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Una metáfora de la vida

Una metáfora de la vida

El ajedrez es la vida, aseguraba Bobby Fischer, el único campeón del mundo estadounidense, al menos oficialmente (recordemos que en la época de Morphy no existía un campeonato del mundo tal y como lo concebimos ahora). También Garry Kasparov, para muchos el mejor jugador de la historia, escribió un libro que título Cómo la vida imita el ajedrez.

De eso precisamente nos habla Jonathan Rowson (gran maestro y campeón británico en varias ocasiones, además de licenciado en humanidades y ciencias sociales por la universidad de Oxford), en este maravilloso ensayo, Las jugadas que importan, del ajedrez como metáfora de la vida o de la vida como metáfora del ajedrez, tanto da, y de su utilidad a la hora de abordar diversos aspectos en esto que llamamos el mundo real y que a veces resulta una absoluta ficción.

"Amo el ajedrez. Y sí, del mismo modo que a Rowson, me ha servido en muchos aspectos emocionales de mi vida"

Pensará el lector, sobre todo el aficionado al ajedrez, que nada nuevo bajo el sol. Cada vez están más extendidas las teorías y los estudios que sitúan al ajedrez como una herramienta educativa fundamental para potenciar aspectos como la capacidad de análisis, la capacidad de cálculo, la memoria, la creatividad o, incluso, el nivel de comprensión lectora. Pero no es aquí donde Rowson centra los beneficios del juego. Es más, Rowson es escéptico con muchas de las supuestas virtudes que en los últimos años los expertos se han empeñado en atribuirle en lo que se refiere a varita mágica para ensanchar tus capacidades cerebrales, llamémoslas así, o al menos algunas de ellas. He de decirles que yo también.

Al igual que Rowson, pienso que, quizá en una primera fase de aprendizaje del juego, el ajedrez puede ayudar a potenciar determinadas zonas del cerebro que resulten útiles en otras materias y puedan ser extrapolables, pero según uno va avanzando en el conocimiento del juego, el aprendizaje se basa en generar modelos reconocibles y patrones que básicamente solo sirven para jugar al ajedrez, aunque no quiero extenderme en una batalla que sé que tengo perdida de antemano y que no es la que nos ocupa.

Sin embargo, Rowson nos habla, a través de su experiencia ajedrecística, no solo como jugador de élite, sino desde que, siendo un niño, se aficionó por el juego de los dos reyes, de cómo le ha influido a la hora de enfrentarse a distintas situaciones vitales y construir su personalidad y su lugar en el mundo, ya sea en las relaciones familiares, de amistad, laborales o de cualquier otra índole. En definitiva, las relaciones humanas. Sin duda, las jugadas que verdaderamente importan.

He jugado al ajedrez durante muchos años, sigo jugando, y he competido en multitud de torneos de carácter aficionado. Gestiono una escuela creativa donde el juego-deporte-ciencia ocupa una de las principales actividades educativas que desarrollamos, tanto con niños como con adolescentes. Amo el ajedrez. Y sí, del mismo modo que a Rowson, me ha servido en muchos aspectos emocionales de mi vida. Probablemente no sería la misma persona que soy si no hubiese sido por mi pasión por el juego.

"El ajedrez es una gran metáfora de la vida, la vida una gran metáfora del ajedrez o, como decía Fischer, simplemente el ajedrez es la vida"

Se trata de un extraordinario ejercicio de resistencia al fracaso, de honestidad y de asunción de la responsabilidad individual, entre otras muchas cosas. Algo de lo que estamos tan necesitados en estos tiempos donde todo el mundo prefiere mirar hacia otro lado en busca de culpables en vez de cuestionarse a sí mismo para preguntarse cuáles son sus errores y cómo puede mejorar en la siguiente partida ante la que le sitúe la vida.

Cuando uno se sienta delante de un tablero se encuentra solo, y aunque frente a él tenga un rival, como aseguraba Vasili Smyslov, campeón del mundo en 1957, en el ajedrez, como en la vida, el adversario más peligroso es uno mismo. Solo tú eres el que mueve las piezas y el que valora las distintas opciones, el que decide qué hacer y qué no hacer en cada momento. El que, a la postre, fracasa o tiene éxito. Pero estás obligado a dar la mano al rival después de cada partida como signo de humildad y reconocimiento al esfuerzo ajeno.

Efectivamente, el ajedrez es una gran metáfora de la vida, la vida una gran metáfora del ajedrez o, como decía Fischer, simplemente el ajedrez es la vida.

Tenga o no el ajedrez influencia en el desarrollo “técnico” de la inteligencia —repito, no es el debate de este ensayo—, Rowson pone de manifiesto, en estas escasas 400 páginas, su influencia en el desarrollo de la inteligencia emocional, quizá la única verdaderamente útil, y quién sabe si la que más olvidada tenemos.  

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Autor: Jonathan Rowson. Título: Las jugadas que importan. Editorial: Turner. Venta: Todostuslibros y Amazon.

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