabeza de Frank Westerman desde que, a principios de los noventa, concluyó su trabajo radiofónico sobre las extrañas muertes del valle de Nyos, en Camerún, hasta que un día, décadas más tarde, decidió recurrir al propio periodismo para averiguarlo. El fruto de esa búsqueda es este reportaje largo, que no es tanto periodismo como metaperiodismo, porque no va tanto tras los hechos como tras las interpretaciones de los hechos. Y tal vez por ello, por ser conocedor de la naturaleza embaucadora de lo que persigue, Westerman amarra su narración a cuantos mástiles puede: a los nombres de las personas reales a las que consultó, a los topónimos de los lugares que frecuentó y hasta a las nomenclaturas de los gases que en primer momento debieron explicar por qué un día de 1986 murieron miles de personas en un apartado rincón de África.

Porque la explicación científica falló. Y eso, nos dice Westerman, fue lo que desató todo: “Si los expertos llegan a aportar una explicación inequívoca, ¿qué habría sido de las especulaciones gratuitas, las lecciones religiosas o las teorías conspiratorias? ¿Habrían prosperado las historias de malas intenciones y ancestros malvados de igual manera a la sombra de una verdad científica indiscutible? Seguro que no. Fue justamente la ignorancia, la falta de información, lo que en 1986 dio rienda suelta a mi fantasía. ¿Cómo que no había destrozos? ¿Por qué prohibía el Ejército el acceso al valle afectado? ¿A qué venían tantas sospechas contradictorias?”

"Después de todo, la ciencia también es un relato y, algunas veces, como es el caso, un relato en el que lo último que prima es la verdad."

Es la parte dedicada a la cuestión científica, la que abre el libro, la que resulta más fascinante. Las otras dos, la explicación religiosa, la que levantaron, principalmente, los misioneros; y la explicación mitológica, la engendrada desde la tradición local, no son más que, después de todo, y aunque magistralmente reconstruidas por Westerman, relatos vicarios —bastante previsibles, por cierto— de la primera. Porque, no lo olvidemos, estas dos últimas versiones han llegado a triunfar porque la primera fracasó. Y la primera fracasó porque, después de todo, la ciencia también es un relato y, algunas veces, como es el caso, un relato en el que lo último que prima es la verdad. Y este en particular, y en ello reside la clave de todo, es un tipo de relato que la ciencia no puede permitirse ser.

"Entre las páginas más hipnóticas de este libro están aquellas en las que Westerman se dedica a relatar las frías pugnas políticas entre las diferentes comunidades científicas."

Entre las páginas más hipnóticas de este libro están aquellas en las que Westerman se dedica a relatar las frías pugnas políticas entre las diferentes comunidades científicas y, entrelazadas con ellas, y más tronadas y, por tanto, hilarantes, las de los egos personales implicados, trifulcas, en todo caso, en las que explicar el por qué de los hechos es lo que menos importa. De todas maneras, más inquietante es lo que el autor nos recuerda en esas primeras páginas acerca del propio método científico. Más sobrecogedor, desde luego, que la explicación religiosa o que la explicación mitológica es el uso que puede llegar a dar la ciencia al principio filosófico de la navaja de Ockham: “Sigurdsson me confirmó que Science había rechazado su artículo sobre el lago Monoun, en que revelaba haber descubierto en África Occidental “un peligro natural hasta ahora desconocido”. […] Aquel juicio me intrigaba. Para dar con la verdad no había que desviarse demasiado, pero ¿desviarse de qué? Ante la imposibilidad de expresar ese margen en metros o millas, la ciencia aplicaba “la navaja de Ockham”: cuando existen dos teorías para explicar un mismo fenómeno goza de preferencia la teoría que se base en el menor número de premisas. Así de tajante.”

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Autor: Frank Westerman. Título: El valle asesino. Editorial: Siruela. Venta: Amazon, Fnac y Casa del libro                                                              

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